La narrativa de lo ocurrido en Culiacán, Sinaloa, en el fallido operativo del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional para detener Ovidio Guzmán López, hijo menor de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo Guzmán, es la de una operación que aparentemente marchaba según lo planeado.
Hasta el momento de encontrar cara a cara al objetivo, hacerlo salir de su escondite, fotografiarlo, grabarlo en video y prepararlo para su extracción por parte de tropas especializadas.
A partir de ahí algo falló. La situación se fue complicado conforme avanzaban los minutos y las horas. La versión oficial nos dice, finalmente, que esta clase de operaciones tiene siempre la posibilidad de salir mal, de complicarse hasta el punto de ser abortadas para evitar escenarios incontrolados. Es cierto.
Una vez revisada la información compartida por los funcionarios del gabinete de seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador, queda claro que las complicaciones, las precipitaciones de las que se habló y con las que se intentó explicar el fracaso, se generaron en otra parte, en otros momentos en los que la inteligencia militar, civil y policiaca se quedó corta y estancada para prever o anticipar la respuesta del Cártel de Sinaloa.
LA EXPLICACIÓN LLEGÓ TARDE, PERO ¿CLARA?
Lo que vimos en la conferencia mañanera del presidente López Obrador fue un ejercicio inédito de comunicación por parte del gobierno federal desde la que, hoy por hoy, es el área más crítica e inestable de la administración púbica: la del combate a la delincuencia.
Inédito, pero también tardío. Se dio casi dos semanas después del operativo en Culiacán, fue selectivo en cuanto a la dinámica de lo que se eligió para mostrarle a la opinión pública, y estuvo salpicado de contradicciones de fondo que siguen marcando el discurso de esta administración cuando se trata de explicar la estrategia de no violencia y confrontación con el narcotráfico.
En 13 días transcurridos desde la fecha del operativo fallido, se bombardeó a la opinión pública desde diversos flancos con toda clase de versiones y filtraciones sobre lo que “en verdad” sucedió en la capital de Sinaloa.
Comparadas con lo que escuchamos y vimos en Palacio Nacional, las versiones e historias filtradas o creadas se quedaron cortas o sencillamente fueron producto de la presión mediática y de la competencia informativa en redes sociales. Pero, ¿qué es lo que vimos y escuchamos sobre Culiacán?
Vimos, pues, un ejercicio de comunicación novedoso, pero que fue el resultado del fracaso de la operación y al mismo tiempo una revelación de las limitaciones de planeación y ejecución que no se habían dado en otras capturas de líderes del narcotráfico. Al menos que hayamos sabido.
UN “TROPIEZO TÁCTICO”, LE LLAMÓ DURAZO
Pese a lo mostrado en la conferencia mañanera, los vacíos o claroscuros siguen en el aire. Para empezar, fue Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), quien habló primero, para insistir en que el operativo falló porque se trató de una “acción precipitada”, que no invalida la estrategia de seguridad del gobierno.
Durazo Montaño –autoridad civil respondiendo por un operativo de diseño, planeamiento, estructura y ejecución totalmente militar– acertó al señalar que esta clase de despliegues tienen la posibilidad de fallar, pero se equivocó al sostener más adelante que el gobierno de López Obrador dio por cancelada la guerra al narco, que ya no habrá confrontaciones ni baño de sangre como en el pasado.
Entonces, ¿para qué llevar adelante una operación diseñada exactamente como las de alto impacto que fueron el pan de cada día en los sexenios de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto?
Cifras, datos, videos y fotografías que nunca imaginamos fueron reveladas a la gente para explicar paso a paso los antecedentes, el desarrollo, la ejecución y la retirada de militares de elite, de secciones, patrullas, batallones, helicópteros y blindados ligeros que fueron sorprendidos, limitados, divididos por decenas de sicarios dedicados a sembrar el terror en sitios perfectamente estudiados.
El “tropiezo táctico”, como llamó Durazo al fracaso de la operación, si bien no invalida la estrategia, como él mismo lo señaló, sí obliga a una revisión profunda de los mecanismos y puntos clave que pueden impulsar o detener una acción como la que se intentó culminar.
En la conferencia mañanera, el secretario de Seguridad Ciudadana reiteró que la línea fundamental que el gobierno no abandonará nunca es la del respeto a la vida y la de evitar todo tipo de violencia, porque esta forma de actuar no ha llevado a nada y sólo ha ocasionado dolor y muerte.
Sin embargo, al mismo tiempo planteó la necesidad de seguir adelante con una estrategia distinta a la “idea conservadora de la guerra contra el narco”. Esa estrategia belicista no solo alentó la espiral de la violencia desde el poder público, sino que las propias instituciones de seguridad se convirtieron en protagonistas de esa violencia, como pudo haber sucedido en Culiacán, advirtió.
Bajo esta estrategia México fue convertido en un país de víctimas, y no debemos olvidar eso, añadía, para luego agregar que sólo con el combate a la corrupción y el impulso a una verdadera impartición de justicia se podrá salir adelante en materia de seguridad.
LOS GRUPOS ESPECIALES INVOLUCRADOS
¿Quiénes eran los encargados de la operación? ¿Quién fue enviado para detener a OvidioGuzmán?
El general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa, reveló cosas. Dijo que el personal de la Secretaría que llevó a cabo la operación es el Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico (GAIN). Este es un grupo que se creó en 1995.
Su misión es planear operaciones para dar seguimiento y detener objetivos de importancia institucional. Este está integrado con dos componentes, uno de inteligencia y otra parte de intervención, continuaba el general.
Desde su creación, el GAIN ha detenido a 663 integrantes de la delincuencia organizada, entre ellos 18 relevantes. Dentro de la administración, a partir del día 1º (de enero) ha asegurado a 46 integrantes de la delincuencia organizada, ocho son relevantes. El último fue Santiago Mazari Hernández.
Sandoval mostró una tabla con datos para ilustrar la efectividad de la unidad especial. En la administración de 1994 al 2000 tiene 10 detenciones, en la de 2000 a 2006, 19 detenciones; del 2006 a 2012, hizo 262 capturas; del 2012 al 2018 logró 326, y en la presente administración lleva 46 detenciones, en total 663, señaló el alto mando militar.
Explicó luego, apoyado en una presentación de 28 páginas, cómo se fueron dando los hechos y cómo los mandos iban conociéndolos y tomando decisiones a medida que el panorama se iba complicando.
En la gráfica, el punto A correspondía a ubicarse al personal del 94 Batallón de Infantería, que pertenece a la Secretaría de la Defensa, con 23 elementos, cuatro vehículos; en el B tenemos a la 24 Compañía de Infantería no encuadrada, con 22 elementos y tres vehículos; en el punto C, este punto era ocupado por la Guardia Nacional por el Tercer Batallón de Operaciones Especiales, 34 elementos con cuatro vehículos y el punto D, también 20 elementos de la Secretaría de la Defensa del 110 Batallón.
ESAS GRANADAS QUE NO EXPLOTARON…
Las bajas reconocidas por el general Luis Crescencio Sandoval (un civil, un agente de la Guardia Nacional, un recluso del penal de Aguaruto y cinco civiles agresores) y el asedio armado de los sicarios del cártel a la Unidad Habitacional Militar revelaron la otra parte del conflicto desatado y su nivel de violencia que, es cierto, amenazaba con escalar hasta llevarse a civiles inocentes en un enfrentamiento extendido en al menos tres círculos de operaciones.
El relato del general Sandoval fue puntual de acuerdo con lo conocido y difundido en redes sociales y que acabó marcando el ritmo de una parte de los acontecimientos a partir de las versiones, videos, y filtraciones que se dieron conforme pasaban las horas.
Vimos la exposición de un mando militar relatando a detalle, cronológicamente, el proceso de diversas acciones en varios frentes de batalla, incluido el inédito asalto a una unidad habitacional militar, la toma de soldados como rehenes, la amenaza de hacer estallar pipas de combustible como represalia si el hijo del Chapo era detenido y llevado fuera del estado.
El general no ocultó datos en los que se revelan ataques de sicarios contra la unidad habitacional disparando granadas de 40 milímetros que, por fortuna, un estallaron, porque fueron lanzadas a corta distancia y por eso los proyectiles no pudieron armarse y estallar al hacer impacto.
Esta parte de la narrativa reveló que el cártel sí atacó a civiles inocentes, familiares de militares que estaban en el operativo o que se encontraban fuera de la ciudad, pero los ataques ocurrieron.
El general Luis Crescencio Sandoval lo describió de la siguiente manera: “Esta agresión es la de la unidad habitacional militar. Aquí llegan -esto es a las 15:45- aquí llegan cuatro vehículos en donde se posicionan son los accesos de la unidad, hacen fuego sobre estos edificios, estos vehículos y sobre… aquí hay un edificio de cuatro departamentos que es donde hacen fuego ellos.
“Aquí en este y en este lanzan granadas de 40 milímetros, no explotan afortunadamente, y no explotan porque la granada necesita una cierta distancia para que una vez que sale del cañón se arme internamente y se prepare para explotar ya dando en el objetivo. Esa distancia no fue la suficiente de donde hicieron el disparo y no explotaron".
Siguió con su relato que involucraba niños que tuvieron que ser resguardados, civiles en busca de refugio, personas que saltaban por las ventanas, otras que se escondían en el clóset.
En los minutos inmediatos al video captado por un militar al interior de la unidad habitacional, las reacciones en redes fueron demoledoras. El ánimo y la moral de tropas y civiles usuarios de las plataformas en las que se difundieron las imágenes marcaron también la pauta para acelerar la liberación del hijo del Chapo.
Sandoval mostró un video en el que se puede apreciar la entrada del comando militar enviado desde la Ciudad de México (presumiblemente lo que fue el GAFE del Alto Mando) para detener y extraer al objetivo en el menor tiempo posible, con los menores costos en vidas y de la manera más eficiente y exitosa.
Es justo ese video del que fueron extraídas varias fotos que circularon en redes sociales mientras aún se negociaba entre militares y narcos la liberación de Ovidio.
¿QUIÉN FILTRÓ LAS IMÁGENES?
¿En qué momento y quién o quiénes tomaron las fotos y quién o quienes dieron la orden de hacerlas circular en redes sociales? ¿Con qué finalidad se esparcieron cuando las negociaciones seguían en marcha? ¿Qué clase de controles tiene la Sedena en sus elementos de Fuerzas Especiales para que esto suceda?
Sobre estas interrogantes nada dijo el general secretario. Nada aportó Alfonso Durazo. Nada dicen las gráficas, cuadros, fotos y videos mostrados y luego enviados a los medios de comunicación.
La relatoría del general secretario adquiría dramatismo conforme narraba el tiempo en el que el apoyo terrestre y aéreo para la extracción de Ovidio se complicaba. La ofensiva de la gente del cártel de Sinaloa y la decisión de Iván Archivaldo Guzmán, medio hermano de Ovidio, de no detener los ataques contra el comando militar y en los alrededores de la casa sitiada por tropas, quebraron las salidas planeadas por los mandos castrenses.
El propio Sandoval iba describiendo con serenidad, sin prisas, a veces enfático, cómo los dos o tres círculos de apoyo con fuego de infantería, con desplazamiento de blindados y sobrevuelo de Black Hawks, Mi-17 y Bell 206 se desmoronaban o no llegaban a consolidarse, porque el despliegue del narco iba impidiendo que esa parte de la operación funcionara.
¿Qué hizo la gente de la delincuencia organizada?, preguntó el general. Explicó cuál fue, grosso modo, la estrategia del Cártel de Sinaloa:
“Primero, por una convocatoria de grupos delincuenciales del estado de Sinaloa, ofreciendo recursos a quien se uniera a atacar a las fuerzas federales (se habló en redes de hasta 20 mil pesos por persona para quien se sumara a bloqueos y convoys de camionetas con gente armada patrullando la periferia de Culiacán)”.
También el empleo de técnicas militares, armamento automático y antiaéreo, como son el AK-47, el R-15, lanzacohetes, lanzagranadas 40 milímetros, ametralladoras y fusiles calibre 50, que son antiaéreos, contra blindaje, chalecos y cascos tácticos, así como placas balísticas. Uso de vehículos con blindaje de fábrica y artesanal, camionetas de redilas, volteos, robo de vehículos en la vía pública para evitar confundirse entre la población. Así como el uso intensivo de radios análogos y digitales que dificultaron la intercepción de comunicaciones, explicó el general.
Sandoval agregó que el retiro de sus bajas de los puntos donde se realizaron las diferentes agresiones, el intento de soborno al comandante de la fuerza de intervención por tres millones de dólares; al no aceptar, fue amenazado de muerte, tanto él como su familia.
El personal militar, basado en su disciplina y adiestramiento, evitó generar daños colaterales y bajas propias a pesar de ser objeto de diversas emboscadas, añadió el alto mando.
Al final de su exposición, el general secretario anunció que la dependencia lleva adelante una investigación interna para deslindar responsabilidades hacia las instancias y personal militar, por lo que “se designó un equipo multidisciplinario de la fiscalía militar para que se trasladara a la plaza de Culiacán e iniciara las carpetas de investigación para determinar si se infringió o no la disciplina militar”.
@JorgeMedellin95/
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