Entre los nombres más controversiales en la historia de México se encuentra el del general Aureliano Blanquet, nacido en Morelia, Michoacán, en 1849. Inició su vida militar durante la intervención francesa, siendo parte del ejército que sitió la ciudad de Querétaro hasta obtener la rendición de los imperialistas.
Después de triunfar la República, al joven Blanquet, de apenas 18 años, se le comisionó la vigilancia del emperador, quien estaba prisionero, esperando su sentencia. El 19 de junio de 1867, fue el encargado de encabezar el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida de Maximiliano de Habsburgo y de sus dos generales más fieles, Tomás Mejía y Miguel Miramón. Al caer moribundo el emperador, Aureliano fue el encargado de darle el tiro de gracia.
Años después, ya con el grado de capitán, fue comisionado por el presidente Porfirio Díaz para combatir a los mayas, quienes se habían sublevado en la península de Yucatán. La campaña fue larga y cruenta. Se dice que Blanquet llegó a cometer todo tipo de atrocidades, entre ellas, desollar vivos a los rebeldes y dejar que se quemaran bajo el sol.
Siempre fue leal a Porfirio Díaz y luchó contra la revolución, no obstante, tras la rendición del mandatario y su posterior exilio, se mantuvo en el ejército, jurando servir al nuevo gobierno, encabezado por Francisco I. Madero.
Dos años más tarde, siguiendo órdenes de Victoriano Huerta, fue el encargado de apresar, con sus propias manos, al presidente Madero, quien todavía alcanzó a asestar una cachetada a Blanquet y espetarle: “es usted un traidor”. El general encerró a Madero en un cuarto de intendencia de donde saldría tres días después para morir asesinado, junto al vicepresidente José María Pino Suárez, mientras eran trasladados al “palacio negro” de Lecumberri.
Tras esta acción, Blanquet fue nombrado por Victoriano Huerta ministro de Guerra y Marina. Sin embargo, un año más tarde, tras la caída de éste, el general se vio obligado a escapar a Cuba, donde permanecería exiliado durante cuatro años.
Blanquet volvió a México en 1918, listo para encabezar una rebelión contra el presidente Venustiano Carranza, con el objetivo de llevar al poder a Félix Díaz, sobrino de Porfirio. Sin embargo, pocos días después, Aureliano encontró la muerte cuando, mientras huía del general Guadalupe Sánchez, su caballo cayó en la barranca de Chavaxtla. Los carrancistas, tras buscar en el fondo del precipicio el cadáver del general, le cercenaron la cabeza y durante varios días la exhibieron como trofeo en el puerto de Veracruz.
fuente.-Culturacivica.com/
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