Cinco funcionarios de inteligencia mexicanos relataron para Proceso la reaprehensión del Chapo Guzmán el 8 de enero de este año. Sus dichos confirman la versión de que la recaptura ocurrió por casualidad, revelan el papel preponderante de la Policía Federal en el hecho y –tal vez lo más importante– coinciden en que las luchas de poder y las mezquindades provocaron un zipizape entre agentes federales y marinos, justo en el avión que llevó al capo de Los Mochis a la Ciudad de México.
CIUDAD DE MÉXICO.- La recaptura de Joaquín El Chapo Guzmán Loera el pasado 8 de enero en Los Mochis, Sinaloa, fue “casualidad” y, además, provocó una disputa entre marinos y policías federales.
Casi nueve meses después de lo ocurrido aquel viernes, cinco funcionarios mexicanos del área de inteligencia del gobierno federal hablan con Proceso bajo la condición de que se resguarde su identidad ante posibles represalias tanto del Cártel de Sinaloa –que fue liderado por El Chapo– como de las autoridades. Su relato difiere de lo oficialmente difundido por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Los informantes sostienen que todo lo ocurrido hasta la captura del Chapo está registrado, casi minuto a minuto, en el protocolo que se aplicó aquel día y que está en manos de la Procuraduría General de la República (PGR), la Secretaría de Gobernación y la Policía Federal.
Según los entrevistados, desde días antes del 8 de enero las agencias de inteligencia mexicanas ya habían detectado en Los Mochis “movimientos sospechosos” de varios automóviles que presuntamente pertenecían a criminales.
En una vivienda de aquella ciudad, los sistemas de inteligencia de la Secretaría de Marina Armada de México (Semar) descubrieron la presencia de Iván Gastélum Cruz El Cholo Iván y fueron por él. Como consecuencia de ello, la mañana del citado viernes se registró una balacera en el inmueble (una casa de seguridad del Cártel de Sinaloa) entre marinos y pistoleros de esa poderosa organización del narcotráfico.
Nadie lo sabía en ese momento, pero adentro se refugiaba El Chapo, quien logró huir por túneles y cañerías.
El tiroteo activó varios sistemas de alerta del gobierno federal. “Ese día, el (entonces) comisionado general de la PF, Enrique Francisco Galindo Ceballos, llamó a Nicolás González Perrín, quien era el coordinador de la corporación en Sinaloa, para indagar sobre lo que estaba ocurriendo”, explica una de las fuentes.
Él “ordenó a uno de sus mandos que se encontraba en Los Mochis que aplicara operativos de control en las carreteras de salida de esa ciudad”. El hombre que recibió la orden instaló filtros con seis patrullas y 12 agentes a las salidas de la población.
González se puso a disposición –“en caso de ser requerido el apoyo”– del contralmirante del Sector Naval de Topolobampo, Salvador Miranda Orendain, y del general Rogelio Terán Contreras, jefe de la Novena Zona Militar, en Culiacán. Les notificó de los filtros de la PF en Los Mochis.
Los agentes de la PF que instalaron los puntos de revisión no estaban realmente preocupados. Uno de los funcionarios de inteligencia sostiene: “Consideraron que el operativo que se montó era de rutina” porque situaciones similares habían ocurrido las últimas semanas. Los federales sabían que unas semanas atrás había llegado a la zona un Grupo Especial de la Marina y que venía enfrentándose con frecuencia a narcotraficantes.
La PF sólo tenía entendido que la Marina andaba tras los pasos del Cholo Iván, jefe de la plaza del Cártel de Sinaloa en Guamúchil. “Los policías federales no estaban realmente alertados”, asienta una de las fuentes.
Pocos minutos después de las nueve de la mañana de ese 8 de enero, el Centro de Comando, Cómputo y Control (C4) del gobierno sinaloense, encargado de canalizar las llamadas de emergencia, recibió una alerta de robo en la ciudad: un Ford Focus rojo había sido hurtado. Por radio, el C4 difundió el reporte, que escucharon todas las patrullas de la PF, la Policía Municipal y Estatal y otras agencias policiales.
Un elemento que formaba parte del filtro de la PF, y que con su patrulla se había estacionado debajo de un puente, “vio salir de la ciudad un auto con las características que había reportado el C4. Con el vehículo en la mira llamó a su jefe, que se encontraba a unos cuantos kilómetros de distancia, para preguntar si creía conveniente detenerlo”, explica otro informante.
El policía federal que vio el Focus dudó que se tratara del auto robado y no lo detuvo de inmediato, pero se comunicó con sus compañeros que se encontraban más adelante, en el kilómetro 8.5 de la carretera Los Mochis-Guasave, y de cualquier modo decidió ir tras él. Se coordinó con otras dos patrullas para alcanzarlo.
“Tenemos al más buscado”
A las 9:10 horas, uno de los policías que estaba en el kilómetro 8.5 llamó por teléfono a su jefe de grupo y le dijo: “Tenemos detenido al vehículo reportado, pero vente, jefe, vente rápido. Te lo pido por favor”.
En estas conversaciones –que están en el registro de hechos de ese día, y en posesión del gobierno federal, aseguran los entrevistados– el agente que detuvo el Focus rojo nunca dijo por teléfono ni radio quiénes iban en el auto.
Siempre de acuerdo con lo dicho por los cinco funcionarios, a las 9:13 de la mañana llegaron al sitio otras tres patrullas de la PF, con dos elementos cada una. Y a las 9:15 arribó el jefe de grupo. En cuanto llegó, sus subalternos le informaron: “Jefe, aquí tenemos al Chapo y al Cholo Iván. Venían en el carro robado”.
Ninguno opuso resistencia al arresto: Cuando fueron interceptados por los federales, Gastélum Cruz iba armado pero no enfrentó a los oficiales, y El Chapo ni siquiera portaba arma.
El mando se acercó a la patrulla donde ya estaban esposados los dos narcos, en el asiento de atrás, y llamó a su jefe, González Perrín.
–Jefe, tenemos al más buscado –le dijo.
–¿Estás seguro? –preguntó González.
–Sí, jefe, necesito que me apoye lo más pronto posible.
–Mándame la confirmación.
El jefe de grupo se acercó nuevamente a la patrulla y tomó una foto donde aparecían el Chapo y el Cholo Iván. Se la mandó a González. De inmediato, éste la transmitió a Galindo Ceballos; a Raúl Castillejos Solís, comisario general de la PF, y a Renato Sales Heredia, comisionado nacional de Seguridad. Y esa imagen, de hecho, fue la primera que el gobierno de Peña Nieto filtró a los medios de comunicación.
Después, González Perrín –quien se encontraba en ese momento en Mazatlán– ordenó a un equipo especial de 70 elementos que estaba en Culiacán y que se preparaba para enfrentar ese fin de semana, en Escuinapa, al grupo criminal del Gabito (jefe de plaza), que se trasladara inmediatamente a Los Mochis para apoyar a sus colegas.
Enseguida, González salió para Los Mochis a bordo de un helicóptero del gobierno del estado. Al mismo tiempo solicitó respaldo al general Terán Contreras y al contralmirante Miranda Orendain.
Con El Chapo y El Cholo Iván bajo su custodia, el jefe de grupo que tomó el control de la situación a las afueras de Los Mochis decidió separar a los narcos y los colocó en una patrulla diferente a cada uno. La idea inicial fue llevarlos a un cuartel militar que se encontraba a 10 kilómetros de ahí, ante la posibilidad de que el Cártel de Sinaloa desplegara un ejército de sicarios para intentar rescatar a su líder. Con esa idea, los 12 policías federales y el jefe de grupo se encaminaron de regreso a Los Mochis.
La orden federal fue mover a todas las unidades en la zona hacia esa ciudad. Entre tanto, González Perrín ya iba de Mazatlán al lugar del operativo, al igual que los 70 elementos de la PF que se hallaban en Culiacán. De Sonora, además, ya se dirigían también a Los Mochis un par de helicópteros artillados Black Hawk.
Cuando las patrullas habían avanzado apenas 2.5 kilómetros, los federales se encontraron en la carretera con unas camionetas que, por sus características, parecía que pertenecían al crimen organizado.
El jefe de grupo pensó que los vehículos formaban parte de un comando que tendría como encargo rescatar a los narcotraficantes, aunque éstos no habían podido informar a nadie de su captura, puesto que no portaban teléfonos celulares ni radios cuando fueron aprehendidos.
Con todo, los federales no podían estar seguros de que la captura no se hubiese filtrado, porque el arresto lo atestiguó a distancia una patrulla de la Policía Municipal que iba rumbo a Los Mochis.
Ante la presencia de las camionetas sospechosas, el jefe de grupo decidió abortar el traslado al distante cuartel. Al pasar por el motel Doux, ubicado en el kilómetro 6 de la carretera Los Mochis-Nogales, en la zona de Angostura, ordenó ingresar al inmueble y atrincherarse en espera de refuerzos.
La patrulla que llevaba al Chapo se metió al estacionamiento de la primera habitación disponible del motel y fue cubierta por una cortina de plástico. Guzmán permaneció en el vehículo. El auto donde iba El Cholo Iván se quedó en las zonas de tránsito del motel, conformado por tres edificios.
La docena de federales se colocó estratégicamente en el techo, en las inmediaciones y en el ala del motel donde estaba El Chapo. Por teléfono, el jefe de grupo le informó a González Perrín de la situación, quien le pidió que aguantara y le notificó que había activado el operativo Relámpago Dorado (creado por el propio González para enfrentar una eventualidad de alta peligrosidad con el Cártel de Sinaloa).
Al terminar la comunicación con el jefe de grupo, González Perrín informó a Terán Contreras y a Miranda Orendain de la ubicación del motel y les pidió que enviaran elementos de resguardo. Todos pensaban que podría desatarse un enfrentamiento con sicarios del Cártel de Sinaloa.
En el motel Doux, el jefe de grupo decidió cambiar de habitación al Chapo. Y, sin sacarlo de la patrulla ni quitarle las esposas, lo llevó al estacionamiento de otro cuarto y ahí lo dejó –también cubierto por una cortina.
Las fuentes afirman que en ese momento “El Chapo intentó sobornarlos (a los policías). Les ofreció 10 millones de dólares en efectivo y negocios. Les dijo que esa cantidad de dinero la podía juntar rápidamente. Que les convenía dejarlo ir porque si no, se haría un desmadre.
“Les comentó que había batallado mucho para quedar nuevamente libre (seis meses atrás, cuando se fugó del Penal del Altiplano, supuestamente por un túnel) como para que lo detuvieran policías. Les insistió en lo del dinero y los negocios si lo dejaban escapar. (Los agentes) contaron que les aseguró que, con lo que les entregaría si lo soltaban, ninguno de ellos volvería a trabajar en toda su vida”, asienta una de las fuentes, con quien sus colegas coinciden.
El jefe de grupo, que fue a quien El Chapo se dirigió, no aceptó nada. Le dijo al narco que su misión era entregarlo y que la cumpliría “a como diera lugar”. En eso llegaron al motel unos 15 soldados, que estacionaron un camión frente al cuarto donde estaba El Chapo.
“Al llegar los soldados y luego de que se acercaron a la patrulla para ver al detenido, los policías federales aseguran que al Chapo le cambió el semblante. Que se le notó que ya se daba por perdido y ya no dijo absolutamente nada”, expresa otro de los informantes.
Unos policías federales que se encontraban en Guamúchil en esos momentos comenzaron a reportar que en el lugar ya había mucho movimiento de camionetas y un ambiente de tensión por las calles.
Al fin, unos 45 minutos después de haber salido de Mazatlán, González Perrín llegó al motel Doux. El jefe de la PF en Sinaloa habló con sus subalternos y se acercó a la patrulla para verificar que el capturado era Guzmán Loera. Luego hizo lo mismo con El Cholo Iván.
Unos 20 o 25 minutos después arribó un grupo de marinos, pero no del Sector Naval de Topolobampo sino del Grupo Especial que había tenido el enfrentamiento esa mañana en la casa de seguridad en Los Mochis. Al frente de los marinos estaba el vicealmirante Marco Antonio Ortega Siu.
Estos últimos elementos sacaron al Chapo de la patrulla y lo metieron a la habitación. Y fue en el cuarto, con Ortega Siu como testigo, cuando se le tomó al capo la famosa fotografía donde aparece delante de un póster con una mujer en traje de baño. Al Cholo Iván siempre lo dejaron afuera, en las zonas de tránsito del motel, dentro de la patrulla.
Ya con todo el resguardo militar, naval y federal, González Perrín coordinó con sus jefes el traslado de los narcos a la Ciudad de México. La primera opción fue que se hiciera en un avión de la PF, pero se descartó casi de inmediato porque el avión más cercano de esa dependencia tardaría como una hora y media en llegar.
Era urgente sacar al Chapo de la entidad para evitar un “gran enfrentamiento” con su cártel. Por eso se determinó que la extracción se hiciera en un avión de la Marina que casualmente se encontraba en el aeropuerto de Los Mochis.
Así, los marinos les taparon las cabezas al Chapo y al Cholo Iván con toallas que tenían bordado el nombre del motel. A Guzmán Loera lo subieron a una camioneta blindada de la Marina. Iba custodiado por nueve marinos, González Perrín y el jefe de grupo que lo capturó. El Cholo Iván iba en otro vehículo. Partieron en convoy.
Tensión entre federales
Desde la captura hasta la llegada al aeropuerto pasaron más de dos horas y media. Eso les dio tiempo de llegar a los 70 elementos especiales de la PF que salieron de Culiacán.
Al llegar al aeropuerto, el avión de la Marina ya estaba listo. González Perrín, el jefe de grupo y otro elemento de la PF subieron al Chapo y al Cholo Iván a la aeronave. Al avión también ascendió el vicealmirante Ortega Siu y tres marinos más, dos de éstos vestidos de civil. A bordo, en total, iban el piloto y el copiloto, seis marinos armados, tres policías federales (con González Perrín, desarmado) y los dos narcotraficantes.
Las fuentes de inteligencia que hacen la recreación de la captura aclaran que todo lo siguiente está asentado en los reportes del gobierno federal, porque González, al subirse al avión, estaba hablando por teléfono con sus superiores en la Ciudad de México. Los jefes del policía federal escucharon absolutamente todo lo que se dijo en la aeronave antes de que despegara de Los Mochis.
En el avión, al Chapo y al Cholo Iván, todavía cubiertos con las toallas y esposados, los sentaron frente a González Perrín y al vicealmirante, respectivamente.
Cuando ya se preparaban para despegar, Ortega Siu ordenó al jefe de la PF y a sus agentes que se bajaran. González Perrín se negó (tenía el teléfono celular abierto porque se estaba comunicando en ese instante con los altos mandos de la PF en la Ciudad de México). “Es nuestro detenido y no lo voy a dejar”, soltó.
“¡Hijos de su puta madre. Se van a bajar porque yo lo ordeno!”, le reviró el vicealmirante al jefe de la PF. Así, ambos mandos empezaron a discutir a groserías y jaloneos dentro del avión, enfrente del Chapo y El Cholo Iván.
Entre manotazos, mentadas de madre y gritos, los elementos de la PF resistieron ante la exigencia de Ortega Siu. A González Perrín sus jefes en la Ciudad de México le habían ordenado que no soltara bajo ningún motivo la custodia del Chapo.
La situación no se calmó sino hasta que el vicealmirante le dijo a González que “estaba bien”, que se quedara en el avión, “y que sólo le permitiera unos minutos en privado con su gente en la aeronave y que luego se podría volver a subir”, apunta una de las fuentes.
Se acordó paralelamente que el jefe de grupo de la PF que capturó a los narcotraficantes se bajara del avión, y que sólo González y otro de sus elementos viajaran a la Ciudad de México.
“Se bajó el jefe de grupo y otro policía federal, pero cuando González Perrín se acercó a la puerta del avión, Ortega Siu ordenó que la cerraran. Reaccionó el jefe de la PF, quien apenas tuvo tiempo de quedarse dentro del avión”, relata una de las fuentes de inteligencia.
“Ante la sorpresa por la trampa que le quiso poner Ortega Siu a González Perrín, y que dio lugar a otro forcejeo con mentadas de madre, abajo los más de 80 elementos de la PF que había en el lugar portando armas de alto poder, pero sin cortar cartucho, rodearon el avión y quedaron frente a frente con marinos”, sostiene otro de los funcionarios.
Los elementos del Ejército que permanecían en el lugar se acomodaron detrás de los policías federales, pero como para darles apoyo.
Más o menos al mismo tiempo, a las 13:19, Peña Nieto transmitió un mensaje a través de su cuenta de Twitter: “Lo tenemos. Quiero informar a los mexicanos que Joaquín Guzmán Loera ha sido detenido”.
Ortega Siu y su gente, al darse cuenta de la situación, permitieron que González Perrín custodiara al narcotraficante que el gobierno estadunidense había catalogado como “el más buscado del mundo”.
“Despegó el avión de Los Mochis y, salvo unas cuantas preguntas que los marinos le hicieron a los dos detenidos, casi todo el viaje se hizo en silencio”, indica uno de los informantes.
Originalmente estaba programado que el avión con El Chapo y El Cholo Iván llegara al hangar de la PGR en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, pero al aterrizar se metió al hangar de la Marina.
fuente.-Reportaje Revista Proceso ya en circulación