Sobre un piso de azulejos psicodélicos, caminaba una de las sospechosas del crimen que sacudió a México el año pasado. La nueva pista del asesinato del exgobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, es una mujer vestida con una sudadera gris, jeans desgastados y un pelo rubio y largo amarrado en una coleta.
El Gobierno de Jalisco ofrece una recompensa estampada sobre la imagen borrosa de la joven de un millón de pesos (algo más de 50.400 dólares) a cambio de cualquier información para encontrarla. A casi un mes de los tres balazos que acribillaron al exmandatario, la impunidad sigue ganando la batalla en la tierra del narco.
El crimen de Sandoval, asesinado en el baño de una discoteca de Puerto Vallarta (Jalisco) el 18 de diciembre, ha puesto al Estado en una nueva situación límite, se trata del primer exgobernador de Jalisco acribillado a sangre fría en una de las joyas de la corona del turismo mexicano. Y aunque las autoridades han detenido a cuatro personas en las últimas semanas, ninguna de ellas está vinculada directamente al crimen: uno enfrenta un cargo de cohecho y otras tres, por encubrimiento. La nueva pista está detrás de la misteriosa joven de la coleta rubia y otro hombre, que vestía una camiseta negra.
Una mujer coloca un par de veladoras al pie del altar que fue instalado en el funeral Jorge Aristóteles Sandoval Díaz.FERNANDO CARRANZA / CUARTOSCURO
“La [presunta] sicaria aprovechó que el exgobernador se dirigió al baño para asestarle tres balazos a quemarropa: el primero en la parte posterior de la cabeza, el segundo a la altura del corazón y el tercero en los intestinos”, ha informado este jueves el diario Reforma en su primera página, que cita a encargados de la investigación. Fuentes de la Fiscalía consultadas por este diario han rechazado esta versión y no han querido proporcionar más detalles, aunque reconocen que la sospechosa se encuentra en busca y captura.
La Fiscalía de Jalisco avanza a cuentagotas con los detalles de uno de los mayores crímenes políticos del país. Las conferencias de prensa para dar seguimiento a las nuevas pesquisas se hacen mediante vídeos grabados sin opción a preguntas de la prensa. El caso ha desbordado a la entidad ya golpeada desde hace años por el terror del narco.
En Jalisco tiene su sede el cartel más poderoso de México, según la DEA, el de Nueva Generación, liderado por Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho. Este grupo criminal ha extendido sus tentáculos por todo el país, pero mantiene en Jalisco y especialmente en Puerto Vallarta su principal zona de influencia. Este enclave turístico del Pacífico mexicano convive con dos realidades antagónicas. El lujo de los coches deportivos, resort todo incluido frente al mar y también un lugar de ocio de los grandes narcos del país. En Puerto Vallarta fueron secuestrados los hijos y herederos del imperio del narcotráfico de Joaquín El Chapo Guzmán a manos presuntamente de sus rivales del Cartel Jalisco Nueva Generación en 2016.
Las imágenes de la Fiscalía sobre la posible autora material del asesinato es la única pista sobre quién pudo apretar el gatillo hacia la nuca del exmandatario. La nueva línea de investigación recuerda a otro crimen en un centro comercial de la capital —en Plaza Artz, en julio de 2019— también cometido presuntamente por una mujer, contra dos israelíes. El Cartel Jalisco Nueva Generación había ordenado y pagado este doble homicidio, según concluyeron las autoridades.
Alrededor de la 1:40 del 18 de diciembre, Sandoval se levantó de la mesa del bar para ir al baño. Allí le estaban esperando y fue tiroteado por la espalda. Cuando los escoltas del político lo recogieron para llevarlo malherido a un hospital, a las puertas del establecimiento se escucharon ráfagas de fusil. Una táctica habitual del narco para lanzar un mensaje a los curiosos: “lárguense de aquí”. El exgobernador falleció unos minutos después.
Sandoval estaba en esa localidad desde el 12 de diciembre y contaba con un equipo de seguridad, asignado por el Estado, de unas 14 personas que compartía con su familia. Esa noche, alrededor de las 22.00, llegó al bar Distrito 5 en la avenida Francisco Medina Ascencio, la principal del puerto, y se reunió con un grupo de empresarios y amigos. Tres horas más tarde, se separó del grupo y fue atacado. El fiscal aseguró a la prensa local que el exmandatario solo le acompañaban dos guardaespaldas —uno de ellos resultó herido— y un chófer.
Poco después del crimen, el establecimiento se tomó la tarea de limpiar cualquier rastro. Unas imágenes filtradas por las autoridades muestran a los trabajadores de Distrito 5 limpiando y retirando parte de las pruebas de la escena del crimen, como la alfombra del piso que conducía al baño. Cuando llegaron las autoridades y el caso se convirtió en un escándalo, México ya se había dado de bruces con el poder que mantiene de facto el crimen organizado.
En medio de un conflicto político con el Gobierno federal —enfrascado en una batalla casi diaria entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el actual gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro (del partido opositor, Movimiento Ciudadano)— la entidad enfrenta el crimen más grave de su historia con el apoyo justo de las fuerzas de seguridad nacionales. Un Estado asediado por el drama de miles de asesinados y morgues desbordadas de cadáveres sin identificar.
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