La detención anoche en Buenos Aires de Carlos Ahumada Kurtz, por un presunto fraude fiscal a la Hacienda mexicana por 1 millón 400 mil pesos, revive viejos lodos de la política nacional, ahora en tiempos de la 4T. Aunque la cifra de un supuesto incumplimiento de ISR por parte del empresario argentino, que no informó de una venta de un terreno al fisco, parece un tema menor, en realidad lo importante es el trasfondo político de esta captura y las repercusiones y los efectos que un posible regreso a México de Ahumada, en calidad de detenido, pudiera tener en estos momentos en otros casos judiciales en marcha por temas de corrupción, como el de su expareja sentimental Rosario Robles Berlanga.
De entrada, en medio de la lucha anticorrupción de López Obrador, con la acción directa y contundente de la Fiscalía General de la República (FGR), la detención y posible extradición a México de Carlos Ahumada, con la colaboración del gobierno de Mauricio Macri, es un nuevo golpe mediático y político espectacular para la Cuarta Transformación, que además se produce a sólo dos semanas del primer informe de gobierno del Presidente, que no tendrá muchas cifras ni datos duros para presumir, con obras públicas detenidas, una economía en caída y una inseguridad creciente, pero sin duda llegará a su primer ejercicio de rendición de cuentas ante la sociedad y el Congreso, con una popularidad que vuelve a repuntar, producto de las detenciones, juicios y órdenes de aprehensión en contra de personajes de primer nivel de los sexenios anteriores.
Ahumada no vendrá a México, si es que lo traen, para responder por un impago de 1.4 millones en impuestos; si es extraditado y por segunda ocasión encerrado en una prisión mexicana —algo que debe ser toda una pesadilla para cualquiera y por supuesto para el argentino— llegará para otros objetivos que seguro forman parte de la inocultable estrategia política que se opera detrás de la fulminante actuación de la FGR y de su titular Alejandro Gertz Manero. Un pez como Carlos Ahumada tal vez no tenga en este momento valor por sí mismo, ni siquiera por la tormentosa e intrincada relación que tuvo con Rosario Robles, pero sí por sus nexos políticos y económicos con otros personajes de primer nivel en los que tiene puesta la mira la 4T: el expresidente Carlos Salinas de Gortari y su abogado, financiero y amigo, Juan Collado. Es ahí donde el argentino puede volverse una pieza clave para otras investigaciones en curso, como la del preso Collado, o para futuras acusaciones y expedientes contra Salinas.
EL SEDUCTOR Y LA JEFA DE GOBIERNO
Para entender cómo un personaje como Ahumada Kurtz, protagonista de los videoescándalos de 2004, encaja ahora en el rompecabezas de la lucha anticorrupción o los cobros de viejas facturas del lopezobradorismo, vale la pena remontarse al origen de la historia de romance, política y traiciones que volvió famoso al empresario galán de Córdoba, Argentina, que hoy podría volver al país donde se incrementó su fortuna, sus negocios y sus vinculaciones políticas.
Era el año 1999 cuando Carlos Ahumada conoció, por intermediación de Ramón Sosamontes, hoy solicitante de amparos, a Rosario Robles Berlanga, entonces dirigente nacional del PRD. Ahumada tenía ya varios años de hacer negocios en México, a donde llegó procedente de Argentina en los años 80 en busca de aumentar la fortuna que ya poseía. Se volvió socio de una mina en Guerrero, Campo Morado, en el municipio de Arcelia, entonces apoyado por el gobernador priista, José Francisco Ruiz Massieu. Su éxito en los negocios mineros lo llevó a invertir en otras plantas como La Suriana y Beneficios Mineros de Temixco, también en Guerrero, y a incursionar, ya en los años 90, en el sector de las obras públicas a gobiernos como pavimentación, bacheo y edificaciones. Fue así como se conectó con los gobiernos del PRD en la Ciudad de México, durante la administración de Cuauhtémoc Cárdenas, cuando empezó a trabajar con varias delegaciones, y cuando Rosario asumió la jefatura de Gobierno en sustitución de Cárdenas, la relación entre ambos se volvió más estrecha.
Por esas fechas, siendo Robles aún jefa de Gobierno, viajó a Berlín, a una gira de trabajo, durante la cual una noche, al llegar a la habitación del hotel donde se hospedaba, la encontró llena de rosas rojas. Carlos Ahumada había mandado inundar el cuarto de las aromáticas flores y había dejado una tarjeta en donde la invitaba a cenar esa misma noche. Ahí la empezó a seducir y Rosario, una mujer que venía de la izquierda y que estaba en la cúspide del poder, cayó rendida ante los encantos del carismático empresario argentino.
Llegó la campaña de Andrés Manuel López Obrador a la jefatura de Gobierno, junto con la tercera campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario se volvió una pieza clave para ambos políticos desde la Jefatura de Gobierno. Ella coordinó desde la CDMX buena parte de la campaña de ambos y manejó las Brigadas del Sol, que entonces eran el brazo operativo y proselitista del PRD. Se volvió muy cercana a López Obrador, a quien había conocido cuando fue Secretaria de Organización en su presidencia del PRD, por el extraordinario trabajo que realizó en su proselitismo y eso le valió el apoyo del nuevo líder del perredismo, ante la derrota del ingeniero en su tercer intento presidencial, para llegar a la dirigencia nacional del PRD.
Como líder partidista, Robles no sólo acrecentó su estrella política, que había despegado al ser la primera mujer en gobernar el entonces Distrito Federal, sino que también aumentó su relación y cercanía sentimental con Carlos Ahumada, con quien ya había armado todo un esquema de contratos y asignaciones de obras en las 16 delegaciones de la capital, que les redituaba importantes ganancias económicas. En esa etapa, cuando su figura brillaba más que nunca, Rosario, junto con Sosamontes y Ahumada, comenzaron a formar un grupo político que miraba hacia el futuro no muy lejano del 2006: la Presidencia de la República con la primera mujer como candidata. Si ya había sido la primera gobernadora de la capital ¿qué le impedía ser la primera presidenta?
EL OTRO SEDUCTOR DE ROSARIO Y LA CONFRONTACIÓN CON AMLO
Pero la idea y el proyecto de “Rosario, presidenta”, no había nacido por generación espontánea ni por una ocurrencia. En el 2003, siendo dirigente perredista, Rosario Robles conoció a Juan Collado, el abogado personal de los políticos más encumbrados de México, comenzando por Carlos Salinas. Collado era amigo de Carlos Ahumada y esté los conectó a ambos, que a su vez llevaron a Robles con el expresidente Salinas. Por esas fechas hubo una cena en la casa de Salinas en el Bosque de Tlalpan en la que el exmandatario elogia a Rosario y le dice que ella puede hacer grandes cosas si se decide.
Testigos de primera mano recuerdan que en la biblioteca personal de Salinas, al calor de unos vinos, el expresidente saca la banda presidencial que celosamente guarda en una vitrina y se la coloca en el pecho a Rosario Robles. “Usted, si quiere, puede ser la primera presidenta de México”, le dice el otro seductor ante el que la entonces dirigente del PRD cae rendida. Comienza ahí un proyecto político en el que todo un grupo, el de Salinas, ve una apuesta de futuro para el 2006, ante el crecimiento político que ya entonces despuntaba del entonces Jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador.
Se traza así todo un plan estratégico para posicionar a Rosario Robles como candidata presidencial, al mismo tiempo que se busca debilitar al único obstáculo que podía impedir el ambicioso proyecto: López Obrador. Se armaron así los videos que Carlos Ahumada comenzó a sacar de su videoteca personal, junto con otros producto del seguimiento del CISEN a figuras como Gustavo Ponce, el ludópata secretario de Finanzas del Gobierno del DF, a quien grabaron jugando en Las Vegas.
Mientras desde la tenebra se armaban los golpes a la imagen de Andrés Manuel, el proyecto político de Rosario y Ahumada se materializaba en la puesta en circulación de un nuevo periódico “El Independiente” para el cual, el empresario y la líder perredista, junto con su inseparable Sosamontes, echaron mano de prestigiadas plumas y voces periodísticas del diarismo y de la radio y la televisión que les ayudaron a armar y a echar andar ese proyecto que tuvo apenas unos meses de vigencia, cuando en marzo de 2004 en el programa televisivo de Brozo, estallaron los ya célebres videoescándalos con René Bejarano, estelarizando el papel del “Señor de las Ligas” y Ahumada entregándole fajos de billetes que no le cabían en la maleta.
Rosario y Ahumada terminarían salpicados y su proyecto político exhibido y destrozado, luego de que, desde el Gobierno del DF, López Obrador iniciara una investigación para destapar lo que llamaría el “compló” en su contra, con los videos con los que intentaron frenar su carrera política ascendente. El argentino terminaría huyendo de México a refugiarse en Cuba, con el apoyo de los hermanos Castro y a petición de su amigo el expresidente Salinas, mientras la Procuraduría de Justicia involucraba a diversos políticos, desde Federico Doring hasta Diego Fernández de Ceballos, en la operación de los videoescándalos.
Todavía después de que a Ahumada lo detuvieron y extraditaron desde La Habana y lo metieron al reclusorio en la Ciudad de México, Rosario llegó a visitarlo en varias ocasiones. Pero ante el embate judicial y político, la relación entre ambos terminaría y ella se diría “seducida y engañada” por el argentino preso y reconocería como un error la relación que sostuvo con él. Defenestrada, Robles renunció al PRD y se tomó un tiempo fuera, hasta que después del 2005, su amigo el expresidente Salinas la recomendó con el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto. Ahí empezó una relación que germinaría después en el proyecto presidencial de Peña y Rosario en el gabinete federal, recuperando y rehabilitando su imagen pública y su poder, ahora en un gobierno priista.
Ahumada, después de dos años en prisión, se regresó a Argentina y él y Rosario no volvieron a cruzar palabra hasta que en 2014, ya con Rosario de nuevo en la cúspide del poder y en el gabinete federal, él reapareció en México para cobrarle a su antigua compañera una deuda de 520 millones de pesos que decía haberle prestado cuando fue dirigente del PRD. La osadía del argentino provocó la ira de Robles que, olvidándose del pasado, no sólo negó la deuda sino que comenzó a defenderse de la “extorsión” de su antigua pareja. Pero Ahumada tenía un as bajo la manga: un pagaré en blanco que Rosario le había firmado en garantía, en los tiempos en que se tenían algo más que confianza, y con ese documento inició una demanda penal en Argentina.
Pero Rosario Robles ya tenía poder y en 2015, aprovechando un viaje que Ahumada hizo con su familia a Las Vegas, la secretaria pidió el apoyo de sus amigos en Gobernación y, en una escala que el avión del empresario hizo en México, Migración detuvo e interrogó al argentino, junto con su familia, para informarle que había una denuncia penal en su contra en el país por presunta extorsión, de la que lo acusaba Rosario Robles Berlanga. Ahumada sacó a su familia y enfrentó la detención momentánea del gobierno mexicano que al final lo dejó marchar a Argentina.
Desde entonces nunca más se vieron ni cruzaron palabra la mexicana y el argentino. Hoy, que podrían volver a coincidir, ya no personalmente sino en su situación jurídica, toda esa historia de romance, intrigas, traiciones, venganzas y política, queda sólo como antecedente. ¿A que traería la FGR y el gobierno de López Obrador a Carlos Ahumada de regreso a México? ¿Lo van a extraditar realmente por 1.4 millones de pesos en impuestos? Todo indica que el empresario argentino, tal como lo fue en 2004, volverá a ser un peón y un alfil en una jugada de ajedrez que lleva ya casi 30 años y en donde los dos jugadores que mueven el tablero se llaman Carlos Salinas de Gortari y Andrés Manuel López Obrador. La diferencia esta vez es que el tabasqueño parece tener preparado un Jaque Mate.
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