El “dedito” que huele a “dedazo”, con el que López Obrador apuntó la semana pasada a Claudia Sheinbaum, hizo que rechinara la frágil unidad que sostiene los acuerdos y pactos de “no agresión” entre los aspirantes de Morena en la anticipada sucesión presidencial.
El índice del presidente, con el que sin pudor señala a la jefa de Gobierno como su favorita, al tiempo que le levanta el brazo en señal de victoria mientras ella sonríe complacida y le devuelve el fervor también apuntando hacia él con su dedo índice, desató al avispero morenista que zumbaba en comentarios e interpretaciones, la mayoría de ellos soterrados y “en corto”, algunos celebrando y los más cuestionando el desliz presidencial.
Sólo hubo una voz que sobresalió del zumbido generalizado en la clase gobernante y que hizo público lo que muchos funcionarios y dirigentes de la 4T solo se atrevieron a comentar en privado o en conversaciones y chats entre ellos. El líder del Senado, Ricardo Monreal, le declaró al diario El País que Morena “debe buscar mecanismos de selección de candidatos que no separen y que no generen ruptura”, al mismo tiempo que reiteraba la petición de “piso parejo, entendimiento y reglas claras” para que el partido gobernante vuelva a ganar en 2024. “Si no hay capacidad de interpretar correctamente el momento político se corre el riesgo de no ganar la elección (presidencial). El reto es no dividir”, dijo Monreal en clara referencia a la imagen explícita del favoritismo presidencial.
Esas declaraciones le valieron al político zacatecano una andanada de reacciones, ataques y descalificaciones del ala radical de la 4T que durante todo el fin de semana le enderezaron una feroz campaña cuestionando los comentarios y declaraciones del líder senatorial. Utilizando las granjas de bots que se manejan desde una oficina de Palacio Nacional volvieron tendencia el apellido “Monreal” y tacharon al senador lo mismo de “oportunista”, “corrupto”, “berrinchudo”, además de otros adjetivos y epítetos con los que le pedían al aspirante morenista “que se vaya ya” y anticipaban que terminará siendo candidato de un partido de la derecha.
Es muy probable que los comentarios de Ricardo Monreal no hayan sido solo a título personal y que, a través del zacatecano, también se haya expresado la posición del otro aspirante que, desde el gabinete, no puede hablar ni declarar públicamente del tema, pero que igual acusó recibo de la forma en que el presidente se desvivió por mostrar a Sheinbaum como su predilecta rumbo a la sucesión. Esa otra posición sería la de Marcelo Ebrard que, aunque no dijo esta boca es mía, claramente tiene un pacto de entendimiento con Monreal en el que ambos coinciden, tal y como lo acordaron en Zacatecas el pasado mes de septiembre, en la exigencia de “piso parejo” y de que no se carguen los dados desde Palacio en favor de alguna o alguno de los aspirantes.
Por lo pronto, al ser el único que se sale del redil y que está al margen de la total subordinación incondicional del inquilino de Palacio, Monreal hizo valer su condición de candidato rebelde y dijo lo que otros morenistas y aspirantes no pudieron o no se atrevieron a declarar aunque también lo pensaran: que si los destapes reiterados y tempranos del presidente a favor de la Jefa de Gobierno continúan y son cada vez más burdos y evidentes, se confirmará que más que ocurrencias o deslices presidenciales, estamos ante signos premonitorios de una imposición que puede convertirse en el detonante de una fractura que ponga a la 4T en riesgo de perder el 2024 quizás ante uno de sus propios integrantes postulados por otros partidos.
Un cercano colaborador monrealista no dudó en identificar el origen de la tunda que le pusieron a su jefe este fin de semana y apuntó directo a cuentas identificadas con Jesús Ramírez, el polémico vocero presidencial que es además un fiel seguidor de Claudia Sheinbaum y parte de los radicales de Morena que van por el “todo o nada” y que terminarán siendo el principal factor de tensión y división para el partido gobernante.
La pregunta obligada es qué tan sólida es la pretendida “unidad” de Morena si una sola declaración del senador Monreal, pidiendo piso parejo y no dedazo en la adelantada sucesión presidencial, hizo crujir al acorazado de Palacio, mientras el capitán del barco mueve desparpajado su dedo índice que, a fuerza de apuntar y de apuntar en una misma dirección (el Palacio del Ayuntamiento que tiene enfrente) comienza a dejar cada vez más en claro que, en otra de las prácticas del viejo sistema que han regresado potencializadas y remasterizadas con las siglas de la 4T, el “dedito” ha comenzado a mutar en una nueva versión del “dedazo” de la era priista.
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