Se acuestan como ecologistas y amanecen de morenistas. Desayunan como perredistas y cenan como petistas. Llegan al vestíbulo de su sede legislativa como priístas y al ingresar al salón de plenos ya son pesistas.
Sin apegos de orden ideológico o programático, los legisladores mexicanos aguardan el momento adecuado para negociar la representación que les fue conferida –por el instituto político que los postuló y por los electores– con quien más satisfaga sus conveniencias políticas, e incluso económicas.
De acuerdo con el coordinador parlamentario del Partido Encuentro Social (PES) en San Lázaro, Jorge Arturo Argüelles Victorero, la reciente “engorda” del grupo parlamentario del Partido del Trabajo (PT) se consiguió “comprando” legisladores, al menos de su partido, con “cañonazos de 5 millones de pesos”.
El caso es que desde el arranque de la LXIV Legislatura, la coalición gobernante en la Cámara de Diputados comenzó su ensanchamiento. Originalmente formada por el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), PES y PT, dicha coalición sumaba 308 diputados. Después se sumó el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), pero también consiguió otras adhesiones. Hoy cuenta con 333 integrantes.
En el Senado, la coalición dominante, formada por los mismos partidos, sumaba 69 integrantes. Tras la suma del PVEM y adhesiones del PES alcanzó la cifra de 77 miembros.
Pero es en San Lázaro donde se ha registrado una mayor movilidad de los legisladores, una especie de mercado legislativo siempre dispuesto a las transacciones y saltos. Con ello ha vuelto también el mayoriteo, la cultura de la línea, la aplanadora.
LA GRAN BURBUJA DE SAN LÁZARO
Morena es el grupo parlamentario de la Cámara de Diputados con mayor crecimiento respecto del número de miembros que le dieron las urnas en 2018. Arrancó la legislatura con los 191 diputados y hoy cuenta con 252, es decir, 61 curules más. Llegó a un tamaño 31.93% mayor al obtenido por los sufragios.
Pero fue al inicio del segundo año, en septiembre de 2019, cuando la bancada morenista alcanzó una expansión mayor, ya que sumaba 259 miembros, 68 más de los obtenidos en los comicios, esto es, 35.60% más grande de su tamaño original.
En ningún momento, después de los reacomodos de los primeros días de la legislatura, la coalición gobernante encabezada por Morena ha perdido la mayoría absoluta (50% + 1).
Esas dimensiones permiten a Morena dominar o tener mano en los órganos de gobierno de San Lázaro, como la Mesa Directiva, la Junta de Coordinación Política y la Conferencia para la Dirección y Programación de los Trabajos Legislativos (CPPTL), lo que les da el control de las sesiones, en decisiones políticas y administrativas, y en la agenda del órgano deliberativo.
También, desde luego, dotó a ese grupo parlamentario de la capacidad para encabezar y ser mayoría las mesas directivas del máximo número posible de comisiones legislativas.
De hecho, era tal la euforia del morenismo al inicio de la Legislatura, que en los primeros días, el coordinador del grupo, Mario Delgado, afirmó que su partido podría presidir la Mesa Directiva los tres años de la Legislatura. Pero era una pretensión violatoria de la reglamentación.
PROVEEDORES
Los principales proveedores de curules extras para Morena han sido sus socios electorales de 2018, el PT y el PES, que salieron de la elección con más de medio centenar de diputados cada cual.
El desempeño electoral de esas organizaciones fue peor que mediocre, pues sólo en siete de los distritos electorales que ganó la coalición encabezada por Morena en 2018 –según análisis del consejero electoral Ciro Murayama– fueron determinantes la suma de votos del PT y/o el PES. Este último, de hecho, como se recordará, perdió el registro como partido al quedar por debajo de la meta legal.
Aunque estas organizaciones no aportaron votaciones significativas a las fórmulas encabezadas por Morena, sí se beneficiaron de la derrama de sufragios captados por ese partido, es decir, por compartir el mismo recuadro en la boleta electoral.
Al final, dicha derrama se tradujo en doble ganancia para esos partidos pequeños: financiamiento público mayor al que podrían haber conseguido solos y más legisladores plurinominales.
Por su parte, el partido mayoritario de la fórmula electoral, Morena, amplió el tamaño de su coalición parlamentaria con el excedente de plurinominales de los partidos rémora.
PT: EL MÁS ELÁSTICO
El PT salió de la elección con 61 diputados federales, pero al cuarto día de la Legislatura ya había perdido más del 50% de su representación, pues transfirió 32 curules a Morena. Se quedó con 29 legisladores y alcanzó una estabilidad de 28 miembros del grupo parlamentario que sostuvo durante el segundo año de la legislatura.
Pero al aproximarse el tercer año legislativo, el PT reapareció con 43 miembros. Había conseguido diputados entre integrantes del PES, del PRD, e independientes. De acuerdo con los ordenamientos internos del cuerpo parlamentario en cuestión, su Mesa Directiva debe ser presidida de acuerdo con el tamaño de cada fracción, en orden descendente. De modo habría correspondido al PRI, que contaba con 46 diputados para esas fechas.
Presuntamente atizadas desde el Ejecutivo, según versiones de prensa, las pretensiones del diputado Gerardo Fernández Noroña de convertirse en presidente de la dicha Mesa Directiva le llevaron a efectuar una repesca entre diputados sin partido, perredistas, pesistas y morenistas.
Sus números finales le fueron insuficientes para satisfacer el frenesí de sus aspiraciones, pues sumó 46 diputados. En tanto, el PRI también se aplicó y consiguió dos diputados más, llegando a 48, lo que determinó la llegada de Dulce María Sauri Riancho a la posición en disputa.
PRI: LA DEUDA CON MORENA
Los priístas salieron de los comicios con 45 diputados. Pero al arranque del primer periodo, a los tricolores se les sumaron dos diputados que había obtenido el desparecido Partido Nueva Alianza (PANAL) y llegaron a 47 integrantes.
Lo que nadie esperaba es que su ya mermado tamaño pudiera contraerse aún más. Pero el amor y el desamor muchas veces llegan por sorpresa y se les fue en febrero la diputada sonorense Irma Terán Villalobos.
Terán Villalobos es una empresaria transportista de 33 años, hija de Vicente Terán e Irma Villalobos, quienes han sido alcaldes de Agua Prieta en repetidas ocasiones. Llegó al Congreso federal por el PRI, en los algodones de una candidatura plurinominal. Pero en febrero de este año pasó al PES, tras casar en segundas nupcias, precisamente con el coordinador de ese grupo parlamentario en San Lázaro, el empresario aeronáutico morelense, Jorge Arturo Argüelles Victorero.
Es por ello que a Irma Terán se le conoce como “la diputada que traicionó al PRI por amor”. Pero también tuvo motivos concretos. En la bancada tricolor, Irma no tenía ninguna posición de relevancia, ni en la coordinación del grupo parlamentario ni en comisiones legislativas. En cambio, en cuanto ingresó al PES, obtuvo dos secretarías de comisión: la de Salud y la de Asuntos de la Frontera Norte.
El caso es que, tras la salida de la sonorense, el PRI quedó únicamente con 46 diputados federales. Por tanto, el pasado mes de agosto, en vísperas del inicio del tercer año de la legislatura, cuando el diputado Fernández Noroña alcanzó a reunir un número semejante de diputados bajo los gallardetes rojos del petismo, la amenaza de que el tricolor fuese desplazado del tercer sitio parecía muy real.
Fue Morena quien cedió dos diputados de su coalición: Sergio Alcántara Núñez y Óscar Bautista Villegas, ambos del PVEM, se integraron al PRI en esa coyuntura.
LA BANCADA DE PÍO
La fórmula de asociarse con partidos rémora ya había sido explotada bajo los dominios del PAN y del PRI, tanto con el PANAL como con el PVEM.
Pero la asociación de Morena con el PVEM fue extracomicial. Antes de las elecciones, el PVEM y Morena habían desarrollado una relación cuyas corrientes transmisión eran, por un lado, operadores políticos del movimiento obradorista y, por otro, el gobierno pevemista de Chiapas.
Una de los testimonios más contundentes de dicho vínculo fue la videograbación de Pío López Obrador, hermano del presidente, recibiendo dinero de David León Romero, entonces jefe de prensa del gobernador chiapaneco, Manuel Velasco Coello, aunque León aseguró que era consultor privado. El propio León Romero ubicó esos hechos en 2015.
En julio de ese año, la entonces diputada suplente de Morena, Bennelly Jocabeth Hernández Ruelas, y dos acompañantes, de nombre María Lizeth Semenow Ayala y Sofía Olvera Castro, fueron detenidas en el aeropuerto de Tapachula, Chiapas, con un millón de pesos en efectivo, que transportaban en una maleta rotulada con el nombre de Ricardo Monreal, que entonces era jefe delegacional electo de la demarcación de Cuauhtémoc.
Al asumir funciones, el zacatecano nombró a Bennelly como directora general de Desarrollo Social de la delegación. Después se filtró el audio de una conversación entre Monreal y el gobernador Velasco Coello, donde este asegura que ya dio instrucciones para que las colaboradoras de Monreal fueran liberadas sin mayor problema.
Pero también se difundieron, con menos estruendo, fotografías tomadas presuntamente en ese mismo año, en las que aparece Pío López en reunión con el secretario de Gobierno de esa entidad, Eduardo Ramírez, actual senador del grupo parlamentario de Morena.
Más tarde, en 2017, Velasco Coello destinó recursos del gobierno del estado para impulsar el despegue de las Guacamayas de Palenque, equipo de béisbol propiedad de Pío López Obrador, como lo documentó EMEEQUIS a principios de este año. El gobernador pevemista incluso acudió a inaugurar las nuevas luminarias del estadio entonces recién remodelado “Luis Anzaldo Arroyo”, sede de la escuadra pelotera.
De modo que para 2018, cuando Pío López Obrador era coordinador de la campaña presidencial de su hermano en Chiapas, la relación con Velasco Coello era más que sólida y derivó en la alianza parlamentaria posterior a la elección.
No obstante, en el PVEM participó en las elecciones al lado del PRI. Obtuvo solamente 16 diputaciones, pero tras el reacomodo de los días iniciales de la legislatura, transfirió a cinco de sus legisladores a Morena: Francisco Elizondo Garrido, Nayeli Fernández Cruz, Patricia Peralta de la Peña y Erika Rosas Uribe.
Pero en los hechos, toda la bancada se sumó a Morena, e incluso participan en las reuniones plenarias del partido dominante.
PES, DÓCIL PERDEDOR
A propósito de los esfuerzos del grupo parlamentario del PT para ampliar su tamaño, en los prolegómenos del arranque del último año de la legislatura, el coordinador pesista en San Lázaro, Arturo Argüelles Victorero, reveló que dicho partido había comprado a cinco legisladores de su grupo con “cañonazos” de 5 millones de pesos, además de promesas de posiciones y postulaciones.
Criticó la “adquisición” como una maniobra “corriente y con el tacto político de un elefante”. Los aludidos, María Rosete, Elba Lorena Torres, Olga Juliana Elizondo y José Luis García Duque, se dijeron indignados, ya amenazaron con denunciar a Argüelles ante el Comité de Ética de la Cámara. Lo cierto es que el PES quedó con sólo 24 de los 56 diputados que tenía originalmente.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
A partir de 1986, con la gran escisión priísta de la Corriente Democrática, el sistema mexicano de partidos experimentó una serie de migraciones de militancia entre partidos, algunas a cuentagotas, otras masivas.
En la primera época, la renuncia al PRI para postularse por el PRD o el PAN resultaba muy efectiva para obtener una suerte de legitimidad y obtener resultados positivos. El método se desgastó hacia los noventa.
Ya en la renovación congresional de 1997 se registraron las primeras migraciones de legisladores en funciones: electos por el PRI, Layda Sansores, en el Senado, y Alejandro Rojas, en la Cámara de Diputados, renunciaron al tricolor para sumarse al PRD. Hoy ambos son morenistas.
A partir de entonces se normalizó la práctica de “adquirir” diputados o senadores en funciones, regularmente para engrosar la bancada del partido dominante o en el poder, generalmente al inicio de cada legislatura. La filtración de versiones verosímiles sobre la compra de esos legisladores acompañaba habitualmente dichos procesos.
Pero nunca ocurrieron con grupos tan amplios de legisladores, de manera tan constante, a lo largo de una legislatura, con el propósito confeso de armar mayorías a despecho de cualquier prurito ideológico o programático. Con el ir venir de un partido a otro de los mismos parlamentarios dentro de un mismo periodo legislativo, e incluso con dedicatoria específica y pública de obtener el control de un órgano de gobierno o la aprobación una ley determinada.
fuente.-@estedavid
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