“Lo que no se vale es que no nos informen”, dice, con toda razón, el presidente López Obrador respecto de la captura del general Cienfuegos, en octubre de 2020, con una orden de arresto emitida en agosto de 2019, fundada en una investigación de la DEA.
Tampoco se vale, y esto desde el principio de los tiempos, que las agencias de inteligencia estadunidenses, la DEA en particular, operen clandestinamente en el país sin rendir cuentas más que a ellos mismos.
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS ?:
Nadie sabe cuántos son, qué hacen, a quién vigilan, qué teléfonos intervienen, de cuántos operativos letales son responsables, cuántas violaciones de derechos humanos hay en su haber dentro de suelo mexicano, cuánta complicidad y cuánta responsabilidad tienen en la violencia que asola México.
Dicen tener miles de mensajes y llamadas telefónicas intervenidas de Cienfuegos o sobre Cienfuegos. ¿Obtuvieron alguna autorización judicial para intervenir todas esas llamadas?
Nadie pretende que estas agencias operen en México en casa de cristal. Pero la autonomía con que operan, a espaldas de sus pares mexicanos, es una barbaridad.
El resultado neto de la subordinación mexicana a esas agencias en materia de lucha contra narcotráfico no puede haber sido más funesta. No ha contribuido a arreglar nada. Por el contrario, aquí, como en Colombia, la estrategia punitiva de la DEA, consistente en matar o capturar a los jefes de las bandas criminales, no ha tenido otro resultado visible que convertir a México en un matadero.
Desde 1985, con un par de excepciones, México ha capturado o matado a todos los capos del narco que ha querido la DEA: Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo, Rafael Caro Quintero, Amado Carrillo Fuentes, Vicente Carrillo Fuentes, Héctor El Güero Palma, Joaquín El ChapoGuzmán, Juan N. Guerra, Juan García Ábrego, Osiel Cárdenas Guillén, todos los hermanos Arellano Félix, todos los hermanos Beltrán Leyva, los jefes de Los Zetas, de La Familia Michoacana, de Los Caballeros Templarios, el H2, El Mencho...
Nada de eso ha impedido el paso de droga a Estados Unidos, objetivo declarado de la DEA. Nuestro país, en cambio, se ha llenado de sangre y de oprobio.
Más de 300 mil muertos después, esto debe terminar.
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