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domingo, 18 de agosto de 2019

"CREEPY,CRIPA o CRIPY" : LA POTENTE "MOTA COLOMBIANA" CARGADA de "THC"...su efecto es mayor,pero también mas corto.

Si bien en Colombia abundan los sembrados de coca, las montañas del departamento de Cauca están cubiertas por otro cultivo ilegal: una potente variedad de marihuana.
Estas lucrativas cepas de cannabis, conocidas en general como “creepy”, “cripa” o “cripy” están siendo cultivadas en grandes cantidades por los agricultores, vendidas por bandas locales y traficadas por poderosos grupos criminales que han llegado a controlar su cultivo y el transporte a países vecinos.
Lo que distingue a la creepy de otras variedades de marihuana son sus altos niveles de la droga psicoactiva THC. Mientras que las concentraciones de THC de la marihuana normal son de alrededor de un dígito, la marihuana creepy contiene entre 15 y 25 por ciento de dicha sustancia, como lo señala Juan Daniel Gómez, profesor de neurociencia de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Además produce un efecto diferente: “Su efecto es mucho mayor, pero también más corto”, dice Gómez.
Aunque todavía no está claro si estas poderosas cepas de marihuana son dañinas, es bien sabido que el THC puede agravar las condiciones psiquiátricas. Gómez dice que el uso de creepy o marihuana de alto octanaje -como también se le conoce- se ha disparado a nivel local, y que las clínicas de adicción en Colombia están recibiendo cada vez más pacientes consumidores de esta droga.
“Lo que me sorprende es que prácticamente ya no se puede conseguir marihuana normal”, agrega el profesor.
El auge de la marihuana en Colombia se concentra sobre todo en Cauca, departamento a orillas del océano Pacífico cuya capital es la ciudad colonial de Popayán. Los desolados municipios montañosos de la zona norte del departamento proporcionan un terreno fértil para su cultivo. Según el Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), Cauca tuvo una producción de 233 hectáreas de marihuana en 2016. Sin embargo, esa cifra puede ser mayor, dado que en Colombia no se ha desarrollado un método para el conteo de los cultivos de marihuana, como lo señala el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC), en su informe de 2016.
Más de 6.000 agricultores se dedican al cultivo de marihuana en Cauca, bien sea en parcelas familiares de unos pocos cientos de plantas o en extensiones de cuatro o cinco hectáreas controladas por grupos del narcotráfico, según dijo a InSight Crime un ingeniero agrícola que trabaja en el cultivo de marihuana. La parcela promedio tiene cerca de 2.000 plantas, y una libra de marihuana cuesta entre 30.000 y 100.000 pesos colombianos (entre US$9 y 45), dependiendo de los rendimientos de los cultivos, dice el experto.
Los grupos indígenas locales fueron los primeros en cultivar cannabis en la región, y las leyes de su comunidad les permiten hacerlo. Las potentes cepas que más tarde llegaron a ser conocidas como creepy comenzaron a llegar desde Europa a principios de la década de 1980, pero no fue hasta la década de 2000 que su cultivo realmente despegó, gracias a la inversión de grupos traficantes. “Se salió de control”, afirma el ingeniero agrícola.
La bonanza de la creepy ha atraído a actores criminales de todo tipo. Las bandas locales trafican marihuana a ciudades colombianas, mientras que grupos armados ilegales como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (ex-FARC mafia) cobran “vacunas” por el transporte y la venta de la droga. Según Semana Rural, una célula de disidentes de las FARC en el norte del Cauca cuenta con unos 200 hombres.
Los grandes traficantes transportan camiones con hasta 3.000 libras de marihuana, afirma la fuente. “Los narcotraficantes tienen casi todo comprado”.
Los grupos criminales también han vuelto a traer la violencia a la región, ya que luchan por el control de los cultivos ilícitos, que incluyen además la coca y la amapola. En 2019, más de 30 líderes indígenas han sido asesinados en el norte del Cauca, y han aparecido panfletos —firmados por diferentes actores— con amenazas contra ellos.
“Todo esto nos ha quitado la paz”, dice un líder indígena en el informe de Semana. “Crimen, robo, asesinatos todos disparados”.

El tráfico

En el mes de junio, las autoridades colombianas incautaron más de 500 kilos de creepy; varias de estas incautaciones se llevaron a cabo en la ciudad caribeña de Barranquilla. La droga estaba oculta en cargamentos de zapatos, ropa y productos agrícolas. Los traficantes ocultaron además 75 kilos de la droga en marcos metálicos, los cuales contenían mayonesa, salsa de tomate y café para encubrir el olor a marihuana, pero un perro entrenado desenmascaró la treta.
La marihuana iba dirigida en su gran parte a una banda conocida como “Los Costeños”, que controla puntos de narcotráfico en la ciudad y en sus alrededores, como lo señala un informe de El Heraldo. Por otro lado, en Medellín, según El Colombiano, las mafias locales agrupadas en la federación criminal conocida como Oficina de Envigado se encargan de la venta y distribución de la marihuana creepy.
Grandes cantidades de la droga han comenzado a ser traficadas. En abril de 2018 se descubrieron más de 3.500 kilos en un camión cisterna en un puesto de control al norte del Cauca. En el departamento se incautaron recientemente 1,5 toneladas de marihuana, envueltas en cinta marrón y estampadas con las caras de Osama Bin Laden y Pablo Escobar.
Los grandes cargamentos viajan a otros países por las rutas de cocaína ya establecidas, como las dominadas por grupos narcotraficantes de la ciudad de Santa Marta, en la costa Caribe. Desde allí la marihuana es enviada por barco a Trinidad y Tobago y Centroamérica, donde se vende hasta por US$4.000 el kilo. Los traficantes incluso han transportado la droga con cocaína. En Bolivia, las autoridades descubrieron casi 200 kilos de marihuana creepy, junto con unos 120 kilos de pasta de cocaína, rastreando un helicóptero hasta una pista de aterrizaje clandestina.
Cada mes cruza a Venezuela hasta una tonelada de marihuana proveniente de Colombia. La droga suele estar oculta en sacos de azúcar o al interior de maquinaria, y se transporta a bordo de camiones de carga que llegan a la costa norte de Venezuela, donde es subida a pequeñas embarcaciones que se dirigen a otros puntos del Caribe.
La marihuana enviada a Brasil desde Cauca viaja hacia el este a través de la región amazónica. En julio, las autoridades desmantelaron un grupo criminal, conocido como Los Puntilleros, que transportaba en camión tres toneladas de droga cada mes por esta ruta, para finalmente entregársela a la poderosa pandilla brasileña Familia del Norte (FDN).
La creepy colombiana ha llegado al sur incluso hasta Chile, pasando por Ecuador y Perú, según el Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Estupefacientes 2019, del Departamento de Estado de Estados Unidos. Allí se vende por hasta US$5.000 el kilo.

Pueblos agrícolas

En el norte del Cauca se ubican cuatro pueblos que ocupan una zona de unos 80 kilómetros con plantaciones de marihuana. Entre Miranda, Corinto, Toribío y Jambaló tienen una población de unas 100.000 personas, casi la mitad de las cuales viven en zonas rurales.
El ingeniero agrícola consultado por InSight Crime dice que hasta el 70 por ciento de las familias e indígenas que habitan las zonas rurales de dichos pueblos viven del cultivo de marihuana.
Cultivar este potente cannabis no es sencillo, pero con el tiempo los agricultores del Cauca se han “especializado en su cultivo”, afirma el ingeniero. Las luces nocturnas que favorecen el crecimiento de las plantas son ahora tan comunes, que cuando oscurece las colinas parecen llenas de “alumbrados navideños”, dice.
Para detener el cultivo del cannabis ilegal, los funcionarios colombianos han ordenado cortar el servicio de electricidad de la región durante la noche. Sin embargo, a finales del mes pasado los residentes de Corinto y Miranda protestaron por los apagones, bloqueando las carreteras y evitando que empleados de las subestaciones de energía llegaran a sus trabajos. Incluso se enfrentaron a la policía local.
El ingeniero indica que sería mejor que el Gobierno encontrara una manera de trabajar con los agricultores, bien sea mediante el cultivo de marihuana para usos legales o a través de programas de sustitución de cultivos.
Apagar las luces no cambiará mucho las cosas, afirma. “La marihuana está en todas partes”.

fuente.-

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