En la cultura popular se dice que un estornudo ocurre porque alguien está hablando a espaldas de otra persona. De ser cierta esta creencia, el exjefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera debe tener con un tremendo resfriado desde hace dos semanas y, por eso, no deja de buscar afanosamente quién y qué están diciendo sobre él.
Desde hace 15 días, personal del Senado de la República cercano al perredista cuenta que lo han visto muy nervioso e intentando, sin éxito, cobrar viejos favores a cambio de poder escuchar los testimonios de sus antiguos colaboradores, hoy detenidos por presuntos actos de corrupción y que están colaborando con la justicia a cambio de penas reducidas.
A Miguel Ángel Mancera, dicen, se le ha visto con una ansiedad poco usual: comiendo mucho, desvelado —incluso para sus largas jornadas de trabajo— y cometiendo errores de novato, como hablar por teléfono en lugares públicos pidiendo a sus amigos en altos puestos que le permitan echar una oreja a los expedientes sobre desvío de recursos durante su administración en la capital mexicana.
El último de esos viejos amigos que tiene preocupado a Miguel Ángel Mancera es su tocayo, Miguel Ángel Vázquez, quien fue subsecretario de Administración y Capital Humano de la Secretaría de Finanzas del gobierno local. Uno de esos burócratas con un cargo aparentemente menor, pero con un apodo que revela su importancia en el gobierno: “El Zar de la Nómina”.
Por las manos de Miguel Ángel Vázquez pasaba el presupuesto para pagar a más de 320 mil servidores públicos de diferentes dependencias y áreas, así como las contrataciones del gobierno local y su relación con poderosos y millonarios sindicatos.
Era, en los hechos, el cadenero que decidía quién entraba, o no, al Gobierno de la Ciudad de México y qué tan grande iba a ser su cheque al final de la quincena.
DE BEJARANISTA A MANCERISTA
“El Zar de la Nómina” comenzó su carrera en la administración pública como pupilo de René Bejarano, hasta que en 2007 avizoró un futuro brillante para el joven Miguel Ángel Mancera y se pegó a él para abrirle paso en el perredismo hasta llevarlo a la jefatura de Gobierno; en agradecimiento, su tocayo lo nombró subsecretario de Administración y Capital Humano.
Pero el futuro sólo fue bueno con uno de los Miguel Ángel, pues en 2018 Mancera aseguraría fuero constitucional como senador y Vázquez se colocaría en la mira de las autoridades por operaciones financieras irregulares. Y en febrero de 2020, “El Zar de la Nómina” fue detenido y enviado al Reclusorio Norte por delitos cometidos por servidores públicos y uso indebido de atribuciones y facultades, pero el 22 de septiembre fue liberado y regresado a su casa para seguir su proceso judicial en una cómoda prisión domiciliaria.
La fiscalía chilanga confirmó que, a cambio de ese beneficio, Miguel Ángel Vázquez ha prometido entregar documentos, cuentas de banco y nombres de quienes le ordenaron y ayudaron a desviar cerca de mil millones de pesos en el gobierno de su tocayo.
El testimonio —o confesión— de Miguel Ángel Vázquez no va solo, pues en el mismo caso de desvío de recursos está implicada su pareja sentimental, Berenice Guerrero Hernández, exsubsecretaria de Planeación Financiera de la Secretaría de Finanzas, también detenida. Juntos intentarían evitar décadas en prisión entregando a sus superiores.
Miguel Ángel Mancera está seguro que su nombre ya apareció en varias ocasiones a lo largo de ese testimonio incriminador. La duda no es esa, sino en qué contexto lo dijo y si su viejo amigo traicionará el pacto de silencio y lo señalará como el máximo jefe de ese esquema de defraudación al erario.
Medio en broma y medio en serio, la gente del Senado de la República dice sobre esos nervios crispados que se le notan al exjefe de Gobierno que, justo para momentos como éstos, es que a Miguel Ángel Mancera le sería muy útil ese presunto aparato de espionaje clandestino que montó durante su sexenio en el edificio 15 de la calle Manuel Márquez Sterling, en el Centro Histórico de Ciudad de México, y por el cual también es investigado.
MANTÉN CERCA A TUS AMIGOS...
Lo que diga Miguel Ángel Vázquez es sólo uno de los muchos problemas que enfrenta el senador perredista. Otro grave, por ejemplo, es la investigación que se lleva dentro de la fiscalía capitalina contra el llamado “Cártel Inmobiliario”, es decir, una red de corrupción y lavado de dinero que empleaba constructoras con permisos irregulares para enriquecer a funcionarios del anterior gobierno local.
Y en ese expediente están las declaraciones secretas de otros de sus viejos colaboradores —también detenidos— como Edgar Tungüí, su secretario de Obras y excomisionado para la Reconstrucción tras el sismo del 19 de septiembre de 2017, y de Jorge Eduardo Herrera, entonces director general de Construcción de Obra Civil en la Secretaría de Obras.
El exjefe de Gobierno también debería estar atento a Raymundo Collins, extitular del Instituto de Vivienda de la Ciudad de México, quien cuenta con una orden de aprehensión por presuntos desvíos durante la administración anterior y quien se ha salvado de ser detenido tras coleccionar amparo tras amparo bajo el brazo.
Raymundo Collins habría participado en una red de servidores públicos que construían viviendas de interés social a un costo más bajo de lo reportado y con materiales de baja calidad para quedarse con el dinero sobrante, una bolsa millonaria que derivarían a las cuentas bancarias de altos funcionarios de la capital mexicana.
En esa red también estaría Fernando Javier Linares, exdirector de Asuntos Jurídicos del Instituto de Vivienda de la Ciudad de México, quien ya fue detenido por el presunto uso ilegal de atribuciones y facultades y podría buscar una pena reducida a cambio de colaborar con la justicia y revelar quiénes encabezaban esa red.
Otro lío es lo que haya dicho Francisco Alejandro García Robles, hoy detenido y exdirector de Instrumentos para el Desarrollo Urbano de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, quien presuntamente encabezaba una red de alto nivel de desvío de recursos.
Y decenas de funcionarios más que estarían deseosos de revelar quiénes en lo alto del Palacio del Ayuntamiento cobraban millones de pesos que extraían del erario público.
EL AMIGO QUE SABE LOS SECRETOS
Pero el testimonio más temible de todos —sólo después del “Zar de la Nómina”— es el de Luis Serna, exsecretario particular de Miguel Ángel Mancera en sus tiempos de jefe de Gobierno y guardián de los secretos del perredista.
Luis Serna actualmente es investigado por la Fiscalía General de la República y por la Unidad de Inteligencia Financiera como el presunto líder de una red de prestanombres para desviar más de 100 millones de pesos de las finanzas de la Ciudad de México hacia sus bolsillos y los de sus familiares.
La hipótesis más fuerte entre los investigadores de Santiago Nieto es que Luis Serna no sólo guardó millones de pesos para su riqueza personal, sino que lo habría hecho para financiar una eventual candidatura presidencial de Miguel Ángel Mancera, lo que permitiría a la justicia mexicana vincular al exjefe de Gobierno con ese dinero sucio.
Actualmente, Luis Serna cuenta con un amparo para evitar ser detenido y enviado a prisión por defraudación fiscal, peculado, lavado de dinero y delincuencia organizada, pero si un día su amparo vence —o no puede renovarlo— será aprehendido y entonces se enfrentará a la disyuntiva de acusar a sus cómplices o salvarlos.
Cada detención de un excolaborador pone más nervioso a Miguel Ángel Mancera, quien sabe que en menos de tres años saldrá del Senado de la República y perderá el fuero constitucional.
Le urge escuchar lo que dicen de él, en cuántos desvíos lo implican y qué tan contundentes serían las pruebas de sus viejos amigos. Mientras tanto, dicen que en el Senado de la República se le mira nervioso y cansado, preocupado porque está desconectado frente a las investigaciones que lo implican.
¿Está resfriado el senador Mancera o están hablando mucho de él a sus espaldas?
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