Los científicos que inicialmente advirtieron sobre las superficies contaminadas ahora dicen que el virus se propaga principalmente a través de gotículas inhaladas, y que hay poca o ninguna evidencia de que la limpieza profunda mitigue la amenaza en interiores
En el aeropuerto desierto de Hong Kong, los equipos de limpieza rocían constantemente con soluciones antimicrobianas los carritos de equipaje, los botones de los ascensores y los mostradores de facturación. En Nueva York, los trabajadores de la ciudad desinfectan continuamente las superficies de los autobuses y el metro. En Londres, muchos pubs gastaron enormes cantidades de dinero en la limpieza intensiva de superficies para volver a abrir después del confinamiento, antes de volver a cerrar en noviembre.
En todo el mundo, los trabajadores enjabonan, limpian y fumigan las superficies con un propósito urgente: luchar contra el coronavirus. Pero los científicos dicen cada vez más que hay poca o ninguna evidencia de que las superficies contaminadas puedan propagar el virus. En espacios interiores abarrotados como los aeropuertos, dicen, el virus que es exhalado por las personas infectadas y que permanece en el aire es una amenaza mucho mayor.
Lavarse las manos con agua y jabón durante 20 segundos —o con un desinfectante en ausencia de jabón— sigue siendo recomendable para detener la propagación del virus. Pero fregar las superficies no ayuda mucho a mitigar la amenaza del virus en los interiores, dicen los expertos, y se insta a las autoridades sanitarias a que se centren en mejorar la ventilación y la filtración del aire interior.
“En mi opinión, se desperdicia mucho tiempo, energía y dinero en la desinfección de superficies y, lo que es más importante, se desvían la atención y los recursos de la prevención de la transmisión aérea”, dijo Kevin P. Fennelly, especialista en infecciones respiratorias de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos.
Una falsa sensación de seguridad
Algunos expertos sugieren que Hong Kong, una ciudad atestada de 7,5 millones de residentes y una larga historia de brotes de enfermedades infecciosas, es un caso de estudio para el tipo de operación de limpieza dramática que da a la gente común una falsa sensación de seguridad sobre el coronavirus.
La Autoridad Aeroportuaria de Hong Kong ha utilizado un “canal de desinfección de cuerpo entero” similar a una cabina telefónica para rociar a los miembros del personal del aeropuerto en las áreas de cuarentena. La cabina —que según el aeropuerto es la primera en el mundo y se usa en pruebas solo con su personal— es parte de un esfuerzo total para hacer de la instalación un “entorno seguro para todos los usuarios”.
Tales exhibiciones pueden ser reconfortantes para el público porque parecen mostrar que los funcionarios locales luchan contra la COVID-19. Pero Shelly Miller, una experta en aerosoles de la Universidad de Colorado en Boulder, dijo que la cabina no tiene sentido práctico desde el punto de vista del control de infecciones.
Los virus se emiten a través de actividades que rocían gotículas respiratorias: hablar, respirar, gritar, toser, cantar y estornudar. Y los aerosoles desinfectantes suelen estar hechos de sustancias químicas tóxicas que pueden afectar significativamente a la calidad del aire interior y a la salud humana, dijo Miller.
“No puedo entender por qué alguien pensaría que desinfectar a una persona completa reduciría el riesgo de transmitir el virus”, dijo.
‘El teatro de la higiene’.
Una serie de enfermedades respiratorias, incluyendo el resfriado común y la gripe, son causadas por gérmenes que pueden propagarse desde superficies contaminadas. Así que cuando el brote de coronavirus surgió el invierno pasado en el territorio continental chino, parecía lógico suponer que estos llamados fómites eran un medio primario para que el patógeno se propagara.
Los estudios pronto encontraron que el virus parecía sobrevivir en algunas superficies, incluyendo el plástico y el acero, hasta tres días. (Los estudios mostraron más tarde que es probable que gran parte de esto sean fragmentos muertos del virus que no son infecciosos). La Organización Mundial de la Salud también hizo hincapié en la transmisión por superficie como un riesgo, y dijo que la propagación por aire solo era preocupante cuando los trabajadores de la salud se dedicaban a ciertos procedimientos médicos que producen aerosoles.
Sin embargo, cada vez había más pruebas científicas de que el virus podía permanecer en el aire durante horas en pequeñas gotículas en el aire estancado e infectar a las personas cuando inhalaban, en particular en espacios interiores abarrotados y con escasa ventilación.
En julio, un ensayo en la revista médica The Lancet argumentó que algunos científicos habían exagerado el riesgo de infección por coronavirus de las superficies sin tener en cuenta las pruebas de los estudios de sus primos estrechamente relacionados, incluido el SARS-CoV, el impulsor de la epidemia de SARS de 2002-03
“Esta es una evidencia extremadamente fuerte de que, al menos para el virus original del SARS, la transmisión por fómites fue como mucho muy menor”, dijo el autor del ensayo, el microbiólogo Emanuel Goldman de la Universidad de Rutgers, en un correo electrónico. “No hay razón para esperar que el pariente cercano SARS-CoV-2 se comporte de manera significativamente diferente en este tipo de experimento”, agregó, refiriéndose al nuevo coronavirus.
Unos días después de que se publicó el ensayo de Goldman en Lancet, más de 200 científicos pidieron a la Organización Mundial de la Salud que reconociera que el coronavirus podría propagarse por el aire en cualquier ambiente interior. Cediendo a la enorme presión pública sobre el tema, la agencia reconoció que la transmisión por aerosol en interiores podría conducir a brotes en lugares interiores mal ventilados como restaurantes, clubes nocturnos, oficinas y lugares de culto.
Para octubre, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, que habían mantenido desde mayo que las superficies “no son la principal forma de propagación del virus”, decían que la transmisión de gotículas respiratorias infecciosas era el “modo principal” a través del cual lo hace.
Pero para entonces, la paranoia de tocar cualquier cosa, desde pasamanos hasta bolsas de supermercado, había desaparecido. Y el instinto de fregar las superficies como precaución contra la covid —“el teatro de la higiene”, como lo llamó la revista The Atlantic— ya estaba profundamente arraigado.
“Mi compañero de tenis y yo hemos dejado de darnos la mano al final de un partido, pero, ya que he tocado las pelotas de tenis que él ha tocado, ¿qué sentido tiene?”, escribió Geoff Dyer en marzo, en un ensayo para la revista The New Yorker que capturó el zeitgeist germofóbico.
De Nairobi a Milán y a Seúl, los limpiadores enfundados en trajes para lidiar con materiales peligrosos fumigan las áreas públicas a pesar de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud de que los productos químicos podrían hacer más daño que bien.
En Hong Kong, donde 299 personas murieron durante la epidemia original de SARS, los botones de los ascensores suelen estar cubiertos de plástico que se limpia varias veces al día. El personal de algunos edificios de oficinas y metros limpia los pasamanos de las escaleras mecánicas con trapos desinfectados cuando los viajeros suben. Los limpiadores han cubierto los lugares públicos con revestimientos antimicrobianos y han añadido una flota de robots para limpiar las superficies de los vagones de metro.
Varios científicos de Hong Kong insisten en que la limpieza profunda no puede hacer daño, y apoyaron las estrictas reglas de distanciamiento social del gobierno y su insistencia durante meses en el uso de mascarillas de forma casi universal.
Procter & Gamble dijo que las ventas de sus productos de limpieza personal crecieron más del 30 por ciento en el trimestre que terminó en septiembre, con un crecimiento de dos dígitos en todas las regiones del mundo, incluyendo más del 20 por ciento en China.
¿Qué pasa con el aire?
La carga de la COVID-19 en Hong Kong —más de 5400 casos confirmados y 108 muertes— es relativamente bajo respecto a cualquier ciudad. Sin embargo, algunos expertos dicen que ha sido lenta para abordar los riesgos de la transmisión de aerosoles en interiores.
Desde el principio, los funcionarios públicos exigieron a los restaurantes de Hong Kong que instalasen separadores entre las mesas, el mismo tipo de protección endeble, y esencialmente inútil, que se utilizó en el debate de la vicepresidencia de EE.UU. en octubre.
Sin embargo, como las autoridades de Hong Kong han flexibilizado gradualmente las restricciones a las reuniones en interiores, incluso permitiendo fiestas de bodas de hasta 50 personas, existe el temor de posibles nuevos brotes en interiores.
Algunos expertos dicen que les preocupa especialmente que las gotas de coronavirus puedan propagarse a través de los conductos de ventilación de las oficinas, que están abarrotadas porque la ciudad aún no ha desarrollado una cultura sólida de trabajo a distancia.
“La gente se quita las mascarillas para almorzar o cuando regresa a su cubículo porque asume que su cubículo es su espacio privado”, dijo Yeung King-lun, profesor de ingeniería química y biológica de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong.
“Pero recuerda: el aire que respiras es básicamente comunitario”.
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