Con las primeras vacunas contra la covid-19 a punto de recibir aprobación, el siguiente reto es distribuirlas y decidir qué segmentos de población deben ser los primeros en recibirlas. Varios Gobiernos europeos, incluido el español, han indicado que los grupos de riesgo (mayores y personas con patologías) irán en cabeza.
Un trabajo dirigido por el español Jorge Rodríguez, de la Universidad Khalifa de Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), cuestiona ese criterio. Su modelo sugiere que dar prioridad a las personas que más interactúan, como trabajadores esenciales y jóvenes, multiplicaría la efectividad de la vacuna al reducir las infecciones y la mortalidad tanto entre los vacunados como entre quienes entran en contacto ellos.
“Nuestros resultados contradicen los planes de vacunación para la población general y recomiendan casi la secuencia contraria por edades a la que se está proponiendo”, afirma Rodríguez (Lugo, 1977) durante una entrevista en Dubái, al aire libre y cubierto con la preceptiva mascarilla. “Si la vacuna es también eficaz contra la transmisión [de la covid-19], nuestro modelo indica, de forma inequívoca, que la vacunación prioritaria a los grupos de población con más interacciones podría lograr, en un país como España, enormes reducciones en fallecimientos totales frente a si se vacuna por criterios de alta mortalidad”, resume.
Este ingeniero químico, que trabaja en el modelado matemático de procesos biológicos en la Universidad Khalifa, evita poner cifras a esa diferencia en el número de muertos porque no quiere sonar alarmista. Sin embargo, un vistazo a las tablas del trabajo (aún pendiente de la revisión por pares) que ha dirigido, junto al epidemiólogo colombiano Juan M. Acuña y el también ingeniero español Mauricio Patón, muestra que hablan de “decenas de miles” de casos en función de diversas variables como efectividad de la vacuna, nivel de uso de medidas protectoras o ritmo de vacunación.
El artículo donde dan cuenta de su modelo (elaborado con datos referidos a España) estima que una adecuada priorización puede reducir las muertes hasta en un 70%. Además, les sorprendió que “para todos los casos, dar preferencia a los grupos con mayor mortalidad, pero menores interacciones sociales, conducía a un número significativamente mayor de muertes finales que incluso si no se establecía ningún orden”.
“Por eso me preocupa. No sé si [al elaborar los planes de vacunación] se ha tenido en cuenta esta alternativa o se ha actuado por inercia. Cuando lo he comentado con otros científicos me dicen que va en contra de las premisas de salud pública de toda la vida, pero nunca hemos tenido una situación como la actual de escasez de vacunas”, confía.
Rodríguez sabe que los resultados que han obtenido son contraintuitivos. De ahí que ponga el ejemplo de la cajera: “Si tenemos 10 vacunas y 30 personas, la mitad de ellas mayores. ¿A quién vacunamos primero? ¿Al señor de 90 años que pasa la mayor parte del tiempo en su casa y se protege? ¿O a la chica de 26 que trabaja de cajera en el supermercado donde atiende al anciano, a mi madre y a otros vecinos?”. Con ello, quiere dejar claro que no se trata de una mera cuestión de edad, sino del número de interacciones diarias con otras personas.
“Por supuesto, si una persona de más edad tiene muchas interacciones también debería estar en el grupo prioritario. Si vacunas a los transmisores, cortas las transmisiones independientemente de la edad y acabas con la expansión exponencial de la enfermedad”, subraya. También precisa que su modelo se refiere a la población general y no incluye al personal sanitario, pero hacerlo reforzaría las conclusiones, ya que por su tarea tienen muchos contactos.
Rodríguez admite que les sorprendieron los resultados, así que revisaron todos los datos. También averiguaron que en 2009 Science ya publicó un trabajo sobre la gripe en Estados Unidos que apuntaba a una estrategia similar: en escenarios de escasez de vacunas puede ser más eficaz inmunizar primero a niños y jóvenes, que son los grandes transmisores de la gripe, que a los ancianos, que son sus principales víctimas. Pero sobre la covid-19 no había nada de este tipo hasta ahora.
“Estamos en un territorio inexplorado y como científicos tenemos el deber de aportar cuanto podamos para que las decisiones se tomen con la mayor información posible y de forma transparente”, manifiesta, tras reconocer que se embarcó en el proyecto por la frustración que le supuso al principio de la pandemia no entender en qué análisis se basaban las medidas adoptadas. Los investigadores han elaborado su programa en código abierto y van a ponerlo a disposición de quien quiera utilizarlo. De momento, las autoridades de Emiratos les han pedido que apliquen el modelo a la composición demográfica de este país.
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