La tragedia de Alejandrina Orozco y la odisea absurda por los huesos de su hijo,narrada por el Diario Español,El Pais, no solo retratan la cruel indiferencia institucional en Mexico; la elevan a una tragedia nacional donde las fiscalías compiten por ver quién no solo es mas corrupto,sino más torpe.
Un hueso de la pelvis aquí, una mandíbula de un desconocido allá, trámites funerarios condicionados, regaños a gritos y funcionarios que se pasan el cadáver como si fuera paquete extraviado. La búsqueda de Pablo Joaquín, como la de decenas de miles, es el laberinto de la ineptitud oficial: tres años picando la tierra y puertas cerradas—cada institución lava sus huesos, pero nunca sus culpas.
Ineficiencia y revictimización campeana
El “yo no fui” es la principal política pública entre fiscalías. Nayarit se desentiende porque el desaparecido “no es de aquí”, Jalisco se pasa dos años y medio con un cuerpo sin avisar y Zacatecas rechaza expedientes por deporte burocrático. Cuando, por alguna razón cósmica, sí buscan a una víctima, entregan fragmentos óseos al azar que ni siquiera corresponden con el ADN. Aquí, la eficiencia solo existe para culpar a las familias, dilatar peritajes o condicionar la entrega de cuerpos a cambio de facturas funerarias.
Mecanismo de encubrimiento mutuo
El caso Orozco no es casualidad: la epidemia de incompetencia en México tiene larga data y respaldo estructural. Las autoridades suelen sembrar sospecha sobre las propias víctimas, aplazan las búsquedas y, cuando investigan, lo hacen sin protocolo ni rigor. En vez de activar alertas o rastrear celulares, engrosan expedientes con información que nadie revisa.
Los familiares, doblemente secuestrados—por el crimen y por la burocracia—son transformados en detectives improvisados, abogados ad honorem y administradores del duelo ajeno. Nada garantiza que la siguiente llamada no sea otro funcionario cambiando el domicilio del cadáver.
Corrupción y cinismo institucional
El tinglado es tan perverso como ridículo: mientras los números de desaparecidos rebasan los seis dígitos y los laboratorios forenses parecen boliches donde se mezclan huesos anónimos, los gobiernos estatales y federales se tiran la bolita.
La corrupción sirve de lubricante y la ineptitud de garantía:nadie pierde su empleo por regar huesos, gritarle a madres en duelo o perder cuerpos, porque en el fondo, para el Estado mexicano, un desaparecido menos siempre será un trámite más que se puede archivar.
En México, ni los huesos descansan en paz. Aquí, la ineficiencia es política de Estado, la corrupción es cultura y la incompetencia es la única constante: disfrazada de carpeta, grito o disculpa sin alma, mientras madres como Alejandrina arrastran la dignidad mancillada por el lodazal burocrático.
Con informacion : DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/ERIKA ROSETE

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: