El general Ricardo Trevilla ha querido vendernos la versión más vieja del manual de excusas militares: la de que su tropa hizo todo bien, que el Ejército estuvo ahí, serio, disciplinado, en su santo segundo anillo de seguridad, y que los culpables del desastre son “los de adentro”, ese primer círculo de confianza del alcalde. Es el relato perfecto para limpiar el uniforme con el lodo de otro. El detalle, claro, es que no resiste el más mínimo escrutinio técnico ni ético.
Cualquiera con experiencia real en materia de seguridad sabe que un esquema de protección no funciona como una cebolla de capas desconectadas. El mando conjunto implica control integral, supervisión logística y coordinación viva en tiempo real.
Si el Ejército tenía el llamado “segundo anillo”, entonces tenía no solo presencia, sino responsabilidad operativa. Porque en un esquema de custodia de alto riesgo, los perímetros no se reparten como parcelas de un rancho: se integran bajo un solo mando. Y Trevilla lo sabe. Pretender lo contrario es tapar el sol con el casco.
Su maniobra mediática que ha sido caricaturizada es evidente: desplazar la carga del fracaso hacia “los civiles”, esos fantasmales acompañantes del alcalde, sin reconocer que el perímetro militar no se activa por ornato ceremonial, sino para prevenir, contener y neutralizar.
Cuando un ejecutado aparece dentro de un cerco de seguridad conjunto, falló la estrategia, falló la coordinación y, sobre todo, falló el mando que la supervisaba. Es decir, falló el Ejército.
El problema de Trevilla no es de táctica, sino de narrativa. En vez de hacer autocrítica institucional, optó por jugar al periodista, por dictar sentencias frente a cámaras, como si la verdad se impusiera con rango de general y no con hechos verificables. Pero cada declaración suya termina siendo un boomerang que desnuda la grieta de siempre: una estructura castrense que se protege a sí misma, incluso al costo de la verdad.
Los hechos son tercos. Un dispositivo de tres anillos de seguridad, bajo coordinación militar, con comunicación jerárquica establecida, y el objetivo muere dentro. No son los anillos los que fallan. Es el sistema. Y mientras el general siga pretendiendo que la culpa circula solo en el primer radio, no habrá investigación que sirva ni relato que salve su prestigio.
Los anillos
Si el alcalde contaba con varios anillos de seguridad,a decir del General Trevilla, la lógica táctica dice que el primero en detectar cualquier amenaza debe ser el anillo exterior, el famoso “perimetral”. Ese es el que vigila el entorno, controla accesos y mantiene distancia con potenciales agresores. Su función es anticipar el riesgo, no reaccionar cuando ya es tarde.
Por eso, si alguien logró acercarse lo suficiente como para ejecutar al alcalde, significa que el perímetro exterior no hizo su trabajo: no identificó movimientos sospechosos, no contuvo el acceso o, peor aún, permitió que la amenaza atravesara sin resistencia. En operaciones de custodia profesional, cuando el primer anillo falla, los demás solo pueden intentar mitigar el daño, no evitarlo.
Dicho de forma simple: si el perímetro a cargo de la Guardia Nacional no detectó, no alertó y no bloqueó, todo el sistema cae en cascada. Por eso, el intento del general Trevilla de culpar al “anillo más cercano” del alcalde no se sostiene técnicamente. La ruptura tiene origen en la falla del perímetro, y esa, por definición, era responsabilidad militar.
Con informacion: @Medios/redes/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: