Pese a advertencias de organizaciones, en Puebla, gobernada por Morena y Alejandro Armenta,entró en vigor la Ley de Ciberseguridad, popularmente conocida como “Ley Censura” que castiga con penas de hasta tres años de prisión a quienes emitan insultos u ofensas en redes sociales.
Conducta del gobernador “papanatas” y su postura autoritaria
El gobernador, a quien aquí denominaremos “papanatas”, se ha erigido en la encarnación misma del autoritarismo palaciego, revestido de una pomposidad digna de los más insulsos tiranos de opereta. Su actitud, que oscila entre la soberbia de un déspota ilustrado y la paranoia de un mandatario inseguro, ha encontrado en la recién aprobada ley de ciberseguridad el escudo perfecto para blindar su ego y silenciar cualquier atisbo de crítica que acuse la corrupción que critica y también practica.
El “papanatas”, en su afán de controlar el discurso público, ha desplegado una estrategia digna de un emperador de cartón: promulga edictos legales con la solemnidad de quien cree estar salvando a la república de sus propios ciudadanos. Su conducta, lejos de ser la de un estadista visionario, se asemeja más a la de un regente autoritario, temeroso de la palabra libre y devoto de la censura como herramienta de gobierno.
Con la gravedad de un inquisidor moderno, el “papanatas” ha decidido que la mejor manera de proteger su imagen es persiguiendo a quienes osan cuestionarlo en redes sociales. Su postura es, cuando menos, risiblemente autoritaria: pretende castigar el insulto digital con la misma severidad con la que se persigue a los delincuentes más peligrosos, como si las críticas en Twitter fueran una amenaza existencial para el orden público.
En su delirio de grandeza, este “papanatas” se ha convertido en el arquetipo del gobernante que confunde la crítica con la conspiración y la libertad de expresión con la anarquía. Su conducta, marcada por la intolerancia y la falta de autocrítica, lo sitúa ya en la galería de los mandatarios que prefieren gobernar desde el miedo y la represión, antes que desde el diálogo y la transparencia.
Este “papanatas” es el perfecto ejemplo de un gobernante que, en lugar de abrazar la pluralidad y la crítica constructiva, opta por el camino fácil de la censura y la persecución, demostrando así que su liderazgo está más cerca del autoritarismo caricaturesco que de la verdadera defensa de los derechos ciudadanos.
Así, el “papanatas” deja en claro que, en su reino digital, la única opinión válida sera la suya, y quien se atreva a disentir, mejor que prepare su defensa legal.
En tiempos donde la palabra debería ser libre, el “papanatas” prefiere el silencio impuesto y la obediencia sumisa.
Mientras el mundo avanza hacia la libertad, el “papanatas” retrocede al autoritarismo, demostrando que su miedo a la crítica es más grande que su compromiso con la democracia.
Con cada ley que censura, el “papanatas” no protege a la ciudadanía, sino que se protege a sí mismo de la verdad.
Así, la historia recordará al “papanatas” no como un líder, sino como el censor de su propio miedo.
Esta ley es una ofensa y un grave insulto
La propia ley, vista desde una perspectiva crítica, puede entenderse como una metáfora del insulto y la ofensa que el gobernador dirige hacia la ciudadanía. Así como el “papanatas” busca castigar el insulto en redes sociales, la ley en sí misma constituye una afrenta a la inteligencia colectiva y a la dignidad de quienes defienden el derecho a pensar, disentir y expresarse.
En esta analogía, la ley no solo pretende sancionar el lenguaje ofensivo, sino que se convierte ella misma en una forma de agravio institucionalizado: un acto de prepotencia legislativa que, bajo el pretexto de proteger, humilla a la ciudadanía al restringir su libertad de palabra y su capacidad de crítica. Es como si el gobernador, incapaz de tolerar la diversidad de opiniones, respondiera a cada crítica con un insulto jurídico: una norma ambigua, severa y autoritaria que ofende la inteligencia de quienes confiaron en la democracia y el Estado de derecho.
De esta manera, la ley no es solo un instrumento de castigo, sino también un símbolo del desprecio que el poder puede sentir hacia la voz ciudadana. Así, mientras el “papanatas” prohíbe los insultos en redes, la ley misma se erige como el insulto más grande: un ataque directo a la libertad de expresión y una clara ofensa a la inteligencia colectiva.
Que pasó y como pasó
El Gobierno de Puebla, con control de Morena tanto en el Ejecutivo como en el Congreso, ha oficializado un nuevo delito en su Código Penal: el ciberasedio o ciberacoso. Esto se oficializó al ser publicado en el Periódico Oficial del Estado ayer viernes, lo que ha desatado una amplia controversia.
“Comete el delito de ciberacoso quien a través de la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, redes sociales, correo electrónico o cualquier espacio digital insulte, injurie, ofenda, agravie o veje a otra persona, con la insistencia necesaria para causarle un daño o menoscabo en su integridad física o emocional”…Artículo 480
El impacto y legitimidad de esta ley deben ser analizados desde múltiples ángulos: el marco jurídico, la protección de derechos humanos, la política interna de Morena, el riesgo de abuso y el contexto local.
¿Aberración o medida necesaria?
La ambigüedad en la definición de “insulto” y la amplitud de las conductas sancionadas son los puntos más criticados. Organizaciones civiles y especialistas advierten que la ley puede ser utilizada para reprimir la crítica política y la libertad de expresión, especialmente contra periodistas, activistas y voces críticas del gobierno. La falta de taxatividad (precisión legal) y la ausencia de pericia técnica en la redacción de la ley generan riesgos de aplicación arbitraria y abusos.
Desde la perspectiva de derechos humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que la libertad de expresión protege incluso discursos que pueden resultar “chocantes, inquietantes u ofensivos”, siempre que no inciten a la violencia o al odio. La ley, al criminalizar el insulto sin una definición clara, podría vulnerar este principio.
¿Corresponde con los postulados de Morena?
Morena se ha presentado históricamente como un partido defensor de la democracia, la justicia social y la libertad de expresión. Sin embargo, esta ley parece contradecir esos principios, al menos en la percepción pública y según la crítica de la oposición y organizaciones civiles. La defensa de la iniciativa por parte de la diputada Graciela Palomares (Morena) se centra en la necesidad de “poner mano dura” contra los insultos en redes, pero no aborda de manera suficiente los riesgos para la libertad de expresión.
¿Es un abuso?
La ley ha sido aprobada en un contexto de polémica por la existencia de cuentas anónimas críticas al gobierno, como “Aldea Poblana”, lo que ha llevado a especular sobre la intención real de la reforma: proteger a las víctimas de acoso o silenciar a los críticos del gobierno. La oposición y organizaciones civiles consideran que la ley podría convertirse en una herramienta de censura y abuso de poder, especialmente en un entorno donde la Policía Cibernética estatal tiene recursos limitados y la capacidad de investigación es baja.
Más allá de la letra de la ley
La ley no solo criminaliza conductas específicas, sino que también introduce riesgos para el ejercicio periodístico y la investigación ciudadana. La definición amplia de delitos como el espionaje digital y la usurpación de identidad podría criminalizar prácticas legítimas de investigación, especialmente cuando se trata de denuncias de corrupción o abusos de autoridad. Además, la aprobación sin debate público ni consulta a expertos debilita la legitimidad democrática de la medida.
La Ley de Ciberseguridad de Puebla, en su configuración actual, constituye un riesgo para la libertad de expresión y la crítica política. Si bien la protección contra el acoso digital es legítima, la ambigüedad de la ley y el contexto de su aprobación la convierten en una medida controvertida y potencialmente abusiva. Su aplicación debería estar sujeta a una revisión técnica y democrática para evitar que se convierta en un instrumento de censura y represión, y para garantizar el respeto a los derechos humanos y al Estado de derecho.
Conclusión
En términos de principios democráticos y constitucionales, la ley desafía el equilibrio necesario entre la protección de la dignidad y la libertad de expresión, y debe ser vista con preocupación desde la perspectiva de la protección de los derechos fundamentales. La experiencia internacional y nacional muestra que cuando se otorgan poderes amplios y ambiguos a las autoridades, se corre el riesgo de que estos sean utilizados para silenciar a las minorías y a la oposición política.
Con informacion: ELNORTE/

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