El general Luis Crescencio Sandoval entiende que la captura de Ovidio Guzmán apaciguó a aquellos generales molestos con el rumbo de la 4T, concretamente por el manejo del caso Ayotzinapa, la sucesión presidencial y por los ascensos militares del año pasado que impulsaron a oficiales cercanos al titular de la Sedena y al mandamás del espionaje doméstico, Audomaro Zapata.
Así se desprende de una serie de reuniones e intercambios que tuvieron lugar esta semana a partir de los cuales Sandoval y su segundo, el general Agustín Radilla exploraron qué efecto tuvo la caída de Guzmán en el poder militar, tan determinante en el sexenio actual.
La respuesta fue tranquilizante porque al interior del Ejército se entiende que hay un mensaje de punto final a la política de "abrazos no balazos" que se pregona desde las conferencias matutinas. Varios oficiales entendieron el culiacanazo como una humillación y la captura de hace dos semanas como una reivindicación, en algo que es central para la vida castrense como es la seguridad interna.
A los oficiales lejanos al círculo de Sandoval poco o casi nada les importa el rol del Ejército en obras estructurales del sexenio y los negocios que de allí se desprenden. Sobre todo aquellos que no tienen capacidad alguna de injerir en las licitaciones restringidas que se diseñan desde la Sedena.
Al interior del Ejército se entiende que hay un mensaje de punto final a la política de "abrazos no balazos" que se pregona desde las conferencias matutinas.
La captura de Ovidio, en cambio, es un tema de prioridad para todos los grupos del Ejército y una señal de fortaleza de los militares para con el crimen organizado que en los últimos meses atentó contra oficiales de alto rango.
Un giro necesario si se considera que el malestar existente por el rol de Alejandro Encinas en la pesquisa del caso Ayotzinapa, donde hay integrantes del crimen organizado exculpados a la par que militares en prisión. Encinad, detalle no menor, está denunciado por los abogados de dichos militares. Todavía al día de hoy una parte del entorno presidencial cultiva la tesis de que la filtración del colectivo Guacamaya fue facilitada desde la Sedena por oficiales molestos con el tratamiento del expediente de la noche negra de Iguala.
La sucesión presidencial es otro foco de alta complejidad porque el proyecto de Claudia Sheinbaum y la idea de tener una comandante en jefe mujer no termina de transitar. Otro dato: hay ciertos resquemores en el grupo dominante de la Sedena con algunos técnicos que asesoran a la jefa de Gobierno en temas de seguridad.
A estos asuntos se agrega el frente interno referido a los ascensos del año pasado que comienzan a formatear la sucesión militar. Salvador Fernando Cervantes Loza ascendió a general de División luego de estar a cargo de la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Rodolfo Paz Sánchez, ingeniero encargado de construir la Terminal de Pasajeros del AIFA, pasó de teniente a coronel. Francisco Javier Montejano Andrade, secretario particular de Sandoval fue ascendido a general de Brigada.
Con el clima más apaciguado ahora Sandoval está listo para avanzar, a paso controlado, en el pedido de Estados Unidos de incrementar la colaboración bilateral para desmontar las cadenas de producción de fentanilo. Un pedido al que Sandoval tiene la predisposición para acceder.
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