El cielo amenaza con lluvia en la colonia Petrolera mientras Rocío Salazar y Fernanda Alcántara, madre e hija, pasean con Tomás, su perro, un terrier enfurruñado que camina dando saltitos. Preguntadas por la elección del domingo pasado, las dos hablan de López Obrador, le tildan de socialista, dicen que es un inconsciente. Y, de repente, corren. “¡Métanse, métanse!”, gritan. Dos muchachos se acercan rápido por la calle, un carro blanco se para en la esquina. Las mujeres insisten, “¡métanse!”. Uno de los muchachos hace una mueca y cambia de acera. No queda claro si el fastidio en su gesto es por su eventual fracaso o porque, de nuevo, les han tomado por lo que no son.
Ya dentro de su casa, las mujeres explican que no los conocían, que se acercaron muy rápido, que no les gustó cómo miraban, que una mujer salió del carro blanco y se quedó mirando la casa. “Aquí hay muchos asaltos”, dice la hija. “Y secuestros exprés”, añade la madre así, en genérico. Minutos más tarde aclara que ella misma sufrió un secuestro exprés hace unos años. Las dos mujeres hablan de la inseguridad en la zona, sobre todo, dicen, en la colonia de al lado, la Tezozomoc, ambas en Azcapotzalco, el límite de la capital con el Estado de México.
Pese a lo que pueda parecer, la inseguridad no ha pesado en el voto de las mujeres. O quizá sí, pero ellas hablan de López Obrador una y otra vez, como si la votación hubiera sido un plebiscito sobre la figura del presidente y no una elección de gobernantes locales. Preguntadas por Margarita Saldaña, la nueva alcaldesa de Azcapotzalco, de la coalición PRI-PAN-PRD, la madre contesta, tajante: “Teníamos que sacar a Morena”.
En la esquina noroeste de Ciudad de México, Azcapotzalco es una de las cuatro alcaldías que Morena perdió en la elección del doming. Su actual responsable, el morenista Vidal Llerenas, apuntaba esta semana en entrevista posibles motivos de la derrota. “Hay un voto anti López Obrador que se movilizó. El accidente de metro pesó y también la situación complicada de desempleo generada por la pandemia, claro”, decía. Llerenas señalaba que, para ser una elección intermedia, organizada cada tres años, mucha gente salió a votar. Y eso, en este caso, no favoreció a Morena.
Desde hace varios días, politólogos y analistas tratan de desentrañar el misterio de la elección, qué zonas de la ciudad acudieron más a las urnas y cómo. Y qué ha diferenciado el comportamiento del voto en esta convocatoria respecto a las anteriores. Al calor de la jornada electoral, los primeros análisis partieron de la idea de que las zonas pobres de la ciudad se mantuvieron fieles a Morena, mientras que las de clase media y alta se fueron con la coalición PRI-PAN-PRD. Sin ser del todo así, ese esquema guarda parte de verdad.
Ernesto Morua, maestro en Estudios Sociales por la Universidad Autónoma de México, explica que efectivamente existe una relación entre el nivel de pobreza y el sentido del voto en la capital. En zonas de mayor pobreza, la gente ha votado más a Morena, situación que más o menos se ha sostenido este año. La diferencia es que zonas de clase media y media alta que votaron a favor de Morena en 2018 no lo han hecho este año.Morua, que ha dedicado los últimos años a estudiar la relación entre democracia y pobreza en la capital y su área metropolitana, señala que ese es el cambio principal. “En zonas con rangos de pobreza bajos, el votante castigó bastante a Morena en esta elección. Perdió muchas secciones que en 2018 ganó”, explica. Es el caso de la colonia Petrolera y otras tantas de Azcapotzalco y otras alcaldías, caso de Cuauhtémoc o Gustavo A. Madero. En 2018, con el efecto López Obrador, el votante se movilizó en todas partes por Morena. Ahora, en zonas de clase media y media alta, el voto se ha movilizado por la oposición.
En la colonia Petrolera, de clase media el voto ha estado partido. En la calle principal del barrio, la señora María Elisabeth Torres mira entretenida la calle desde la ventana de su casa. “Yo voté por Morena porque el señor sí ha cambiado las cosas”, dice. ¿Se refiere a Llerenas?, “No”, contesta, “a López Obrador”. Hija de un viejo trabajador de la refinería de Azcapotzalco, Torres, de 59 años, tenía un puesto callejero de postres fuera de un mercado en la alcaldía Miguel Hidalgo. Con la pandemia, le obligaron a marcharse. “Hemos tenido que vender por internet”, explica, “pero nos ha ayudado”, dice en referencia al presidente.
En la alcaldía Iztapalapa, 30 kilómetros al sureste de la Petrolera, un hombre juega con su nieto en un parque infantil. O el nieto juega y él mira, concediendo prórrogas sucesivas que el niño, Luciano, demanda con dedos solemnes. “Yo desde joven soy panista”, dice el hombre, que se llama Rafael Mercado y cuenta 66 años. Constructor retirado, admite que “ahora no hay por quién votar, pero domina la tradición”. Mercado no tiene problema en decir que el domingo votó pensando en lo que le “disgusta” del presidente.
Vecinos de la colonia Lomas Estrella, nieto y abuelo disfrutan la mañana a la sombra de los ahuehuetes. Solo el traqueteo lejano de un cortador de pasto interrumpe el sosiego dulzón de los juegos. Desde aquí es extraño pensar en la tragedia del metro, el derrumbe del puente de la línea 12 que ocurrió, sin embargo, a escasos kilómetros del parque. Fue a principios de mayo. Ya de noche, un convoy del suburbano inició el recorrido entre las estaciones Tezonco y Olivos. Antes de llegar a la estación, una de las vigas del puente colapsó y el tren cayó. 26 personas murieron. “Es increíble que Morena haya ganado en Tláhuac”, dice Mercado, “hubo muertes, es un crimen”.
Resulta una incógnita el peso que ha tenido la tragedia del metro en la votación. En Iztapalapa y Tláhuac, alcaldías que comparten la línea 12, ganó Morena. Solo en algunas colonias, como Lomas Estrella, lo hizo la coalición PRI-PAN-PRD. “Y también”, recuerda el politólogo Morua, “en la colonia que comprende la estación Olivos del metro. Ahí ganó también la coalición, el resto es Morena”.
Un grupo de culturistas que hacen ejercicio al otro lado del parque cuentan que, para ellos, el accidente lo cambió todo. “Yo creo que sí influyó en la votación”, argumenta Ángel Mayo, de 34 años. “Yo de presidente voté por López Obrador, pero ahora voté por el PAN. Me empezaba a resultar incómodo todo lo que decía, pero ya con lo del metro me pareció insensible. Creen que resuelven todo con dinero”, defiende.
Al otro lado de la calle, Mellita Rosas, de 48 años, atiende una purificadora de agua. “Yo voté por Morena”, explica, “porque estoy harta de tanta corrupción e inseguridad. Es verdad que la línea del metro debía haberse revisado”, añade. “El principal culpable es Marcelo Ebrard -sucesor de López Obrador en la jefatura de Gobierno de la capital y actual secretario de Exteriores, entonces con el PRD, ahora con Morena- pero luego siguió Miguel Ángel Mancera y pues no hizo nada con la estructura. Tuvimos un terremoto [en 2017, con Mancera] y tuvieron que haber revisado”, zanja.
Lomas Estrella nace de la avenida Tláhuac, vía por la que discurre la línea 12 del metro. Al otro lado de la avenida, la mayoría de colonias aparecen pintadas de rojo en el mapa electoral, el color de Morena. Sentados frente a una taquería, dos jubilados pasan el rato en silencio. El más joven se llama José de Jesús Padilla y tiene 74 años. “Todo esto”, dice, refiriéndose a un espacio indeterminado a su espalda, “era la casa de descanso de unas monjas. Yo les compré un lote hace 45 años y construí mi casa”. Orgulloso, Padilla dice que votó a Morena. Pero explica que eligió conscientemente a la candidata a alcaldesa, Clara Brugada. “Me hizo un paro”, dice, un favor. Su hijo tiene una tienda en la esquina y cuando llovía, el agua se acumulaba en su puerta. “Cambiaron el drenaje”, narra.
Padilla no tiene ningunas ganas de decir qué le parece el presidente. Para él, la política son soluciones o falta de soluciones. Antiguo cocinero del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, pasante del mercado de mariscos de la Viga en otra vida, el futuro se sienta con él en el banco, frente a la taquería. “Lo único que tengo que hacer mañana es ir a que me vean los ojos al hospital”, dice. Sonríe un poco, no mucho. Luego se sienta y se queda callado.
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