Arturo Zaldívar ya le ha hecho llegar a Andrés Manuel López Obrador sus inquietudes sobre la reforma de justicia que impulsa Alejandro Gertz Manero en consonancia con el consejero jurídico Julio Scherer. Por jurisprudencia y doctrina, la Suprema Corte no quiere regresar al modelo de justicia inquisitivo.
Las propuestas que se filtraron hace dos semanas sobre restaurar el arraigo y extenderlo, la posibilidad de intervenir líneas telefónicas sin jueces de control y giros vidriosas respecto a las órdenes de cateo son un problema para el máximo tribunal. El presidente ya lo sabe.
Se le multiplican los frentes al paquete de reformas. En el Senado va a ser muy complejo conseguir los votos dentro de la propia bancada de Morena. Tan solo en septiembre Ricardo Monreal dio un discurso en favor de eliminar por completo la figura del arraigo. Y ahora debería convencer a los más ultras del grupo legislativo.
A esto se agregan frentes externos. Si el paquete de justicia se aplica al poder económico los bonos que cotizan en el exterior irán a la baja lo cual puede afectar la nota crediticia del país. No es un detalle menor: el Tesoro tiene obligaciones por más de 100 mil millones de dólares.
También habrá problemas con EU porque el Departamento de Estado quiere seguir invirtiendo en México para instalar el modelo penal acusatorio. De hecho hace dos semanas se anunció una inyección de recursos para cinco estados.
Zaldívar conoce bien todo este panorama y así lo ha deslizado en Palacio Nacional. Una clave para objetar cuestiones ante el presidente: que estás provengan de más lugares de quien las emite.
Para López Obrador es una posición delicada. A diferencia de la economía, donde él no cree el discurso del estancamiento, en materia de seguridad el presidente comparte los diagnósticos pesimistas. Esta propuesta de Gertz es la respuesta a ese malestar cotidiano de las reuniones de seguridad que tienen lugar al alba.
En la Corte hay una percepción muy clara: Gertz quiere volver al punitivismo porque simplemente no entiende el sistema acusatorio y lo ve como obsoleto. Y Zaldívar no está dispuesto a retroceder en lo que a paradigmas se refiere.
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