En México hay un elefante inmenso, vestido de morado, al que durante mucho tiempo nadie ha querido mirar. No es ni más ni menos que la mitad de la población, que desde que se empezó a contar las cifras, hace más de tres décadas, alertaba: "Oigan, nos están matando". Y las mataban, y las siguen matando, de una forma mucho más cruel y sanguinaria que a ellos, que en su mayoría mueren de un balazo. Y las muertas se contaban por miles al año. Incluso en las épocas en las que disminuía la sangría del crimen organizado, para ellas no había tregua. En 2019, un nuevo récord: 10 mujeres asesinadas al día. La rabia ha crecido con más ahínco que los discursos de la clase política y las medidas para combatir al machismo. Y, estos días, el movimiento se encuentra más fuerte que nunca.
El feminismo mexicano ha irrumpido en el debate nacional y, aunque ha tratado de evitarlo, Andrés Manuel López Obrador ha tenido que responder ante una ira creciente en la última semana. Las réplicas del presidente no han hecho más que avivar el fuego. Su empeño en reducir las reivindicaciones a una campaña de oposición en su contra ha provocado reacciones más contundentes. Y el próximo 9 de marzo el movimiento, con más aliadas todavía, ha convocado un paro nacional.
Los asesinatos recientes de Abril Pérez, Ingrid Escamilla y la pequeña Fátima Antón, cuyo cadáver fue encontrado desnudo y torturado esta semana, y el vídeo que se volvió viral de Yesenia Zamudio —una madre ronca de dolor alentando en una marcha a otras mujeres a que quemen todo y, si no, "que no estorben"— se han convertido en el estandarte de una protesta que, a diferencia del movimiento en otros países de la región, no solo reclama el derecho a un aborto seguro o a romper el techo de cristal en el trabajo, sino a lo más básico: que no las maten.
Siete mujeres de los mundos de la cultura, las leyes, el activismo y la política son una evidencia de que el movimiento no solo ha resistido a los envites de gobiernos anteriores, sino que avanza con fuerza y que se ha convertido en el elefante al que la política mexicana ya no puede ignorar.
María Salguero
Hace 10 años, cuando estaba preparando su tesis sobre pozos petroleros para recibirse de ingeniera geofísica, María Salguero despertaba cada mañana con una noticia más terrible que la anterior. Era la guerra contra el narco y las madres de los desaparecidos por la violencia comenzaban a salir a las calles. Ella decidió hacer algo que el Gobierno no estaba haciendo, al menos de forma realista: contar las cifras. Y en 2013 elaboró junto con un compañero un mapa con 8.000 casos de desaparecidos en el país.
Durante ese trabajo se dio cuenta de algo grave: había también muchos casos de niñas y mujeres desaparecidas que acababan en una fosa o arrojadas a una cuneta, y no había información oficial sobre crímenes de género porque cada Estado decide cómo recabar o difundir esa información ya que se trata de un delito local. Entonces filtró sus cifras y creó el primer mapa de feminicidios en México. En su tiempo libre, mientras atendía una tienda en el centro de la capital, logró lo que el Gobierno, con millones de pesos de presupuesto, no había elaborado eficientemente nunca.
Esa base de datos que publicó de forma gratuita la usan miembros de la Guardia Nacional estos días. El Gobierno de López Obrador trató de incluirla en su equipo para elaborar mapas de violencia machista por Estados, pero nunca la contrataron. "Querían que trabajara de a gratis, y pues así cómo. Renuncié. No quiero volver a verlos", cuenta. Estos días espera llevar su proyecto a Sonora, al norte del país: "Me gustaría que mi trabajo tuviera al fin un impacto en las políticas públicas para combatir la violencia contra la mujer. Que no solo se quede en cifras", señala.
La investigadora María Salguero. HECTOR GUERRERO EL PAÍS
Lorena Gutiérrez
Lorena Gutiérrez contesta a las preguntas de este diario escondida en algún rincón del norte de México. En 2015 asesinaron brutalmente a su hija de 12 años, Fátima Varinia Quintana, en un pequeño municipio de Lerma (Toluca, Estado de México). "Fue violada bestialmente, la apuñalaron más de 90 veces, le abrieron el pecho más de 30 centímetros, le cercenaron la entrepierna, le rompieron sus tobillos, fracturaron sus manos. Y mi hija fue una guerrera, lucho hasta el final; aún con todo eso no murió hasta que le arrojaron tres piedras de más de 30 kilos cada una, que fue lo que terminó con su vida", cuenta desde el otro lado del teléfono.
La lucha de Lorena y su familia, a quienes los presuntos asesinos de su hija amenazaron de muerte y balearon la casa, no se ha detenido desde ese 5 de febrero de 2015. Ella y sus vecinos entregaron a las autoridades todo, retuvieron a los presuntos agresores, señalaron el domicilio donde se produjo el crimen (eran sus vecinos), el arma, ropa ensangrentada y hasta ella misma localizó el cadáver de su hija sepultada por piedras en un bosque. La Comisión de Víctimas estatal los trasladó a una casa al norte del país, donde viven desde entonces con sus otros cuatro hijos sin poder mostrar una credencial por si alguien los encuentra y los mata. Estos días vive con la angustia de que liberen a uno de los tres acusados y de que otro, que era menor de edad, no les haga daño cuando salga del correccional en octubre.
Gutiérrez se unió al colectivo de madres de feminicidios del Estado de México y es una de las representantes del movimiento en la entidad federativa con más feminicidios. "¿Cuándo van a hacer algo para que deje de haber más Fátimas asesinadas? ¿Cuándo las niñas van a poder caminar libres en este país?".
Lorena Gutiérrez miembro del colectivo de madres de feminicidios del Estado de México. EL PAÍS
Gabriela Jauregui
"Caminamos sobre las huellas de la lucha de nuestras madres, abuelas, pero quien lleva la batuta son chicas de 18 años. No somos las de 40 o las increíblemente valientes de 60. Son ellas. Y eso quiere decir que esto va a durar", cuenta la escritora y editora Gabriela Jauregui.
Para Jauregui, el movimiento feminista está viviendo un momento esperanzador. Pese a las cifras de violencia de género e independientemente de la respuesta del Gobierno, la situación para ella ha cambiado en los últimos años. Lo observa en festivales literarios, donde ya hay una preocupación en torno a que la programación incluya a muchas más mujeres. "Siempre tenían suerte si estaban moderando mesas o había un par de presentaciones. Era un ambiente muy masculino, incluso se permitían bromas o comentarios machistas en las mesas mismas. Ahora no es que hayan desaparecido, pero sí siento que se han limitado. Esto podría parecer algo pequeño, pero está teniendo consecuencias", apunta.
Aunque sí observa con frustración que, mientras por un lado hay avances, todavía queda mucho camino: "El feminismo en este país se encuentra con la pared de un Gobierno que mira a otro lado, que no sabe escuchar o que pensaba que lo que debía escuchar era otra cosa. Pero somos una mitad de población que está en una situación de guerra".
La escritora mexicana Gabriela Jáuregui. HECTOR GUERRERO EL PAÍS
Citalli Hernández
Citalli Hernández, de 29 años, es la senadora más joven de Morena —el partido de López Obrador— y ha observado cómo estos días el presidente enfrentaba el feminismo con la llamada Cuarta Transformación de su Gobierno. A quienes exigían medidas urgentes y criticaban su gestión las consideró como parte de la oposición. "Creo que el presidente es un hombre sensible con estos temas, pero no comunica bien su sensibilidad. No ha dado las respuestas más satisfactorias, pero creo que el movimiento tiene que tener respuestas de las mujeres que formamos la Cuarta Transformación", responde Hernández en una entrevista con este diario.
"Nunca en las últimas décadas había estado el feminismo tan fuerte. Y el hecho de que se hayan visibilizado los últimos feminicidios horrorosos en la capital ya desató una rabia mayoritaria que no se había logrado ni siquiera con las muertas de Juárez", añade la senadora. Desde su oficina en la Cámara alta, asegura que el momento "histórico" que vive México supone una oportunidad también histórica de avanzar en la agenda feminista en el terreno legislativo. "Hasta hace poco, incluso miembros del partido consideraban que era algo secundario. Nos toca seguir formando, difundiendo y concienciando también a algunas mujeres de nuestra bancada", cuenta. "Estoy convencida de que lograremos despenalizar el aborto a nivel federal y el movimiento feminista está empujando para que eso suceda".
La senadora Citalli Hernández. HECTOR GUERRERO EL PAÍS
Sayuri Herrera
Sayuri Herrera ha sido abogada de algunos de los casos más emblemáticos para el movimiento en los últimos años. Defendió el crimen contra Lesvy Rivera,asesinada en el campus de la capital de la Universidad Nacional Autónoma de México en mayo de 2017. Desde el primer momento, la Fiscalía concluía algo difícil de creer: la joven se había suicidado ahorcándose con el cable de una cabina telefónica. La presión en las calles, liderada por el potente movimiento estudiantil de mujeres de la UNAM (la universidad más grande del país) hizo que el asesinato de Lesvy acaparara la suficiente atención mediática como para que la Fiscalía reculara. "Lesvy fue un catalizador de un malestar que venía creciendo desde hacía tiempo", cuenta Herrera.
Las batallas legales que sostuvo durante dos años su madre, Araceli Osorio, acompañada por Herrera, lograron que el pasado 10 de octubre un juez dictara una sentencia favorable: Jorge Luis González, culpable de feminicidio.
Desde entonces ha trabajado en más casos relacionados con la violencia machista. Y en todos observa el mismo patrón. "La violencia institucional que tienen que enfrentar las familias, la criminalización de las víctimas, no se recaban indicios, se contaminan las escenas, se piden demasiado tarde los vídeos, se manipulan... No hacen su trabajo", denuncia Herrera sobre el desempeño de las Fiscalías. Y advierte, pese al auge del feminismo: "Las instituciones no van a cambiar tan rápido, el movimiento debe persistir. Es importante que se consolide, que continúe articulado, porque la situación no se revierte en una semana".
Sayuri Herrera, abogada y defensora de derechos humanos. MÓNICA GONZÁLEZ EL PAÍS
Tatiana Bilbao
La arquitecta más internacional de México está cansada de que en las entrevistas le pregunten si tiene hijos, si ha sufrido algún obstáculo por ser mujer. "Eso nunca se lo preguntarían a un hombre. Y yo me negaba a responder", recuerda. "Afortunadamente yo nunca me pensé distinta, porque crecí en una familia donde así me lo inculcaron, tuve esa suerte. Cuando llegué al mundo laboral me di cuenta de que sobre la tarima la única mujer era yo. Y decidí que había que hablar sobre el tema", añade.
Cuenta que el feminismo mexicano convive con una característica muy peculiar, algo que no sucede en otros países. "La mujer en muchísimos ámbitos de la sociedad es la proveedora, el sostén de la familia y el eje de todo... Pero al final del día, no recibe la representación que se le otorga en la vida privada. Creo que de esa incongruencia nace también la rabia de muchas de nosotras hoy", señala.
Está convencida de que el reto de nuestra época es aceptar la diversidad, verla como algo positivo. "No tenemos que rechazar nuestra feminidad, vestirnos o hablar como ellos", apunta. Y cuenta orgullosa que México cuenta con más mujeres arquitectas liderando proyectos, escuelas y empresas que otros países del mundo donde ha trabajado, como Estados Unidos, por ejemplo.
Tatiana Bilbao, arquitecta y académica. MÓNICA GONZÁLEZ EL PAÍS
Tamara de Anda
La escritora Tamara de Anda (Ciudad de México, 1983), autora de un libro pensado para adolescentes, Amiga, date cuenta (Planeta, 2018), pero que se ha convertido en una guía que habla de la experiencia de las mujeres en torno al feminismo, cuenta emocionada cómo vive la lucha de estos días: "Me llena de esperanza ver a las morras [chicas] de los espacios donde estudié en la UNAM cómo están organizadas. Es muy impresionante lo que están logrando poco a poco: cambio de reglamentos, de protocolos... O que consiguen consecuencias al menos sociales para los acosadores y violadores. Es muy chingón", dice.
Con la situación de violencia extrema que vive el país, es inevitable que el principal reclamo del movimiento sea combatir los feminicidios y, según cuenta, "es fácil pensar que las demás luchas son de privilegiadas". "Pero también nos centramos con los asesinatos de mujeres en toda la estructura machista que los sostiene", añade. La lucha contra la despenalización del aborto, por los derechos sexuales y reproductivos, por las defensoras indígenas atacadas por conservar su tierra, por una perspectiva de género en las nuevas medidas penales... "Esas reivindicaciones siguen ahí", señala.
"Pero, con todo esto, vemos desde el Gobierno, tanto federal como de la capital, una necedad de no querer ver más allá de sus narices y no aprender nada nuevo, se continúa con la criminalización de la protesta. No hay una verdadera conciencia de la gravedad del problema. ¿Pero quién asesora a esta gente para dar ese tipo de declaraciones, carajo?".
Tamara de Anda, periodista y bloguera. MÓNICA GONZÁLEZ EL PAÍS
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