A menos de 24 horas de que ofreció no echarle la culpa a los gobiernos de antes por los problemas de ahora que, dijo, ya son su responsabilidad, el presidente López Obrador que según dice en los anuncios del Informe es un hombre de palabra, lo pensó mejor, se dio cuenta de que era una oferta irrealizable y se lanzó a la yugular de Felipe Calderón, que gobernó al país del 2006 al 2012.
De militar, Calderón parecía “Borolas”; no me queda el saco, a AMLO le queda grande el cargo; FCH...
El Presidente demandó que la gente no piense que el problema del crimen organizado comenzó en este sexenio, empezó antes. En eso tiene razón. Esta etapa comenzó hace mucho, después de la guerra de Vietnam según expertos. El Presidente recordó con precisión que Calderón fue a Michoacán a declararle la guerra al crimen organizado en diciembre del 2006.
Lo que no dice es que Calderón eligió Michoacán porque se lo pidió, casi como súplica, el entonces gobernador de la entidad, Lázaro Cárdenas Batel, que reconoció que su gobierno había sido rebasado y los policías estatales cobraban en la ventanilla de la mafia. Ahí están las fotos. Por qué Andrés Manuel no se toma un cafecito con Lázaro, que despacha en el escritorio de junto, para recordar aquellos años y que le diga qué le fue a decir a Calderón y cuál fue la respuesta.
Lo que no tiene justificación es que el Presidente haya sido incapaz de contenerse y calificara a Calderón de “comandante Borolas”. AMLO abusó de su cargo y le faltó el respeto a su investidura. El presidente no se puede comportar como el gandalla del salón que se la pasa dando zapes y poniendo apodos. Al hacerlo abre la puerta que todos le pongan apodos a él y su círculo más cercano, familia incluida, y a los integrantes del gabinete. ¿Así nos vamos a llevar? Si la respuesta es afirmativa sugiero que el 16 de septiembre en lugar de una gran Guelaguetza se haga un homenaje a la carpa y que Borolas y el Peje hagan su chistosa rutina.
Lo que hay detrás del apodo es desesperación. López Obrador no sabe cómo entrarle al tema de la inseguridad. No lo entiende y las medidas que se le ocurren conducen a un barranco. El caos imperante quedó en evidencia con el maltrato presidencial a los operadores de la Secretaría de Gobernación, como si de ellos y no del propio Presidente fuera la idea de dialogar con los grupos armados. Lo dijo muchas veces. La Segob está en uno de sus momentos más críticos. Parece una entidad a la que nadie toma en serio. Reducida a su mínima expresión trata de hacer algo para no ser irrelevante, y cuando lo hace el Presidente la desautoriza en público. Peor imposible.
fuente.-jasaicamacho@yahoo.com
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