El doble asesinato de los músicos de origen Colombiano, B-King y Regio Clown es un doloroso recordatorio del cinismo y la audacia con la que los grupos criminales no solo matan, sino que se burlan de la supuesta «inteligencia + coordinación» de las autoridades que presume Omar Garcia Harfuch en Mexico.
Ambos artistas fueron hallados desmembrados en el Estado de México, días después de haber desaparecido en Polanco, CDMX, tras dejar un gimnasio el 16 de septiembre. Al lado de los cadáveres, los asesinos dejaron una cartulina con amenazas firmadas por “La Familia Michoacana”, una organización criminal notoria tanto en México como en informes internacionales de inteligencia.
Crónica del doble homicidio
- Bayron Sánchez Salazar (B-King) y Jorge Luis Herrera (Regio Clown) desaparecieron tras un concierto en la CDMX; las fichas de búsqueda se publicaron días después.
- Seis días más tarde, encontraron sus cuerpos en Cocotitlán, Estado de México, desmembrados y acompañados por un “narcomensaje”.
- La respuesta oficial fue el lamentable ritual habitual: la presidenta de México y la Cancillería prometieron contacto con Colombia y una “investigación exhaustiva”. Sin embargo, ni la identidad genética de los cuerpos estaba confirmada oficialmente cuando ya su círculo cercano y medios daban por hecho el crimen.
Impunidad y ausencia de capacidad estatal
Mientras las cifras oficiales presumen una caída del 25% al 32% en homicidios dolosos durante 2025, la realidad ruge con 25 mil ejecutados, según cálculos periodísticos y organizaciones civiles, aunque sea con cifras “generosas” a favor del Estado. Ajustando, solo unos 250 asesinatos han sido esclarecidos en el periodo bajo la inteligencia y coordinación del actual gabinete de seguridad nacional —un resultado pírrico y casi grotesco frente a la dimensión real de la violencia.
La simulación es grande: ya ni siquiera cuentan como personas muertas a los “abatidos” en supuestos enfrentamientos; la vida humana se reduce a un número contable, descartable, en los boletines de prensa.
Desdén y poder criminal
- La Familia Michoacana dejó su firma sin temor, apropiándose incluso del guion mediático. La brutalidad del crimen y la teatralidad del mensaje escrito exhiben —con irreverencia absoluta— el colapso de cualquier control territorial por parte del Estado mexicano en diversas regiones.
- El mensaje no es solo para rivales: es una burla directa a la autoridad, a la sociedad, a las familias de las víctimas y a cualquier visitante extranjero. “Aquí matamos y aquí no pasa nada”, parecen decir, al compás de cifras triunfalistas que resultan simplemente insultantes en ese contexto.

Criminales en libertad, colusión y fracaso estatal
- Los números muestran que los criminales tienen honestamente poco de qué temer. La tasa de esclarecimiento es irrisoria y, si el expediente judicial avanza, la prisión preventiva o arbitraria, sin sentencia, es lo más que pueden esperar decenas de miles de detenidos —mientras los asesinos verdaderos suelen quedar libres por omisión, corrupción o ineficiencia judicial.
- El espectáculo está montado: discursos de victoria oficial, “investigaciones exhaustivas”, y cadáveres que se amontonan con sarcasmo geográfico —de Polanco al conurbano mexiquense, pasando por la indiferencia institucional.
En suma: la capacidad de los criminales para matar y salir impunes no es un accidente ni una excepción; es una constante construida a la sombra de una incapacidad gubernamental que —con o sin inteligencia artificial— sigue quedando a deber hasta la dignidad más mínima de sus ciudadanos y visitantes.
Con informacion: ELNORTE/

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