A 11 años de la noche negra de Iguala, los alumnos y padres de familia llegaron este jueves a bordo de una veintena de camiones, hasta las instalaciones del Campo Militar 1-A, lanzaron cohetones y las vandalizaron como parte de su jornada de lucha por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa.
Las imagenes de lo sucedido, corresponde a una escena que, en cualquier país menos México, sería propia de un Estado fallido: un portón roto por la fuerza y la unidad utilizada incendiada en el acceso a las instalaciones militares, con consignas en las paredes y la rabia desbordada por la impunidad estatal. Pero México no es excepción, sino regla cuando se trata de no tener Estado de derecho y de ver cómo el Ejército cuida más su imagen que la verdad, pues han sido mas parte del problema, que de la solución.
¿Dónde podría ocurrir esto fuera de México?
Incidentes como el ataque de normalistas a instalaciones militares con cohetones y bombas caseras no serían extraños en lugares donde la represión y la militarización estatal colisionan con movimientos estudiantiles y sociales. En América Latina, Colombia, Chile y Ecuador han vivido protestas donde los manifestantes no sólo desafían al gobierno, sino a los mismísimos militares—en Colombia, decenas de muertos durante las protestas; en Ecuador, estado de excepción y muertos tras choques con el Ejército.
El incidente: Normalistas vs. Ejército
La escena frente al Campo Militar 1-A parece sacada de una distopía latinoamericana, pero es la cotidianidad en el México del caso Ayotzinapa. Los estudiantes se hartaron de esperar justicia tras 11 años de aquel cártel-Estado donde las fuerzas armadas deciden qué archivos ver y qué verdades ocultar.
La protesta escaló: derribaron la puerta, lanzaron explosivos artesanales, vandalizaron las instalaciones y hasta incendiaron una unidad de transporte. Bomberos y soldados sólo pudieron acudir a apagar el incendio; los lesionados, afortunadamente, brillan por su ausencia esta vez.
La lucha por los 43 y la impunidad militar
Entre consignas como “Ayotzinapa vive” y “Hasta encontrar la verdad y justicia”, los padres y representantes siguen exigiendo las 800 hojas que la Sedena retiene como si fuera su diario privado: “¿De qué privilegio goza el Ejército?”, pregunta Isidoro Vicario, representante legal, mientras la Presidenta Sheinbaum sigue prometiendo líneas de investigación más reservadas que los secretos del Pentágono—reservadas, claro, para los archivistas del dolor.
Contexto latinoamericano: militarización de la protesta social
Este tipo de incidentes son reflejo del uso excesivo de la fuerza militar ante la protesta social, una práctica que, lejos de pacificar, sólo profundiza el ciclo de violencia y violaciones a derechos humanos en la región.
En resumen: Un Estado ausente, normalistas al frente, militares atrincherados y una sociedad que se resiste a dejar que el olvido sepulte los nombres de los 43. La imagen no necesita pie de foto: el desastre habla español y se escribe con el fuego y la rabia de quienes no están dispuestos a callar.
Con informacion: ELNORTE/

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