La realidad acaba de aterrizar de golpe la retórica «optimista cuentachiles» de Omar García Harfuch: mientras el secretario de Seguridad cacarea en redes que los homicidios bajan como si fuera logro digno de selfie, los hospitales de Sinaloa han estado abarrotados de heridos por balas y explosivos, con un incremento del 38% solo este año. Poco le importaron los discursos de “menos violencia en septiembre”, cuando las salas de urgencias parecian zona de guerra y no de salud pública.

El “accidente” nacional
La mayoría de las balaceras y explosiones terminan reportadas como “accidentales”, porque al sistema le gusta maquillar la sangre para que combine con el discurso.
ACCIDENTE O VIOLENCIA
Los reportes médicos clasifican estos hechos con diferente intencionalidad como: accidental, violencia familiar, violencia no familiar, autoinfligido y trata de personas.
En lo que va del 2025, la mayoría de las atenciones han sido reportadas como accidentales (187), seguidas de violencia no familiar (64), violencia familiar (6) y autoinfligido (4). En 2024, también la mayoría de las atenciones fueron registradas como accidentales (138), violencia no familiar (44), violencia familiar (5), autoinfligido (1) y trata de personas (1).
A pesar de ser heridas de bala o explosivos, de los 261 casos atendidos en 2025, solo 54 fueron reportados ante el Ministerio Público, mientras que de los 189 registrados en 2024, solo 54 se canalizaron al Ministerio Público.
Así, si una bala perdida te arropa en la calle, puedes estar tranquilo: la estadística nacional dice que solo “te accidentaste”.
Explosivos: versión Sinaloa 2025
No solo de balas vive el miedo: llegaron los drones bomba y el hospital ya no atiende solo a heridos, sino también a la innovación criminal. Este año, seis pacientes ingresados por explosivos —la mayoría, por “accidente”— y dos menores entre ellos. El parte médico les da un barniz de casualidad, aunque las comunidades saben que no es azar, es método.
Protesta en bata de doctor
Mientras Harfuch presume sus números mágicos, el personal médico de Culiacán se hartó de desfilar entre camillas manchadas y amenazas encapuchadas. “¡Baleados no!” gritaron, pidiendo hospital exclusivo y hasta atención militar.

No era simulacro: dentro del hospital, asistentes, médicos y pacientes viven bajo un “Código Plata”, donde el riesgo está al alcance de quirófano.

Protocolo de Estado: cámaras, chips y penitenciaría exprés
Las nuevas “soluciones” parecen receta de distopía: credencialización biométrica, cámaras 24/7, monitoreo externo, traslado exprés a la cárcel para heridos peligrosos, y visitas médicas custodiadas por seguridad. Así, la Seguridad Pública se cuela hasta la última camilla, estrenando vigilancia, pero dejando intacto el fondo: mientras la violencia se “accidentaliza” en los partes, la realidad cuela más plomo que esperanza.
En Sinaloa la violencia ya no cabe en el discurso ni en las estadísticas, pero sí, muy cómodamente, en los hospitales.
Con informacion: REVISTA ESPEJO/ NOROESTE/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: