La guerra del narco en Sinaloa no le da tregua ni a la muerte: como si caminaran entre ataúdes, policías y civiles acabaron a balazos justo frente al panteón de Bacurimí —casi un performance macabro sobre la violencia que azota a la región—. Desde el cementerio los emboscaron y, de paso, mandaron el mensaje de siempre: aquí el cartel innova hasta en el modo de matar.
«Creatividad» criminal en Sinaloa
El Cartel de Sinaloa, en plena competencia por el récord fúnebre, presume que ya van 48 policías ejecutados, sin que uno solo de los responsables acabe en la cárcel. El uniforme hoy solo es un filtro solar, no un blindaje. Para los mandos militares y federales solo cuentan cadáveres y cada vez lucen más ridículos, refugiados tras “estrategias” que no espantan ni a los pájaros.
El ataque desde el cementerio
La escena: comandos armados, ocultos entre las tumbas del panteón, abren fuego directo contra agentes estatales y municipales. Resultado: dos policías y dos civiles heridos, patrullas agujereadas como coladera, y la Cherokee —vehículo de los retenidos en el lugar— también terminó a la grúa. Los criminales huyeron como siempre, desvaneciéndose sin dejar detenidos; los uniformados, a jugar otra ronda de ruleta rusa.
Tres mensajes en clave CDS
- A la policía: son carne de cañón, el sindicato de mártires tiene nuevas vacantes y el seguro ni cubre gastos.
- A la ciudadanía: el miedo se gestiona en casa, porque ya ni a gritar «¡policía!» consuela.
- Al gobierno: la militarización solo viste la simulación y la inteligencia de cartón apenas resiste la primera ráfaga.
Sinaloa, laboratorio de impunidad, donde el crimen innova y la autoridad copia sus propias pifias. Y sí, mientras falta poco para alcanzar al policía #49 y #50, lo único seguro es el pase automático de la morgue al olvido.
Con informacion: NOROESTE/

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