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domingo, 27 de abril de 2025

“NI Pa,PREVENTIVOS SIRVEN…ERAN PANADEROS”: “OTRO DOBLE ASESINATO en CULIACAN CUESTIONA donde QUEDO la ESTRATEGIA de HARFUCH y el EJERCITO que PRESUMIA CONTENCION de CRIMINALES al AREA RURAL”…esa prevención es un mito extraviado entre las sirenas y la cinta amarilla.


El asesinato, de Jesús Noel de 19 años y Germán de 24, la tarde-noche de ayer sábado 26 de abril ,en la colonia Mazatlán de Culiacán, es un episodio más en una ciudad marcada por la violencia persistente bajo el fracaso estrepitoso de la estrategia militar y federal.

Ambos jóvenes, identificados como panaderos, fueron atacados a balazos por civiles armados poco después de llegar a una vivienda en la esquina de la avenida Venustiano Carranza y la avenida 30 de Octubre. 

El ataque, que ocurrió alrededor de las 19:00 horas, dejó también a una mujer herida, quien fue trasladada de urgencia a un hospital.

Tras el reporte de detonaciones al 9-1-1, paramédicos de la Cruz Roja confirmaron que los dos hombres ya no contaban con signos vitales. Elementos de la Policía Estatal Preventiva y del Ejército Mexicano acordonaron la zona, mientras peritos de la Fiscalía General del Estado realizaban las diligencias y trasladaban los cuerpos al Servicio Médico Forense para la autopsia de ley.

Violencia sin tregua en Culiacán y Sinaloa

Este doble homicidio no es un hecho aislado. Culiacán y el estado de Sinaloa atraviesan una ola de violencia que se manifiesta en asesinatos, privaciones de la libertad y otros delitos de alto impacto. En los últimos meses, la entidad ha registrado un promedio de entre 5 homicidios diarios, con un acumulado de 1,173 asesinatos y 1,335 personas privadas de la libertad entre septiembre de 2024 y el 25 de Abril. Donde el robo de vehículos 4,453 a razon de 20 diarios,sigue sin freno como si no hubiera autoridades.

Ni para preventivos sirven

En los primeros compases de la guerra interna entre bandas del mismo bando, la narrativa oficial -respaldada por la estrategia de García Harfuch y replicada por mandos policiales y militares- presumía que la violencia estaba “contenida” en áreas rurales, lejos de los centros urbanos, como si el solo despliegue de fuerzas y el uso de sedicente inteligencia bastaran para aislar la barbarie y proteger a la población civil. 

El mando conocido como “Bataman” por sus “superpoderes de supermañoso” ,habla de decomisos históricos, de miles de detenciones de alto impacto que “no impactan” y una supuesta reducción de homicidios dolosos, mientras se aseguraba que la coordinación entre Ejército, Guardia Nacional y policías locales era suficiente para blindar las ciudades y devolver la tranquilidad a las familias mexicanas.

Sin embargo, la realidad desmiente el discurso triunfalista. Las masacres y ataques armados han cruzado las fronteras rurales y se han instalado en colonias urbanas, con la policía convertida en mera espectadora del avance criminal o, peor aún, en engranaje de la misma maquinaria de violencia y corrupción que olvido por completo el componente politico criminal del gobernador de Morena Ruben Rocha Moya. 

Los cuerpos policiales, lejos de cumplir siquiera la función elemental de prevención -la de patrullar, disuadir y proteger-, han quedado rebasados por la magnitud y la sofisticación de los grupos armados, cuando no son parte activa de las redes de complicidad que alimentan la impunidad.

La estrategia de “contención” se ha revelado como un espejismo: ni la inteligencia, ni los despliegues, ni la retórica de “pacificación” han impedido que la violencia se normalice en las ciudades, mientras la confianza ciudadana en la policía se erosiona cada día más. 

Así, en vez de ser garantes de seguridad, las fuerzas preventivas han terminado por demostrar que ni para policías preventivos sirven, incapaces de frenar el avance del crimen ni de proteger a quienes, en el discurso oficial, dicen defender.

En una ciudad donde la violencia dicta las reglas, la presencia policial es apenas un rumor y la prevención, un mito extraviado entre las sirenas y la cinta amarilla.

Mientras los criminales marcan el territorio a balazos, la policía apenas alcanza a llegar para acordonar la escena: la seguridad, en Culiacán, es solo una línea de precaución sobre el asfalto.

La estrategia presume contención, pero la realidad exhibe cuerpos: en Culiacán, la policía llega siempre después de los disparos.

En la guerra sin cuartel, la autoridad es solo espectadora; la violencia, la única que nunca falta a la cita.

Con informacion: NOROESTE/ MEDIOS

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