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sábado, 21 de septiembre de 2024

UNA «CATAFIXIA ESCANDALOSA»: «ECHEVERRIA PAGO el RESCATE del SECUESTRO de un CONSUL GRINGO»…eran tiempos en que narcos nacían y crecían con ayuda del gobierno.


Unas semanas atrás, Terrance George Leonhardy, cónsul de Estados Unidos en México, recibió las primeras advertencias. Mensajes de agentes de la DEA que le contaban que el ambiente en Guadalajara se había puesto caliente: el narco incipiente de esos años o “jóvenes comunistas” estaban armando un alboroto. Por eso, el 4 de mayo de 1973, luego de asistir a la inauguración de una exposición y a la recepción con gente importante de la ciudad, le dio la tarde libre a su chofer para cambiar la rutina.

Era una estrategia que había aprendido durante sus años como diplomático en países conflictivos. Pero intentarlo en Guadalajara no era fácil: le parecía una ciudad pequeña donde todos los caminos daban a la misma avenida principal. Aun así lo intentó. Leonhardy entró a una calle estrecha de un solo sentido y, cuando pasaba por el Colegio Americano, se topó con un carro que venía conduciendo directamente hacia él. Intentó tranquilizarse, “he visto gente conduciendo en sentido contrario varias veces”, pensó. Un hombre joven le bloqueó el camino. “¿Qué está haciendo este loco?”, dijo.

Pero cuando un auto frenó detrás, supo que iban por él. Le abrieron la puerta y le apuntaron con una pistola. Lo jalonearon y tiraron al asiento trasero de un Ford. Le pusieron una venda en los ojos y un bozal para que no pudiera gritar. Lo llevaron a una casa de seguridad y ahí pensó que tenía que inventarse una enfermedad para que no lo fueran a maltratar. Les dijo que tenía un problema en el corazón y sus secuestradores se ablandaron. Recordará después una mano tersa de mujer tomándole el pulso, el sonar de música de banda y el click de la cerveza que se abre sin temor a mancharse.

Terrence les preguntó por qué lo eligieron a él. “¡Hemos hecho algunas demandas al gobierno!”, contestaron. El cónsul había sido secuestrado por las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP), un grupo de contrainsurgencia originario de Guadalajara que luchaba contra el capitalismo.

Fue el primer secuestro de un diplomático estadounidense en nuestro país, un escándalo en la época. El gobierno de Estados Unidos advirtió que no iban a soltar dinero a grupos subversivos, lo que hizo que el propio presidente Luis Echeverría Álvarez pagara el rescate de un millón de viejos pesos para evitar un escándalo internacional.

Un secuestro en el sexenio de Echeverría

Era una época convulsa: el ocaso del ‘milagro mexicano’, una crisis financiera, la inflación descontrolada de precios provocada por la mala gestión de otro gobierno priista.

En el sexenio de Luis Echeverria surgieron movimientos estudiantiles y grupos de insurgencia popular que exigían mayor participación democrática en las decisiones que les afectaban. Entre estos grupos estaban las FRAP, conocidos por intentar la liberación de presos políticos en el país y quienes decidieron secuestrar al diplomático gringo para intercambiarlo por otros compañeros que habían sido encarcelados por el gobierno.

En el Archivo General de la Nación, los documentos sobre el secuestro de Terrance George Leonhardy revelan que la Dirección Federal de Seguridad (DFS), los militares y el gobierno federal empezaron una verdadera “cacería” en contra de cualquier organización que cuestionara la autoridad del presidente. Todos los jóvenes a quienes tacharon de “comunistas” eran sospechosos de secuestro de altísimo nivel.

Un informe del director de la DFS, Luis de la Barreda, revela cómo iniciaron una intensa búsqueda en contra de militantes de “extrema izquierda”, y de organizaciones como el Partido Comunista.

Durante esos días encarcelaron a unos 40 jóvenes, según sus reportes. Reconocían que habían generado una alarma entre aquellos que se expresaban contrarios al gobierno, “por la persecución emprendida en contra de los miembros de izquierda”. Precisamente la liberación de esos jóvenes era lo que buscaba la FRAP.

Los documentos desclasificados evidencian la pugna que existía entre la policía de inteligencia y los militares—que desconfiaban de los agentes—, quienes empezaban a ser señalados de estar coludidos con el incipiente narcotráfico de los años setenta. “Están herméticos”, decía De la Barreda. Todos desconfiaban de todos.

“La zona militar está realizando una intensa batida en contra de elementos del F.E.R [Frente Estudiantil Revolucionario, un movimiento aliado] […]. Han iniciado una intensa caza de elementos de extrema izquierda”, se sorprendían los agentes –quienes sabemos eran torturadores e implacables–, de cómo el ejército iniciaba una persecución. 

Los reportes son aterradores, uno tras otro utilizan esta palabra sin tapujos, la de cacería. “Se citan como datos de la cacería”, se lee en los documentos. Fueron estos los primeros en obtener el testimonio del cónsul, quien declaró con detalles cómo vivió su secuestro. Incluso dijo que los jóvenes eran muy cultos y educados.

Los secuestradores tenían armas, granadas, cuchillos, walkie talkies y demás productos | Archivero

El cónsul estadounidense había sido comisionado en Vietnam
Fue a las 19:10 horas cuando Leonhardy fue secuestrado a unos kilómetros de llegar a su residencia, en el cruce de la avenida Colomos con Manahua, en la colonia Providencia, muy cerca del centro de Guadalajara. El cónsul fue recluido en una casa, al parecer cercana a una Iglesia y a un ferrocarril. El lugar tenía varios pisos y posiblemente entraron en un garaje porque sintió que el automóvil se estacionaba sobre un piso de cemento. Fue subido por una escalera inclinada y luego por otra redonda a un tercer piso.

Presos politicos fueron liberados y enviados a Cuba.-Archivero

Cuando le quitaron la venda de los ojos, sus captores se habían cubierto el rostro con una capucha y lo mantuvieron en un cuarto feo con una alfombra vieja que estaba cubierta con periódicos. Recuerda el ruidajo: el movimiento de personas, el abrir y cerrar de puertas, un radio con bastante volumen y un aparato de televisión prendido al mismo tiempo, las campanas de una Iglesia que sonaban a las siete y ocho de la mañana y un tren que al pasar zangoloteba el edificio.

La casa donde mantuvieron al cónsul se tambaleaba cada que un tren pasaba por las vías | Especial

Sus captores le reprochaban que había hecho cosas horribles cuando estuvo comisionado en Vietnam: “¡mataste a toda esta gente!”. Según relatan los documentos, empezaron a pasar los días y Terrence empezó a ponerse nervioso: 

“He estado aquí durante tres días, ¿no podrían hacer un mejor trabajo? ¿Qué están esperando?”, cuestionaba, intentando presionarlos para que negociaran con su gobierno la liberación. Los captores lo subieron a un vehículo y lo acostaron boca abajo. Le pusieron una caja de municiones encima del estómago y le hicieron una promesa: “Te vamos a liberar en alguna parte”.

Los jóvenes lo liberarían siempre y cuando el gobierno entregara a 30 presos políticos, los dejaran salir a Cuba con un millón de pesos en efectivo. Años después del secuestro, en una entrevista, Terrence reveló que esto lo tomó por sorpresa, sabía que su gobierno no negociaría con dinero.

El gobierno de Echeverría pagó el rescate

En las declaraciones reveló que fue el propio gobierno del presidente Luis Echeverria y el entonces gobernador de Jalisco, Alberto Orozco Romero, quienes pagaron por su liberación; que fue Echeverria quien tomó el teléfono para avisarle al gobernador que coordinara la entrega del millón de pesos; que Echeverria también ordenó la liberación de los presos, que en su mayoría fueron enviados a Cuba, tal como lo exigieron.

“Puedes salir [de] aquí. No te quites la venda de los ojos hasta después de que nos escapemos”, le advirtieron. El cónsul caminó unas cuadras y ahí se encontró con una casa donde vivían dos viudas ancianas, una de ellas estaba abriendo la puerta y se apresuró a decirle que él era el funcionario norteamericano secuestrado.

“Entonces entré y lo primero que hicieron fue sacar una botella de whisky y dijeron: ‘Necesitas un trago ¿No es así?’ y dije: ‘Me vendría bien uno’.

Los archivos desclasificados del secuestro

Según los documentos de la DFS, Terrence estuvo recluido en una casa en San Juan de los Lagos número 220, en la colonia Vallarta. Las fotografías revelan que en efecto, había una vía del tren a unos pasos.

La “cacería”, como le llamaron los agentes, se intensificó y entre los presuntos responsables estaban Francisco Campaña López y Rubén Ramírez González, nacidos en Sinaloa, quienes después fundarían las FRAP. 

Los jóvenes, con el cabello largo y las barbas crecidas, fueron presentados ante el Ministerio Público en agosto de ese año. El cónsul fue a verlos, sin embargo pidió que los repararan y los rasuraran porque así no podía identificarlos. Y así lo hicieron los policías.

Más tarde se sabría que los autores intelectuales fueron Alfredo y Carlos Campaña Flores, quienes se encontraban entre los liberados que se fueron a Cuba por órdenes de Echeverría. Unos meses después estos hermanos planearían el secuestro de otro político de alto perfil: Rubén Zuno Arce, el suegro del presidente.

Fuente.-MILENIO/

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