El 28 de agosto de 1974, la guerrilla secuestró en una calle transitada de Guadalajara a José Guadalupe Zuno Hernández, un poderoso empresario y exgobernador de Jalisco en un intento por liberar a decenas de presos políticos. En una época donde todo era análogo, se solucionaba con un “saca muchas copias y mándalas a tus familiares”.
En los documentos, resguardados por la DFS, se lee todavía:
La propaganda llegó a todos los estados donde se conoció sobre el secuestro; con los días, y un poco de ayuda de la prensa, se fueron exhibiendo los secretos del clan presidencial: que “por ratero” Zuno había sido inhabilitado de la gubernatura en Jalisco por orden del expresidente Calles; que había despojado a personas humildes de sus terrenos; que llevaba una vida de lujos, sobre todo sus hijos, convertidos en socialités del ‘jet set’ del estado jalisciense.
“Pregunta en el sur de nuestro Estado, a los campesinos, la forma en que les han robado sus tierras la nefasta familia Zuno, que se han enriquecido, que ahora pretende nuestro Gobierno Federal (léase María Esther Zuno) presentarnos como benefactor de nuestro Estado”.
Más tarde se sabría que José Guadalupe Zuno estuvo secuestrado en una casa de la calle Torres Quintero. Fue liberado nueve días después. Entonces los Zuno volvieron a las fiestas, a sus reuniones con intelectuales, con políticos y a las tertulias con Echeverría. Pero casi once años después, en 1985, otro secuestro sí marcaría la ruina de las familias Echeverría y Zuno. A solo 15 minutos de la casa donde jóvenes guerrilleros lo mantuvieron retenido, fue secuestrado un agente de la DEA.
Enrique ‘Kiki’ Camarena fue torturado hasta morir en una casona de la calle Lope de Vega. José Guadalupe la había mandado a construir, se la encargó al mismísimo arquitecto Luis Barragán. Hay documentos que revelan que la propiedad se la regaló a su hijo, Rubén Zuno Arce, un verdadero ‘junior’. Este sería acusado por el gobierno estadounidense de la muerte de su agente. Como favores a Echeverría, un gran número de empresarios y políticos de altísimo nivel intentaron abogar por él en una corte estadounidense.
Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, que reconstruye este caso gracias a la desclasificación de expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Casos como éste revelan que en México la verdad oficial está en obra negra.
Fachada de la casa donde privaron de su libertad a José Guadalupe Zuno Hernández, exgobernador de Jalisco, en el año de 1974.
Nexos de la política con el narcotráfico
Es un día de diciembre de 1989. Rubén Zuno Arce bajó del avión de Mexicana de Aviación, llevaba una chaqueta de cuadros roja. Su esposa, María Enriqueta Güitrón cargaba otra pequeña pieza de equipaje y un maletín con documentos personales. Caminaron al control de inmigración del aeropuerto internacional de Los Ángeles y, cuando un agente tecleó su apellido, los detuvo, les pidió que lo acompañaran.
Los llevaron a espacios separados donde cada uno fue revisado con un nivel de humillación innecesario, según declaró María Enriqueta. Fue a ella a quien un agente de la DEA le arrebató el maletín ‘Samsonite’ con documentos personales: ahí venían los registros telefónicos y una biografía del general Lázaro Cárdenas. Rubén Zuno Arce fue encarcelado ese día y permaneció en prisión hasta su muerte. La razón: la muerte de un agente de la agencia antidrogas.
El asesinato de un agente de la DEA tumbó a los parientes de Echeverría | AP Foto/Lenny Ignelzi, Archivo
Enrique Camarena fue asesinado brutalmente el 8 de febrero de 1985, cuando el narcotraficante Rafael Caro Quintero descubrió que se había infiltrado en su organización, el Cártel de Guadalajara.
El caso de ‘Kiki’ fue un escándalo, evidenciaba los nexos de la política mexicana con el narcotráfico. Entre los nombres que salieron a relucir durante la investigación estaba el del hijo de José Guadalupe Zuno y yerno de Echeverría, Rubén Zuno Arce.
Los documentos escritos con máquina eléctrica, llenos de apuntes en letra cursiva, dejan rastros de quiénes lo señalaban: Héctor Cervantes, un expolicía federal, y Lawrence Victor Harrison, un experto en videovigilancia. Ambos aseguraron que vieron a Zuno Arce en distintas fiestas con los narcotraficantes Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo.
Lo que hundiría a Zuno: la casona en la calle Lope de Vega, donde torturaron a ‘Kiki’ Camarena, había sido de su familia hasta 1984, cuando él decidió venderla.
Enrique ‘Kiki’ Camarena fue brutalmente asesinado en 1985 tras infiltrarse en las filas del Cártel de Guadalajara | Especial
Los que acusaron a Rubén Zuno Arce
Cervantes era un policía de poca monta que trabajó en la judicial del estado hasta 1981. Ese año se unió a las filas de un operador del Cártel de Guadalajara, llamado Javier Barba Sánchez, un conocido abogado y excompañero de la escuela, a quien sirvió como guardaespaldas. Según sus palabras, también servía canapés en las fiestas importantes.
Hoy puede leerse en el expediente una declaración llena de detalles que involucraban a políticos mexicanos. Dijo que, en septiembre de 1984, vio a Rubén Zuno en la casa de Javier Barba. Y no llegó solo: lo hizo acompañado de dos militares. El cuñado del expresidente le regalaría al Cártel de Guadalajara cinco credenciales de la DFS para que pudieran transitar a sus anchas por el país; enfrente de los militares le hizo la promesa de que, si necesitaba soldados para que cuidaran los plantíos de marihuana, él estaba a disposición.
Policía
Cervantes reveló que ese día escuchó al jefe de la Interpol en México, Manuel Aldana, decir que el entonces secretario de Gobernación, “Manuel Barta Díaz”, refiriéndose realmente a Manuel Bartlett –miembro del gabinete del entonces presidente Miguel de la Madrid–, estaba molesto con que un agente de la DEA anduviera merodeando los negocios del Cártel de Guadalajara.
Según este testigo, Aldana dijo que a Bartlett le estaba causando muchos problemas el agente infiltrado de la DEA. Dio detalles de otras reuniones en las que estuvieron Rubén Zuno, el político Javier García Paniagua, su hermano Marcelino, Aldana y los narcos Caro Quintero y Fonseca Carrillo.
“Don Rubén dijo que deberían levantarlo una vez que supieran quién era él. Paniagua dijo que quería ver si esta persona cooperaría”, Cervantes declaró en mayo de 1990, aunque después se retractaría de esto.
Los archivos señalan a Manuel Bartlett, entonces Secretario de Gobernación, y al exgobernador de Jalisco, Javier García Paniagua. |
Una fiesta con Rafael Caro Quintero
La primera vez que Lawrence Victor Harrison vio a Rubén Zuno Arce fue a inicios del año 1970. Él era un gringo recién llegado a Guadalajara, donde obtener un título universitario era más barato que en Estados Unidos. Supo de Rubén Zuno gracias a su padre, José Guadalupe Zuno Hernández, a quien se acercó al terminar una conferencia que impartió en un club de Guadalajara. Le contó de sus aspiraciones y generoso, el empresario lo conectó con gente del mundillo empresarial y jurídico.
Esta fue una de las últimas veces que vio a Rubén Zuno. Ocurrió en noviembre de 1983 en una casona en Circunvalación Sur, en la colonia Las Fuentes de Guadalajara. La fiesta era del narcotraficante Caro Quintero; había sido invitado porque desde hacía algunos años Harrison se dedicaba a instalar sistemas de telecomunicaciones y vigilancia en la casa de empresarios, políticos y hasta traficantes.
La fiesta había empezado a las tres de la tarde y, para la noche, ya había alrededor de 200 personas. Recuerda que además de los narcotraficantes que lideraban el cártel, estaba prácticamente toda la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, una treintena de agentes de la policía judicial, militares y políticos de altísimo nivel.
La imagen la tenía nítida, según sus declaraciones a un fiscal estadounidense: Caro Quintero estaba montado en el centro de la casa en un caballo al que hacía levantar sus patitas y bailar para el goce de los invitados mientras un grupo de banda mexicana tocaba. Lo montaba con una mano mientras con la otra sostenía un cigarrillo. Pero cuando llegó Rubén Zuno, Caro Quintero paró todo el ‘show’ y se bajó rápido de su caballo y los dos se dieron un caluroso abrazo. Rubén llegó de Levis y un sombrero vaquero.
Caro Quintero invitó a políticos de alto nivel, integrantes del Cártel de Guadalajara y policías a una fiesta en la capital | Fototeca
Un escándalo para el ‘jet set’ mexicano
El expediente revela que la detención de Zuno Arce sacudió al ‘jet set’ mexicano y político de finales de los años ochenta. Hoy es posible escarbar y revisar las decenas de cartas que enviaron, donde describen a otro Rubén muy distinto al vinculado con el Cártel de Guadalajara. Quedó en evidencia los favores políticos que muchos debían a los Echeverría.
Miembros de la política y empresarios enviaron cartas desesperadas a un juez en Estados Unidos, contando la verdadera historia del hijo de José Guadalupe Zuno, una familia “respetable y honesta”.
La primera fue su esposa, contó que era un buen hombre con quien desde hacía 11 años había tenido dos hijos que en ese momento tenían seis y tres años. Dice que construyeron una bella casa en el pequeño municipio de La Mascota, en Jalisco. En sus cartas reiteraba que su esposo era un hombre legítimo, que se había dedicado al negocio de la agricultura, cultivando mangos, guayabas y maíz.
Guillermo Cosío Vidaurri y Raúl Padilla López fueron algunos de los que respaldaron a Rubén Zuno Arce | Cuartoscuro
Entre los documentos encontramos cartas del presidente municipal de La Mascota, Hugo Montes Guzmán, quien aseguraba que su vecino era “una persona honorable” y que le constaba que había atacado la drogadicción en el poblado mientras vivía ahí. Incluso los exgobernadores de Jalisco, Alberto Orozco Romero y Francisco Medina Ascencio, firmaron cartas donde aseguraban que Rubén Zuno no estaba involucrado en negocios de drogas y era un hombre “de una intachable de conducta moral”.
El entonces gobernador de Jalisco, Guillermo Cosío Vidaurri, envió otra misiva asegurando que lo conocía desde hace 40 años. Lo mismo hicieron empresarios de la talla de Rene Rivial León, el entonces alcalde de Guadalajara, Jesús Landeros Amezola, y hasta el director del club de fútbol “Las Chivas”, Manuel Corona Díaz, y el rector de la Universidad Autónoma de Guadalajara, Raúl Padilla López.
Aunque tal vez la evidencia más importante en la versión de su historia fueron las escrituras, los papeles de venta de la polémica casa en Lope de Vega donde fue secuestrado Camarena. Una escritura del 11 de enero de 1985 cuenta la historia de la venta: el licenciado Rubén Zuno por su propio derecho vendió la casona a un doctor llamado Javier Sanchez Barba, el abogado de quien fue guardaespaldas el expolicía Cervantes. La escritura dice que se la vendió en solo 755 mil pesos.
Para el jurado la mera sospecha de que la casa había sido de Zuno Arce fue suficiente para sentenciarlo. Incluso Cervantes, uno de los testigos, después se retractaría y aseguraría que la DEA le había pagado primero 25 mil dólares y luego una mensualidad de 3 mil para involucrar al mundillo político mexicano.
Rubén Zuno murió en 2012 en una prisión en Florida a los 82 años. Hasta 2019, los Zuno y los Sánchez Barba se peleaban en tribunales la casa de Lope de Vega, la misma que los llevó a la ruina a todos.
Fuente.-Laura Sanchez Ley/MILENIO
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