Noches alegres, mañanas tristes. El refranero popular no falla: los excesos del consumo de alcohol y la desinhibición que provoca esta droga legal se pagan a las pocas horas, al menos, con una resaca más o menos severa. Esto es, un combo de síntomas físicos y mentales —dolor de cabeza, malestar intestinal, náuseas, vómitos, fatiga, mareos…— que aparecen cuando cae la concentración de alcohol en sangre.
La compañía De Faire Medical ha empezado a comercializar en el Reino Unido un suplemento alimenticio contra la resaca, pero los expertos consultados dudan de su eficacia y advierten de que lo único infalible para evitar este malestar es no consumir alcohol. No hay soluciones milagrosas, avisan: como mucho, algún fármaco para paliar síntomas, como el dolor de cabeza. Otra vez, se impone la sabiduría popular: noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno. Poco más.
Se presenta como “la pastilla antes de beber que funciona”. Natural, vegana y científicamente testada. De nombre Myrkl y comercializada por la compañía sueca De Faire Medical, se trata de una especie de probiótico con vitaminas y ya ha agotado existencias en su página web en pocos días. Håkan Magnusson, CEO de Myrkl, explicó en The Telegraph que la finalidad de esta píldora “es ayudar a los bebedores moderados regulares a despertarse sintiéndose lo mejor posible al día siguiente”. Y los ensayos clínicos, aseguró, han avalado “cuán poderoso es este producto para descomponer el alcohol”. Pero los expertos consultados disienten sobre las bonanzas de estas píldoras.
Para empezar, porque Myrkl no es un medicamento, sino un suplemento alimenticio, y los controles de estos productos no son tan estrictos como si fuese un fármaco, apunta Hugo López, médico de la Unidad de Adicciones del Hospital Clínic de Barcelona: “Es un probiótico, combina bacterias con oligoelementos. La consideración que tiene es de complemento alimentario y esto no es casualidad: para vender un medicamento, la publicidad está restringida y se necesitan más controles y registros”.
Además, añade Juan Turnes, portavoz de la Asociación Española para el Estudio del Hígado, el ensayo que menciona Magnusson tiene sus limitaciones: “Parece más una serie de casos que un ensayo clínico”, valora. Financiado por la propia compañía, en el ensayo participaron 24 personas a las que a la mitad se les ha dado la píldora y a la otra mitad, placebo; luego, el día del experimento, tomaron un desayuno ligero y un vaso de vodka. Según los investigadores, en los participantes que tomaron la pastilla, se observó una reducción de los niveles de alcohol en sangre del 70% respecto al placebo.
Pero Turnes pone en cuestión el diseño del estudio y los efectos reales de la píldora: “Es un producto puramente comercial. Además de usar vitaminas que podemos encontrar en los alimentos, incorpora dos probióticos con especies de bacterias que usan el alcohol como fuente de energía y lo descomponen, por lo que conseguirían una reducción de los niveles de alcohol. Pero, si es así, no actúa sobre los síntomas de la resaca, sino absorbiendo la cantidad de alcohol que hay: como si compraras dos bebidas y te tomaras solo una”. Además, apunta, la cantidad de alcohol que se administra en el ensayo es muy limitada, por lo que es muy difícil que un participante vaya a tener síntomas de resaca. Y, en cualquier caso, agrega, que esa menor absorción de alcohol sea a causa del papel que juegan esas bacterias es “una suposición” porque “el estudio no analiza que sea por esto”.
La resaca es, en palabras de López, “el efecto tóxico agudo del alcohol”. A mayor cantidad consumida, más riesgo de este cuadro de deshidratación, malestar general, cefalea. Turnes recuerda que el alcohol, “en cualquier presentación”, es “tóxico, una droga”, y el cuerpo lo metaboliza a través del hígado para eliminar esa toxicidad: “En este proceso, aparecen muchos elementos intermediarios que pueden estar detrás de los problemas neurológicos. Estos síntomas de dolor de cabeza, náuseas y malestar digestivo están asociados a esta producción de metabolitos tóxicos y a la deshidratación”, explica. Y para evitar eso, la única solución que se ha demostrado eficaz es “no beber alcohol”, resuelve Turnes.
No hay nada en el mercado que sirva como remedio infalible contra la resaca, zanja López. Ni vitamina B, ni B12, ni C, ni A. Tampoco cafeína u otros compuestos. Hay medicamentos que pueden ayudar a tratar los síntomas, como el ibuprofeno o el paracetamol para el dolor de cabeza, pero poco más. Un estudio publicado el año pasado en la revista Addictive Behaviors analizó más de 80 productos que se comercializan para la resaca (vitaminas, cafeína, extracto de té verde, ginseng coreano, taurina…) y concluyó que no había datos solventes en la literatura científica (en humanos, revisados por pares) sobre la seguridad y la eficacia de ninguno de los productos.
Turnes también desecha el mito de que la resaca se cura bebiendo: “Si bebes más alcohol estás yendo en la dirección contraria: su metabolización genera más tóxicos y más deshidratación”. Y tampoco valen otras estrategias, como ducharse o beber mucha agua o café, cuando el mal ya está hecho, agrega Mara Sempere, miembro del Grupo de Utilización de Fármacos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria: “La hidratación es importante en todo momento, pero no se ha demostrado que un consumo mayor de agua disminuya los síntomas de la resaca. La relación con el agua, probablemente, radique en que la ingesta de alcohol inhibe la liberación de vasopresina [una hormona], aumentando la frecuencia para orinar y la pérdida excesiva de líquidos”.
Consideraciones éticas
La búsqueda de remedios milagrosos contra la resaca abre también otro debate ético con una sustancia, como el alcohol, que es perjudicial para la salud —su consumo constante eleva el riesgo de aparición de una quincena de tumores— y adictivo. “Si realmente existiera un fármaco que eliminase los efectos negativos a corto plazo del consumo de alcohol, podríamos estar incitando a beber y exponiendo a más riesgos a largo plazo. Un tratamiento puede acabar convirtiéndose en un inductor de consumo de un tóxico”, avisa Turnes.
No hay un consumo inocuo de esta sustancia: una revisión de unos 1.500 estudios sobre el consumo de alcohol reveló que no hay un uso moderado sin riesgo. De hecho, una investigación internacional reveló también que el alcohol fue responsable de unos 740.000 tumores en todo el mundo en 2020 y, de ellos, el 15% los sufrieron personas que bebían de forma moderada.
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