“En este palacio somos de la Cuarta Transformación y no aceptamos propaganda de otra religión, ni críticas de quienes no creen en nosotros”, así debería decir un letrero en Palacio Nacional para que conservadores, neoliberales, depresivos o estresados no se acerquen, y menos acepten un cargo si no están dispuestos a rendir obediencia y lealtad ciega al credo de la 4T y a su Dios… sí con mayúsculas.
Así es, para pertenecer a la orden de la Santa Cuarta Transformación o a la de las Manuelitas Descalzas o las Hermanas del Santo Niño de Macuspana deben de hacer votos de austeridad y pobreza, así como de lealtad ciega y estar convencidos que integrarse a esta religión que cambiará algún día el destino de México no admite críticas ni mucho menos desobediencia. Aquí tienen que hacer lo que se les encomiende, pues recuerde que los caminos del líder son inescrutables.
Si todos lo hubieran entendido… Pff. Así no habría crisis de fe como las que han mostrado algunos exmiembros del gabinete presidencial y exfuncionarios, que no tenían claro que ellos llegaron ahí para hacer cumplir una voluntad superior y que opinar no era parte de su encargo. Simplemente estaban ahí para cumplir ciegamente con las órdenes que recibían. Para muestra un botón.
El más reciente caso de renuncia, el del extitular del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, Jaime Cárdenas, quien muy digno dimitió esta semana al cargo solo porque al parecer no le gustó cómo se manejó la rifa del avión presidencial, y tampoco le quisieron hacer caso sobre presuntos casos de corrupción, como el robo de piedras preciosas de algunas joyas que fueron subastadas por parte de funcionarios de esta administración.
Don Jaime nunca entendió que la santísima Cuarta Transformación lo puso en ese puesto para cumplir con las instrucciones, no para dar su opinión ni hacerle al detective o al paladín anticorrupción –esta tarea le fue encargada a una verdadera devota de la 4T-.
Cárdenas lo único que tenía que hacer era destinar ciegamente cientos de millones de pesos a la compra de boletos de la Lotería Nacional para la llamada rifa del avión presidencial y no hacer olas por los pecadillos y algunas corruptelas que funcionarios del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado hacían con las joyas y bienes que serían subastados.
A Don Jaime nadie le dijo que no había problema si robaban lo robado; él nunca entendió que en la biblia de esta religión hay un versículo que dice: “Ladrón que roba a ladrón es bienvenido en la Cuarta Transformación”.
“Pedimos lealtad a ciegas al proyecto de transformación porque el pueblo nos eligió para eso, para llevar a cabo un proyecto de transformación, para acabar con la corrupción, para acabar con los abusos, para llevar a cabo un gobierno austero, sobrio, para hacer justicia”, dijo ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador en referencia a Cárdenas, quien tras renunciar el pasado martes dijo que la 4T esperaba de él una “obediencia total, ciega”.
“La administración pública -más en épocas de transformación- exige mucha entrega y fatigas… hay gente muy buena, honesta con convicciones, inteligentes, pero no se les da lo del trabajo como servidor público. La verdad es que esto es un apostolado y hay que resistir y trabajar mucho, tener aplomo, porque el que se aflige, se afloja”, dijo AMLO el martes al informar de la renuncia de Cárdenas al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (aunque sea con alguna mochadita de diamantes y pedacitos de oro de 24 kilates).
Don Jaime, como hace poco pasó con el exsecretario del Medio Ambiente, Víctor Toledo, se afligió y se aflojó, no estaba listo para servir ciegamente a la 4T.
“El servicio público produce estrés, antes yo pensaba que el estrés era una exquisitez de la pequeña burguesía, pero no, sí existe y no todos estamos hechos para resistir presiones…”, dijo el Presidente a principios de agosto al dar conocer que el secretario Toledo había renunciado pues tenía una crisis de estrés, ¡válgame el Señor de Chalma!
Pero no es el estrés ni el aflojamiento, en el fondo, la realidad es que estos dos exfuncionarios, como también fue el caso del exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa o el del exdirector del Seguro Social, Germán Martínez, y varios más, no tenían devoción, no estaban convencidos de que este credo es el único, el verdadero, que traerá al país crecimiento económico, seguridad, paz y servicios de salud y educativos como los de las potencias mundiales.
Esta, queridas lectoras, queridos lectores, no es una transformación para deprimidos, para estresados, para afligidos, para aflojados, tampoco los es para personajes impíos… esto es solo para Píos, para quienes quieran tener cien años de perdón y entrar, sin necesidad de consulta popular, al cielo de la Cuarta Transformación.
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