Los hermanos Luis Alfonso, Simón y José Regino González Villarreal llegaron este viernes a su natal Sinaloa, luego de haberse salvado de morir en la horca en Malasia donde permanecieron más de una década presos acusados de narcotráfico.
Los mexicanos fueron detenidos 4 de marzo de 2008 en una fábrica del parque industrial de Senai, en la ciudad de Johor, y sentenciados a muerte en 2012, sin embargo, su ejecución se aplazó gracias a una serie de apelaciones y luego de que el sultán Ibrahim Ismail Ibni Almarhum les otorgó el perdón.
"Una decisión de enorme generosidad sin precedente del Sultán Ibrahim de Johor dio hoy el mejor regalo a una madre angustiada: el retorno de tres de sus hijos sanos y salvos. Un importante gesto de amistad a México que agradecemos profundamente", publicó en su cuenta de Twitter Carlos Félix, el embajador de México en ese país.
La Cancillería señaló en un comunicado que con la repatriación de los hermanos González Villarreal, quedó concluido el "caso consular" en ese país.
"El Gobierno de México reconoce la acción humanitaria del sultán Ibrahim Ismail Ibni Almarhum Sultan Iskandar Al-Haj, quien en septiembre pasado había anunciado su decisión de conmutarles la pena de muerte", agregó el comunicado.
La dolorosa historia
Los mexicanos fueron detenidos en 2008 y sentenciados a la horca en 2012, decisión que fue apelada por el gobierno mexicano y por los abogados defensores. En 2015, la corte federal de Malasia desechó las apelaciones y ratificó la pena de muerte, por lo que su única esperanza era el perdón del sultán.
Los tres fueron detenidos durante una redada en una fábrica en la frontera con Singapur, donde trabajaban en el área de limpieza.
Las autoridades del país asiático buscaban empleados ilegales. Los acusaron de narcotráfico luego que encontraran 29 kilos de metanfetaminas cerca de su espacio de trabajo.
Siempre aseguraron que ellos sólo se dedicaban a la limpieza y que no sabían que en la fábrica se producían drogas.
En Culiacán, según señalaron en sus declaraciones, se dedicaban a la producción de ladrillo, pero ante los pocos ingresos que obtenían, decidieron aceptar en trabajo que les ofrecían en Malasia donde les pagarían el equivalente a 17,000 pesos mexicanos (USD 903).
A pesar del perdón, el fiscal acusador en Malasia señaló en su momento que este caso debía ser un ejemplo, principalmente para los extranjeros, de que no se puede llegar a ese país con la intención de vivir de la industria criminal.
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