El ejercicio de la memoria en política muchas veces se hace a conveniencia de los actores en disputa. Hoy, en el PAN, parecen olvidar que desde hace 30 años cedieron a la propuesta del PRI de cogobernar el país. El primer pacto lo encabezaron en 1988 Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, cuando este último defendió y solapó al priista para que fuera ungido como presidente de la República.
A partir de entonces la complicidad entre ambos partidos se ha mantenido y, por lo visto, seguirá así para la elección de 2018 porque, aun cuando vayan con candidatos diferentes los pactos para mantener el statu quo permanecen intocables.
Ahora que empieza la desmemoria de los partidos ante la emergencia de los sismos y huracanes recientes –que han afectado a miles de mexicanos–, es importante recordar que en estas tres décadas ha sido evidente que el PRI y PAN han gobernado alejados de la ciudadanía y sólo para sus intereses económicos.
En lo que va de cinco administraciones presidenciales con este maridaje PRI-PAN se han hecho ricos miembros de los dos partidos a costa de su franquicia como partidos políticos, dominando todos los espacios de gobierno y haciendo negocios con empresarios mexicanos y trasnacionales. Carlos Salinas y Diego Fernández son el ejemplo más claro de este negocio; son de los políticos más ricos del país.
Priistas y panistas se han repartido los principales puestos de gobierno y a sus amigos y familiares les han tocado los principales contratos de obra pública, la explotación de la riqueza natural, principalmente los energéticos y minerales, y ahora el agua y la luz. La memoria pública no olvida los casos recientes de Hildebrando Zavala, hermano de Margarita Zavala; los hijos de Marta Sahagún, metidos en la industria de la construcción, y Raúl Salinas, como socio de Televisión Azteca, entre muchos otros.
En el 2000, cuando le tocó gobernar al PAN, lo primero que hizo Vicente Fox fue acordar con los poderes fácticos emanados del PRI para administrar el país con las mismas líneas de gobierno heredadas por los priistas. La esperada transición a la democracia fue traicionada por los panistas, lo que a la postre originó la disputa por el poder de parte de grupos como el crimen organizado, las televisoras y los gobernadores convertidos en señores feudales.
Felipe Calderón continuó esta alianza con el PRI y pactó al final de su administración para mantener la idea de un día regresar a Los Pinos a través de su esposa Margarita Zavala, quien siguió a pie juntillas la estrategia foxista de quererse adueñar del PAN y obligar a sus adversarios a aceptar su candidatura presidencial. Pero el plan de continuidad les falló a los Calderón.
La presencia de Ricardo Anaya en Los Pinos previo a la elección en el Estado de México –para pactar con Enrique Peña Nieto la derrota de Josefina Vázquez Mota y la victoria de Alfredo del Mazo– abona más a ese maridaje político que PAN y PRI han mantenido a lo largo de estos años.
Lo que se quedó trunco fue el proyecto de Felipe Calderón y Margarita Zavala de apropiarse del PAN y de la candidatura presidencial. Un proyecto que habría de fracasar, sobre todo por la carencia del apoyo de empresarios, banqueros, sindicatos, la cúpula eclesiástica y las televisoras.
Al PRI ya no le interesa continuar el pacto que alguna vez tuvo con Calderón porque la corriente calderonista tiene poco que ofrecerle en tanto fuerza electoral.
Por cierto… Diego Fernández de Cevallos alguna vez llamado El Jefe ya no es el mismo. Encargado de Felipe Calderón y de Margarita Zavala para negociar con el presidente del PAN, Ricardo Anaya, la elección del candidato presidencial por votación abierta, fracasó. Paradójicamente, quien empezó el pacto con el PRI hace 30 años, es quien ahora lo acabó por lo menos en los Calderón Zavala.
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