No puedo imaginar una decisión más difícil. Porque para Margarita Zavala no se trata de cambiar de siglas partidistas, sino de dejar atrás un “modo de vida” que está, definitivo, tremendamente imbricado en su historia. Ha sido siempre panista.
Sin embargo, todo indica que va a inclinarse por dejar atrás toda esa historia.
Con aliados, con una suma de corrupción y manipulación, con una fuerza inexplicable, Ricardo Anaya se apañó la candidatura presidencial. Para eso, no dudemos, inventó el engendro del “Frente Amplio”. Es decir, una opción del poder para el poder. Una suma de contrarios que hacen imposible mantener libertad ideológica.
Aun así Margarita Zavala optó por caminar con esa historia, supongo que buscando sumar, evitando sobre todo lo que debe venir con su salida: una escisión que romperá al PAN.
No se trata de personas, eso es lo más grave, sino de convalidar o no lo que significa Ricardo Anaya, toda esa historia de enriquecimiento explicable por su paso por la política, la forma en que llevó a vivir a Estados Unidos a su familia, su confrontación con panistas que nacieron en la tradición de decencia, de oposición a la corrupción.
No es fácil convertirse en candidato presidencial panista. La manera en que ese partido elige no es manipulable, está condicionada a muchos factores, uno de ellos, la historia personal.
A esto debe agregarse la circunstancia de competencia electoral de cara a un candidato, Andrés Manuel, que lleva mucho tiempo de ventaja, cuyo discurso ha penetrado grandes sectores sociales.
Porque el reto del 2018 será quién puede llevar a su causa el gran descontento social. No solamente como oposición sino como un verdadero garante del cambio.
Margarita Zavala ha logrado, en muy poco tiempo, definirse como una opción viable para suceder a Enrique Peña Nieto. No estoy muy segura si también es la opción para muchos panistas. Pero lo que deberá definirse es la verdadera identidad del PAN, y no hay mejor forma de hacerlo que en la decisión entre Ricardo Anaya y Margarita Zavala.
Así de polarizado está el momento.
Para inscribirse como “candidato independiente” quedan pocos días. El plazo legal vence el próximo sábado. Y el tema no es, para Margarita al menos, conseguir los cientos de miles de firmas y llenar los requisitos vigentes. Sino el desprendimiento.
Si Margarita se convierte en candidata independiente habrá un profundo rompimiento dentro del PAN. Margarita no es, no podrá ser “independiente” en el sentido de que engendra mucho del esquema político de ese partido.
¿Quiénes se irán con ella? ¿Quiénes se quedarán?
Un PAN roto, como cualquier otro partido político, de cara a la contienda electoral tendrá muchos más problemas, perderá votos a priori. ¿Vale la pena hacerlo? Quiero creer que no le están dejando otro camino a la señora Zavala de Calderón… Las cartas las ha puesto sobre la mesa muchas veces, la más fuerte su insistencia de “abrir” la decisión del candidato presidencial del llamado “Frente Amplio”, porque de ciudadano no tiene nada. Anaya no lo va a permitir, quiere a como dé lugar ser el candidato.
No importa que su candidatura favorezca al PRI, al mismo López Obrador, por todos los cuestionamientos personales.
¿Puede ganar Margarita? Lleva, sin ser candidata, un buen tercio. E incluso un “mal tercio” significa mucho en una elección tan dividida, tan confrontada cómo será la próxima.
Lo que veremos en poco tiempo es una resolución existencial muy complicada. Sin tiempo para refundar un partido político.
Y si Margarita opta por inscribirse en la elección presidencial como candidata independiente habrá un voto panista muy dividido, entre el oportunismo político y la razón moral. No estoy cierta de si la sociedad mexicana está lista para votar a favor de una mujer, pero si una candidata del sexo femenino puede convencer a millones de hombres con estructuras mentales machistas, es ella.
La apuesta, en cualquier sentido, es muy alta. Y debe de conllevar una inmensa sensación de vértigo. Es un triple salto mortal, Margarita Zavala no tiene nada que perder en lo político, veremos si logra armonizar su yo interno para despojarse de esa vestimenta azul que la acompaña desde el bautismo…
Fuente.-Isabel Arvide
@isabelarvide
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