En la frontera este de El Salvador, una furtiva transferencia de poder podría tener consecuencias de magnitudes sísmicas en el hampa.
Juan Pablo Salamanca acababa de salir de una pelea de gallos en Santa Rosa de Lima, en el este de El Salvador, cuando fue atacado. Había estado en el que tal vez era su lugar favorito en el mundo: en el ruedo, con gallos, amigos, cervezas y bravuconería, rodeado por el caos que tanto le gustaba en un mundo que él pensaba que había domesticado. Allí se apostaba, se bebía y se exhibían fajos de billetes. Cuando salió sonaron los disparos, que dieron inicio a una de las transferencias de poder más importantes que se han dado en el hampa de El Salvador en muchos años.
Salamanca era heredero de Los Perrones, la estructura de narcotráfico que conectó las rutas de contrabando de El Salvador con el Cartel de Sinaloa en México durante la mayor parte de la década de 2000, hasta que la mayoría de sus líderes fueron asesinados y arrestados, o bien huyeron. Su asesinato aquel 26 de julio de 2015, como otros miles en El Salvador a lo largo de los años, quedó sin resolver. “Hombres armados desconocidos abrieron fuego”, se lee en el primer informe policial, utilizando el lenguaje común para este tipo de homicidios, que a menudo terminan vinculados extraoficialmente a disputas entre narcotraficantes.
Pero con el paso del tiempo quedó claro que, al parecer, quienes lo mataron tenían un objetivo relacionado con el narcotráfico: apoderarse de una ruta que va del lado nicaragüense del Golfo de Fonseca hasta las playas y humedales de La Unión, el departamento más oriental de El Salvador. De hecho, el asesino más probable de Salamanca no era un desconocido en absoluto: fue su primo y exsocio Sergio Umaña Salamanca, alias “Pitbul”, quien durante mucho tiempo había amenazado con matarlo.
Pitbul trabajó con Juan Pablo Salamanca y Los Perrones desde mediados de la década de 2000, cuando ambos estaban bajo el mando de Daniel Quezada. Aquella era la época de apogeo de Los Perrones, y Quezada controlaba el tráfico de cocaína en las playas de La Unión, como dice un funcionario de la Policía Nacional Civil (PNC) de El Salvador establecido en el departamento, quien habló con InSight Crime bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado para hablar sobre el caso.
Pitbul, sin embargo, jugaba en dos bandos. Además de su conexión con Los Perrones, también era miembro de la Mara Salvatrucha 13 (MS13), la famosa pandilla callejera transnacional. Su célula, conocida como Hempstead Locos Salvatruchos (HLS), es una facción emergente de la pandilla en El Salvador, cuya influencia en el tráfico local de drogas creció precisamente a causa del asesinato de Juan Pablo Salamanca.
“Pablo Salamanca, quien tenía conexiones con los carteles, fue asesinado por su primo, Sergio Umaña Salamanca, líder de la HLS, una de las doce células de la MS13 activas en La Unión. [Su] asesinato significó sólo una cosa: que el control sobre el narcotráfico estaba en manos de la HLS”, le dijo a InSight Crime el mismo alto funcionario de la policía de La Unión, a pesar de que nunca se inició una investigación oficial sobre el caso.
Su teoría tenía lógica. En el momento de su asesinato, Salamanca era muy conocido en los pueblos y ciudades de la costa oriental, desde Playas Negras, de donde es su familia, hasta Santa Rosa de Lima, donde fue asesinado. Santa Rosa de Lima, de hecho, era sede de Los Perrones en La Unión y, según el funcionario de la PNC, allí hay actualmente bodegas que son utilizadas por pequeños grupos de narcotraficantes para almacenar cocaína.
Pero la reputación de Salamanca provenía no solo de su participación en el narcotráfico, sino también de la época en que fue propietario de un equipo de fútbol local. En 2013, cuando ya era conocido como restaurantero y empresario, Salamanca compró al Ciclón del Golfo, un equipo de la segunda división de El Salvador. El nuevo jefe tenía problemas con todo mundo. Solía proferir amenazas de muerte en las redes sociales o en programas de radio después de que su equipo perdía un partido, lo que incluía a sus propios jugadores.
Por ejemplo, en una publicación en Facebook tras una derrota en junio de 2013, Salamanca amenazó con abandonar el equipo: “Juan Pablo Salamanca no va más con los Ciclones, no quiero a ningún jugador en mi casa porque lo puedo matar”.
El mensaje estaba acompañado por una foto de Salamanca, con una pistola en la mano.
Juan Pablo Salamanca. Foto tomada de Facebook
De Los Perrones a la MS13
Cuando Juan Pablo Salamanca se vinculó a Los Perrones, acababa de llegar de Estados Unidos, donde estaba implicado en un asesinato. El 27 de abril de 2006, Salamanca, quien entonces tenía 22 años, y otras dos personas, mataron a un pandillero de una facción rival, conocida como los South Side Locos, tras una pelea en un partido de fútbol en Columbia Heights West, según documentos judiciales de un tribunal de apelaciones de Virginia. Salamanca huyó.
Daniel Quezada y Los Perrones lo recibieron bien. Los pandilleros deportados, o los que huían de la justicia en Estados Unidos, habían estado robusteciendo las operaciones de Quezada desde comienzos de la década. De hecho, investigadores de la policía antinarcóticos de El Salvador desplegados en La Unión en 2006 dicen que entre los principales colaboradores de Quezada había otro pandillero que, al igual que Salamanca, había huido de Virginia a causa del asesinato en Columbia Heights West.
En ese momento, Quezada comandaba la mayor parte de las playas de La Unión. Por orden de Quezada, pequeñas lanchas a motor viajaban a través del Golfo de Fonseca, traían cocaína de Nicaragua y descargaban los cargamentos en un hotel que él había construido como fachada para sus negocios de drogas. Para ello, ejercía un considerable control sobre por lo menos tres comisarías de policía en las playas de El Tamarindo, Playas Negras y El Jagüey, según las investigaciones llevadas a cabo entre 2002 y 2006 por la policía salvadoreña y la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA).
Quezada les hacía pagos a los agentes de policía en las playas, quienes facilitaban y protegían los cargamentos de cocaína que entraban, así como su posterior transporte a Santa Rosa de Lima. Algunos agentes de la PNC a cargo de las investigaciones también estuvieron vinculados a dichos cargamentos de cocaína o los ayudaron a custodiar, según afirma un agente del Grupo Especial Antinarcóticos (GEAN) que investigó a los grupos de narcotraficantes de La Unión entre 2007 y 2008.
Las conexiones iban más allá de los agentes locales. Tanto directores de la PNC como jefes de la División Antinarcóticos de la Policía (DAN) fueron investigados por sus presuntos vínculos con José Natividad Luna Pereira, alias “Chepe Luna”, otro importante cabecilla de Los Perrones. Y cuando la policía no colaboraba, había consecuencias. En 2008, Los Perrones presuntamente asesinaron a Nahún Ayala, un investigador de la PNC que le seguía el rastro al grupo criminal, y lo enterraron en un cementerio clandestino reservado para las víctimas de Quezada.
El grupo también tenía vínculos con partidos políticos. Hay pruebas de que al menos dos miembros de Los Perrones le entregaron dinero a Herbert Saca, primo y jefe de campaña de Antonio Saca, presidente de El Salvador entre 2004 y 2009 adscrito a la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Herbert Saca ha mantenido un alto perfil en la política de las administraciones posteriores, incluyendo la del actual presidente Nayib Bukele.
Pero a finales de la década de los 2000, Los Perrones sufrieron fuertes reveses. En abril de ese año, la policía de El Salvador detuvo a casi toda la facción de Quezada, incluido este último, así como a Juan Pablo Salamanca y otras 17 personas. Quezada fue condenado más tarde a tres años de prisión. Otros más fueron puestos en libertad por falta de pruebas, entre ellos Juan Pablo Salamanca. Pero el núcleo del cartel ya había sido desmantelado.
Los remanentes de Los Perrones comenzaron a recoger los pedazos. Entre ellos estaban Salamanca, quien reconstruyó el corredor de tráfico que Quezada había dejado. Poco después, Salamanca ya estaba otra vez trasladando cocaína del lado nicaragüense del Golfo de Fonseca a las playas de La Unión. Todavía contaba con en el apoyo de la policía, pero su red logística provenía principalmente de Hempstead Locos Salvatruchos, cuyo líder era su primo, Sergio Umaña, alias Pitbul.
La MS13 nunca ha sido particularmente buena para el tráfico internacional de drogas. Sus rivalidades internas, su inexperiencia, su desidia, su inclinación por la violencia y su alta visibilidad los convirtieron en socios poco fiables para las organizaciones de tráfico de drogas (OTD) más experimentadas. Pero la HLS parecían ser la excepción a la regla. Un expediente del Ministerio Público de Nicaragua indica que, justo antes del asesinato de Salamanca, Pitbul había extendido su operación a cuatro playas del departamento de Chinandega, al otro lado del Golfo de Fonseca, en Nicaragua.
Pitbul era también quien manejaba las interacciones con los intermediarios que por mucho tiempo habían conectado a los narcotraficantes de La Unión con el Cartel de Sinaloa, que en ese momento administraba la mayor parte de la cocaína que pasaba por El Salvador. Después de la muerte de Juan Pablo Salamanca, Pitbul “se convirtió en el líder”, según un documento del Ministerio Público de Nicaragua al que tuvo acceso InSight Crime. Y estaba interesado no solo en traficar drogas, sino además en robarlas.
La red de Pitbul
Las playas de Las Tunas y Playas Negras se encuentran en el punto más oriental del corredor de tráfico de cocaína en la costa de La Unión. El corredor comienza a unos 10 kilómetros al este, en la playa El Tamarindo y el estuario de la península de Punta de Amapala, el principal punto de entrada de las aguas que fluyen hacia el Golfo de Fonseca desde el extremo este de El Salvador.
Esta área ha estado plagada de contrabando durante décadas. Durante la guerra civil, a las fuerzas insurgentes en El Salvador se les enviaban armas de fuego desde Nicaragua por esta ruta. A finales de la década de los noventa y a lo largo de la década de 2000, Los Perrones dominaron las playas. La caída de los líderes del grupo condujo a sucesivas reorganizaciones, junto con infructuosas riñas entre miembros de rangos inferiores. Eso fue así hasta 2015.
Pitbul se instaló en el extremo norte de Chinandega, donde Nicaragua continental se adentra en el Golfo de Fonseca. Con el apoyo de su pandilla salvadoreña en un principio, y más adelante con sus cómplices nicaragüenses, el líder de la HLS comenzó a expandir su operación. En 2016, menos de un año después de la muerte de Salamanca, Pitbul y la HLS habían establecido una relación con José Mario Méndez González, un salvadoreño radicado en Playas Negras, La Unión, según investigaciones de fiscales nicaragüenses a las que InSight Crime tuvo acceso.
Fue Méndez González quien tuvo contactos con “narcotraficantes de Colombia, Panamá y Costa Rica para el envío de drogas de Costa Rica a El Salvador”, según una acusación posterior del Ministerio Público nicaragüense. Un expolicía salvadoreño, que investigó al Cartel de Los Perrones entre 2002 y 2006, dijo a InSight Crime que Méndez González fue uno de los intermediarios que proporcionaron vínculos con el Cartel de Sinaloa a principios de la década de los 2000. Sin embargo, en El Salvador no hay investigaciones en curso sobre las actividades de Méndez González.
La red de Pitbul también estableció infraestructura poco tiempo después. Entre finales de 2016 y principios de 2017, Pitbul y la HLS tuvieron una bodega en Nagarote, León, a medio camino entre las playas del Golfo de Fonseca y Managua, Nicaragua. Allí, según las autoridades nicaragüenses, Pitbul almacenaba el dinero que le enviaban desde El Salvador después de entregar cocaína en ciudades como Santa Rosa de Lima y San Miguel.
Otra propiedad en las afueras de la capital nicaragüense era utilizada como refugio del grupo y como sitio para planear ataques. Al igual que la casa en León, también se utilizaba para almacenar dinero y armas adquiridas en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, o bien contrabandeadas desde El Salvador, según testigos cooperantes en el caso.
El grupo tenía además dos camionetas Toyota y una camioneta Nissan, que eran utilizadas para transportar droga con destino a El Salvador, así como dinero en efectivo que era enviado de vuelta a través del Golfo de Fonseca después de entregar cargamentos de cocaína. Poseían además tres motocicletas que utilizaban para vigilar las rutas terrestres de tráfico de drogas.
En poco menos de dos años, Pitbul y la HLS establecieron una operación de tráfico de drogas similar a la de Los Perrones la década anterior, excepto por un detalle importante: no estaban moviendo grandes cantidades de drogas. Con una audaz operación, Pitbul esperaba cambiar esa situación.
Un robo, un asesinato y un arresto
En la noche del 23 de junio de 2017, Pitbul y varios de sus socios abordaron una embarcación en Mechapa, ciudad costera en el departamento de Chinandega, Nicaragua. Mechapa es usada como plataforma de lanzamiento hacia El Salvador, mediante rutas marítimas en el Golfo de Fonseca. Cuando ya estaban lejos de la costa, Pitbul y su tripulación se dedicaron a observar y esperar.
Según documentos judiciales nicaragüenses, Pitbul sabía que un pequeño barco pesquero, el Joseling I, saldría esa noche de Chinandega, transportando media tonelada de cocaína hacia Guatemala, por las rutas marítimas que bordean la costa de El Salvador. El plan era interceptar al Joseling I, tripulado por miembros de un grupo narcotraficante rival conocido en Chinandega como “La Colonia”, y robar sus drogas.
A la madrugada siguiente, el barco Joseling I y el de Pitbul se cruzaron, según los mismos documentos. Pitbul y su tripulación abrieron fuego. Uno de los miembros de La Colonia que iban en el Joseling I recibió un balazo en el hombro izquierdo. Dado que su camarada se estaba desangrando, los otros dos miembros de la tripulación decidieron regresar a la costa. Pitbul y sus compañeros los persiguieron.
Una vez en la playa, los integrantes de La Colonia abandonaron el Joseling I junto con la droga y se dirigieron a Chinandega en una camioneta que habían escondido cerca. Lograron escapar, pero su compañero murió en el camino, y dejaron su cuerpo en la carretera. Pitbul y su tripulación abordaron el Joseling I y robaron 300 paquetes que contenían 500 kilos de cocaína.
Aquel fue un gran logro, pero lo que no sabía el líder de la HLS era que entre su tripulación de esa mañana había dos policías nicaragüenses encubiertos. La investigación había iniciado en abril de 2017, pocos meses antes de que Pitbul y su tripulación invadieron el Joseling y las autoridades nicaragüenses introdujeron a los infiltrados en la organización de Pitbul.
El asesinato del tripulante del Joseling I aceleró la investigación. Se logró mapear las actividades de narcotráfico y lavado de dinero de la HLS. Estas incluían propiedades en varias playas del norte de Chinandega, zona desde donde los cargamentos de cocaína hacían su último trayecto hacia las costas de La Unión en una flota compuesta por al menos media docena de lanchas a motor. Según descubrieron los investigadores nicaragüenses, el grupo también tenía presencia activa en las playas de Padre Ramos, Potosí, Venecia y Punta Ñata.
Pitbul también había comenzado a lavar sus ganancias comprando tierras en tres departamentos de Nicaragua y en la capital, Managua. Según el relato de uno de los infiltrados, Pitbul había comenzado a administrar la red en la localidad costera de El Jagüey, en La Unión, —la misma localidad donde Los Perrones habían pagado por protección policial—. Los infiltrados también lo vincularon al asesinato de su primo. Específicamente, los fiscales dijeron que él había viajado de El Jagüey a Nicaragua después de “matar a un individuo” en El Salvador. Ese individuo, según la policía nicaragüense, era su antiguo socio, su primo Juan Pablo Salamanca.
La policía de Nicaragua detuvo a Pitbul el 7 de julio de 2017. Horas después de su arresto, las autoridades nicaragüenses allanaron la propiedad en Nagarote y la casa en Managua. En total, encontraron US$328.000 en efectivo. Cuando la policía nicaragüense allanó la casa refugio de Pitbul en la localidad de Nagarote, 50 kilómetros al norte de Managua, hallaron US$176.980 repartidos en doce fajos envueltos con cinta aislante. Los científicos forenses hallaron rastros de cocaína y marihuana en dos paquetes de billetes. Y el 25 de agosto de 2017, fiscales nicaragüenses acusaron a Pitbul y a otras personas de asesinato y delitos relacionados con el narcotráfico.
Escena donde las autoridades nicaragüenses encontraron el cuerpo de Noel Antonio Gaitán Boanez, nicaragüense asesinado por Pitbul y la HLS durante una emboscada en el mar. Foto cortesía de La Prensa de Nicaragua.
El 24 de enero de 2018, en un tribunal de Managua, Pitbul fue declarado culpable de narcotráfico, crimen organizado, lavado de dinero y posesión y porte ilegal de armas de fuego. Fue condenado a 50 años de prisión. Pitbul estaba acabado. La HLS, sin embargo, se mantuvieron firmemente arraigados en la zona fronteriza.
¿Es la HLS una organización de tráfico de drogas?
Ha habido otras clicas de la MS13 que han hecho sus pinitos en el negocio internacional de drogas. Moris Alexander Bercián Machón, alias “Barney”, de Normandie Locos Salvatruchos, operó en el oeste de El Salvador, desde donde supuestamente trasladaba cocaína a Guatemala, con destino a Estados Unidos. En 2009, fue arrestado con siete kilos de cocaína. Las autoridades también lo vincularon con otro cargamento de 113 kilogramos, interceptado en 2012. José Misael Cisneros, alias “Medio Millón”, integrante de los Fulton Locos Salvatruchos, era intermediario entre estos y el Cartel de Texis —otra red de transporte que incursionó en el tráfico internacional de drogas y que tuvo vínculos con carteles mexicanos—.
La operación de la HLS en La Unión parece tan seria como la de los Fulton y los Normandie Locos, pero con un alcance internacional aún mayor, sobre todo por su fuerte presencia en la costa de La Unión.
“En general, las pandillas no están involucradas en el narcotráfico, pero en La Unión hay una célula fuertemente involucrada en el narcotráfico. Esto se debe a que la cocaína sigue llegando a las playas de La Unión”, se lee en un reciente informe de inteligencia policial, refiriéndose a la HLS.
Esta célula también se ha extendido por playas y pueblos de la costa sur de La Unión e incluso ha instalado cuarteles móviles en las laderas de los bosques salpicados de manglares. Desde allí, controlan la entrada y salida de lanchas que transportan cocaína.
“Los barcos permanecen en los manglares. Estos son espaciosos y los botes se pueden trasladar muy lejos hasta La Unión”, se lee en el informe. “Hay varias islas y bosques donde pueden ocultarse, y los pandilleros viajan constantemente a Nicaragua”.
Uno de los funcionarios que proporcionó información para el informe se refirió a la HLS y la MS13 en La Unión como estructuras de narcotráfico que utilizan tácticas similares a la insurgencia para evadir a las autoridades. No solo aprovechan la geografía del departamento para permanecer ocultos, sino que además controlan entradas marítimas y playas que les permiten gestionar los cargamentos de cocaína entrantes.
A principios de 2019, por ejemplo, agentes de inteligencia antinarcóticos en La Unión descubrieron que miembros de la MS13 habían asesinado a guardias de seguridad empleados por haciendas de playas de la región, con el objetivo de tomarse estas propiedades y establecer control territorial. Solo en enero de 2019, ocho guardias fueron asesinados en la zona, como dijeron funcionarios policiales a InSight Crime. Y el pueblo de El Tamarindo, con sus amplias playas que se abren al Golfo de Fonseca, y sin presencia policial o militar permanente, se ha convertido en un “bastión de drogas” y extorsión, según el jefe de la policía.
“Están descargando drogas por todo El Tamarindo. Desde allí se dirigen a San Miguel y San Salvador […] a veces a La Tiendona (el principal mercado mayorista de San Salvador)”, afirma el jefe de la policía, quien reconoce que las fuerzas de seguridad son incapaces de vigilar este tramo de costa.
“Somos bastante vulnerables”, dijo.
La huella de la MS13 se ha extendido por todo El Tamarindo, desde sus pueblos interiores hasta las playas turísticas que tienen el mismo nombre de la ciudad, e incluso a otras playas desiertas ubicadas sobre el golfo. La presencia de la pandilla también se extiende hasta una pista de aterrizaje en El Jagüey, un sitio de aterrizaje de vuelos cargados de cocaína que llegan de manera esporádica, según la PNC.
En San Miguel, la ciudad más importante del este de El Salvador, un fiscal que investigaba a Los Perrones le dijo a InSight Crime que la HLS y otras células más pequeñas establecieron otro esquema desde 2017, que implicaba la compra y el alquiler de propiedades y restaurantes de playa. Esto les ha permitido ocultar los ingresos del narcotráfico.
A principios de 2018, en la costa sur de La Unión, la Fiscalía General de El Salvador embargó varios restaurantes de individuos que, según la investigación, trabajaban para la MS13 como fachada. El fiscal de San Miguel dice además que la HLS han comprado al menos dos hoteles pequeños, uno de ellos en la carretera que conecta El Tamarindo con Intipucá, y el otro en una zona montañosa cercana, donde la MS13 también mantiene presencia.
“Las pandillas están lavando mucho dinero en La Unión. Hay muchas propiedades, establecimientos y tierras”, dijo el funcionario de inteligencia durante una entrevista en la capital del departamento de La Unión.
Pero desde la época de Pitbul, la principal fortaleza de la operación de la HLS ha sido su acceso a las lanchas, que a menudo arrebatan a pescadores y navegantes comerciales amenazándolos con armas. Según las autoridades nicaragüenses, Pitbul también les dejó una flota de barcos. A finales de 2019, muchos de estos barcos seguían moviendo cocaína por la costa de La Unión, según el informe de inteligencia policial. En otras palabras, la HLS tienen todas las características de una organización internacional de tráfico de drogas.
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