Una encuesta a más de 2.000 enfermos de covid españoles ya curados muestra que el coronavirus se habrá ido, pero no sus consecuencias. La investigación, hecha pública el miércoles, indica que muchos contagiados aún tienen secuelas (o síntomas) varios meses después de haberse realizado pruebas PCR o serológicas. Y su perfil es muy diferente al de los que superaron la enfermedad en dos o tres semanas: la mayoría son mujeres, de mediana edad, sin patologías previas y pocas pasaron por el hospital.
La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) inició hace meses el seguimiento a enfermos de coronavirus que decían no haberse curado. Al menos desde el verano, un número de personas creciente denunciaba que seguían con fatiga, con un nivel de cansancio extremo, dolores musculares o cefaleas semanas y meses después de haber pasado la enfermedad. Con la urgencia de atender a los nuevos contagiados apenas se les ha hecho caso y se sabe poco de esta versión larga de la covid. Ese hueco es el que ha querido cubrir la SEMG con esta encuesta realizada a 2.120 afectados, algunos desde marzo.
“Son mujeres y son jóvenes”, dice la doctora Pilar Rodríguez Ledo, vicepresidenta y responsable de investigación de la SEMG, que ha dirigido la encuesta. En concreto, el 79% son féminas, con una edad media de 43 años. De hecho, la mitad de los afectados tienen entre 36 y 50 años. El otro dato más llamativo es la larga duración de los problemas: “Los síntomas tienen una duración media de 185 días, eso son más de seis meses”, recuerda Rodríguez. Hay casos en los que ya han pasado más de 230 días.
Aunque han recogido más de 200 síntomas, entre los más habituales aparecen el cansancio o astenia, malestar general, cefaleas y falta de aire. Pero agrupados por categorías, la encuesta muestra que las secuelas o síntomas que más se repiten son los llamados generales (como la referencia al malestar), los problemas neurológicos y los psicológicos. Solo en quinto lugar aparecen los respiratorios. “El 86% tienen síntomas neurológicos globales”, detalla Rodríguez. Estos no suelen aparecer al principio, surgen más adelante, como la falta de concentración o niebla mental.
La bioquímica Silvia Guerrero se contagió a mediados de marzo y aún tiene secuelas. “No puedo leer ni dos líneas, como para leer un libro. Mi trabajo es intelectual y olvido las palabras”, relata durante una rueda de prensa virtual celebrada hoy. Guerrero es una de las impulsoras de Long Covid Acts, una alianza de varias asociaciones de afectados de covid persistente.
Ha sido como despertar en un cuerpo menos inteligente”, dice la traductora Anna Kemp, contagiada en marzo y aún con agotamiento extremo y la llamada niebla mental.
Otra de las contagiadas, también en marzo, es Anna Kemp. Trabaja como traductora y, además de faltarle el aire y tener agotamiento extremo, sufre la llamada niebla mental que le exige una mayor concentración. “Ha sido como despertar en un cuerpo menos inteligente”, dice. Tanto ella como Guerrero se sienten olvidadas y se quejan de que los enfermos de la covid de larga duración no estén en las estadísticas. “Necesitamos acompañamiento, más investigación, para saber por qué nos pasa esto”, comenta Kemp.
Un hecho destacado por los que cuestionan que la covid persistente sea una enfermedad en sí es que cuando se han hecho pruebas no se ha encontrado un daño específico. Lorenzo Armenteros, portavoz covid de la SEMG, destaca que cuando se han podido hacer pruebas, “los resultados son normales”. Pero, añade, “existe la posibilidad de que necesitemos un tipo nuevo de pruebas o buscar en lugares diferentes”.
Queda pendiente determinar las causas de la covid de larga duración. La SEMG va a iniciar un estudio clínico para intentar averiguarlo con parte de los encuestados. Las principales alternativas son dos: “Quizá el virus se haya acantonado en algún lugar o haya desencadenado una tormenta inmunitaria con afectación multiorgánica”, apunta Rodríguez, la responsable de investigación de la SEMG.
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