Ni siquiera el hombre más inteligente del planeta sería capaz de tramitar todos los pendientes que tiene un Presidente de la República. Mucho menos una persona con evidentes limitaciones de conocimiento y preparación.
Una persona inteligente, sin embargo, pensaría cómo organizar su Gobierno para que los Secretarios de Estado fueran muy productivos. Pero quizá el hecho de que en México se sigan llamando "Secretarios" ya es un indicio de que no tienen autonomía y menos si el jefe prefiere canalizar todo el Gobierno a través de su blanca cabecita.
A medida que nos adentramos en el nuevo sexenio, cada día resulta más preocupante que el anterior. Andrés acapara los quehaceres y en vez de delegar y darles cauce, él se convierte en un enorme cuello de botella. Andrés apuesta a sí mismo, la organización y el orden no le interesan.
No vemos soluciones inteligentes, sino decisiones caprichosas. No vemos trabajo en equipo, sino un dictador ocurrente que quiere para sí todos los faroles todos los días. Éste no es un hombre que delega y supervisa, sino uno que acapara y se entromete.
A medida que los problemas se empiezan a atorar, el cuerpo social se empieza a infartar. Un infarto es eso, un cuello de botella que finalmente se cierra e impide que la sangre llegue a su destino.
Los cuellos de botella también producen corrupción. La corrupción nada tiene que ver con las intenciones, sino con el desorden que pronto encuentra su desfogue hacia una solución "práctica".
Una forma amable de explicar la corrupción en México es decir que los mexicanos no somos corruptos, sino "optimizadores". Para qué gastar frenos, amortiguadores y tiempo para hacer un alto total, si podemos optimizar haciendo medio alto.
Si nos detiene un tránsito, optimizamos dando una gratificación, para qué perder tiempo. Después de todo sabemos que el tránsito está mal pagado y que desde que ingresó al departamento ya tenía su plan personal para optimizar su puesto.
Todo esta cultura "optimizadora" es la que Andrés no quiere reconocer que afectará a su Gobierno. Lo seguimos viendo con el huachicol, que ha bajado, pero no cede.
Optimización es como la ocasión que hace al ladrón. Ahora que su Gobierno tomará directamente la dirección de la construcción de Dos Bocas, la mesa quedará puesta para quienes "optimizan" inventando mentiras y excusas para no cumplir compromisos a tiempo.
La mejor jugada contra el cuello de botella -que invitará a contratistas y constructoras a optimizar sus ingresos con cargo al Gobierno federal- sería reservar al Gobierno las labores de planear y supervisar y dejar a particulares la construcción, operación y necesaria coordinación.
Con el Presidente tomando decisiones, los canales que conducen hacia él se saturan rápidamente y le sacarán la vuelta, que al cabo jamás se podrá enterar de todo.
Los proyectos consentidos son los que cuestan poco trabajo y poca organización. Regalar dinero es fácil, sobre todo cuando lo que sobra es gente necesitada. Pero las premisas están resultando equivocadas.
Creer que la delincuencia juvenil va a detenerse porque el Gobierno les da dinero mensual seguro está resultando un error. Los jóvenes tratarán de multiplicarlo como sea. La criminalidad sigue en aumento. Por lo visto Andrés nunca ha oído hablar de las ventanas rotas. México todo es un ventanal roto.
No está fácil encontrar un hilo conductor para explicar todo lo que hace Andrés, ni para las decisiones que impone. Usa a Hidalgo y a Cárdenas como ejemplos. Así desfoga su odio social.
Los corruptos están en su contra. No dice quiénes, pero le sirven para justificar la falta de cumplimiento de las leyes que, por ejemplo, le exigen al Gobierno hacer licitaciones públicas para proveerse o contratar.
No tenemos manera de hacerle entender al Presidente que su estilo favorece el desorden. Tampoco lo podemos detener. Lo único que queda es esperar que México siga de pie cuando este señor se vaya.
fuente.-javierlivas@kubernetek.com
Una persona inteligente, sin embargo, pensaría cómo organizar su Gobierno para que los Secretarios de Estado fueran muy productivos. Pero quizá el hecho de que en México se sigan llamando "Secretarios" ya es un indicio de que no tienen autonomía y menos si el jefe prefiere canalizar todo el Gobierno a través de su blanca cabecita.
A medida que nos adentramos en el nuevo sexenio, cada día resulta más preocupante que el anterior. Andrés acapara los quehaceres y en vez de delegar y darles cauce, él se convierte en un enorme cuello de botella. Andrés apuesta a sí mismo, la organización y el orden no le interesan.
No vemos soluciones inteligentes, sino decisiones caprichosas. No vemos trabajo en equipo, sino un dictador ocurrente que quiere para sí todos los faroles todos los días. Éste no es un hombre que delega y supervisa, sino uno que acapara y se entromete.
A medida que los problemas se empiezan a atorar, el cuerpo social se empieza a infartar. Un infarto es eso, un cuello de botella que finalmente se cierra e impide que la sangre llegue a su destino.
Los cuellos de botella también producen corrupción. La corrupción nada tiene que ver con las intenciones, sino con el desorden que pronto encuentra su desfogue hacia una solución "práctica".
Una forma amable de explicar la corrupción en México es decir que los mexicanos no somos corruptos, sino "optimizadores". Para qué gastar frenos, amortiguadores y tiempo para hacer un alto total, si podemos optimizar haciendo medio alto.
Si nos detiene un tránsito, optimizamos dando una gratificación, para qué perder tiempo. Después de todo sabemos que el tránsito está mal pagado y que desde que ingresó al departamento ya tenía su plan personal para optimizar su puesto.
Todo esta cultura "optimizadora" es la que Andrés no quiere reconocer que afectará a su Gobierno. Lo seguimos viendo con el huachicol, que ha bajado, pero no cede.
Optimización es como la ocasión que hace al ladrón. Ahora que su Gobierno tomará directamente la dirección de la construcción de Dos Bocas, la mesa quedará puesta para quienes "optimizan" inventando mentiras y excusas para no cumplir compromisos a tiempo.
La mejor jugada contra el cuello de botella -que invitará a contratistas y constructoras a optimizar sus ingresos con cargo al Gobierno federal- sería reservar al Gobierno las labores de planear y supervisar y dejar a particulares la construcción, operación y necesaria coordinación.
Con el Presidente tomando decisiones, los canales que conducen hacia él se saturan rápidamente y le sacarán la vuelta, que al cabo jamás se podrá enterar de todo.
Los proyectos consentidos son los que cuestan poco trabajo y poca organización. Regalar dinero es fácil, sobre todo cuando lo que sobra es gente necesitada. Pero las premisas están resultando equivocadas.
Creer que la delincuencia juvenil va a detenerse porque el Gobierno les da dinero mensual seguro está resultando un error. Los jóvenes tratarán de multiplicarlo como sea. La criminalidad sigue en aumento. Por lo visto Andrés nunca ha oído hablar de las ventanas rotas. México todo es un ventanal roto.
No está fácil encontrar un hilo conductor para explicar todo lo que hace Andrés, ni para las decisiones que impone. Usa a Hidalgo y a Cárdenas como ejemplos. Así desfoga su odio social.
Los corruptos están en su contra. No dice quiénes, pero le sirven para justificar la falta de cumplimiento de las leyes que, por ejemplo, le exigen al Gobierno hacer licitaciones públicas para proveerse o contratar.
No tenemos manera de hacerle entender al Presidente que su estilo favorece el desorden. Tampoco lo podemos detener. Lo único que queda es esperar que México siga de pie cuando este señor se vaya.
fuente.-javierlivas@kubernetek.com
...y del LADO JOCOSO de las REDES y el ENREDO.
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