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sábado, 13 de septiembre de 2025

“DIRECTO y...SIN ANESTESIA”: “ESCRITOR IRREVERENTE NOS NARRA la LLEGADA de CRIMINALES al PODER en MEXICO”…el país de los hipócritas, donde muere más gente que en países en guerra.


Xavier Velasco, el disidente impertinente de las letras mexicanas, no necesita currículum ni prólogo rimbombante: sus novelas—desde el azote vitalista de “Diablo Guardián” (Premio Alfaguara 2003) hasta los naufragios existencialistas de “Hombre al agua”—han hecho el trabajo de presentarlo por sí mismas. Velasco es tatuaje literario, voz sin tapujos, y una trinchera crítica que observa de frente a un país gobernado (según dice) por sordos, hipócritas y coludidos con el crimen. 

En el espacio Tragaluz de Fernando del Collado, el escritor sacó filo a sus palabras y retrató, con humor negro y brutal honestidad, la entraña del México que le toca y le irrita.

Un país gobernado por hipócritas

Velasco, anti-solemne, detona sus dardos más viscerales hacia la realidad mexicana actual: “Habitamos el país de los hipócritas, donde muere más gente que en países en guerra… El poder judicial es un apéndice del ejecutivo, el INE ya fue, y los criminales ya gobiernan varios estados”.

Denuncia una patria más bien mítica, llena de “masiosares internos”, catolaicos de ocasión y políticos expertos en simulación y mentira. Confiesa: “El crimen organizado y la patria, para muchos, es la misma cosa”. ¿La Cuarta Transformación? “Eso de los numeritos me da miedo. Espejismos de hegemonía y autocracia, como en los peores tiempos del PRI.”

Sheinbaum y los riesgos de la esperanza

Respecto a la presidenta Sheinbaum, lanza dudas, no adjetivos: “Quiero que le vaya bien, pero hay unas sombras que no me agradan. Está rodeada de gente profundamente codiciosa y no sé hasta dónde responde al gobierno de López Obrador”. Velasco no se anima a definirla, pero vaticina una crisis política fuerte camino al horizonte, con potencial de traer pérdidas de libertades y polarizaciones extremas.

La desconfianza como principio y el único amor: los perros

Confiesa un amor incondicional por los perros (“No existen perros feos, sólo humanos feos”), y una desconfianza feroz por el homo politicus nacional: “Nuestros políticos disfrutan de humillar, insultar y nunca rendir cuentas. Los mueve la envidia, el rencor y la venganza; la moral en un país de cínicos es un chiste”.

Conocimiento, náufragos y sobrevivientes

La curiosidad es la droga de Velasco. El conocimiento no necesariamente da serenidad (“más bien produce desconcierto”); escribir es su manera de sobrellevar el desconcierto de la realidad y la catástrofe que, presiente, puede ser la única vía para un cambio, aunque la ciudadanía dormida y la sumisión colectiva lo hacen dudar.

Desmenuzando las vísceras del Tragaluz

  • Para Velasco, la novela es aunque le duela, “completar la realidad que es, por definición, incompleta”.
  • Afirma que el poder envenena, que los políticos de izquierda se han vuelto soberbios e impunes, que el odio se alimenta solo y no tiene receta.
  • La verdadera batalla, intuye, está en resistir la mediocridad, no caer en trampas de traición, y apegarse—como último reclamo—al mínimo estado de derecho.

En suma, el Tragaluz con Xavier Velasco no es mera entrevista: es un manifiesto de incredulidad, autocrítica y lealtad a las causas personales que acompañan el naufragio voluntario de escribir en México. Quien espere respuestas dóciles de Velasco, mejor que no lo lea. Porque, como bien Trayectoria: el oficio de naufragar

Quien es Xavier Velasco

Desde niño, Velasco abrazó la literatura como forma de vida, no como oficio circunstancial. Se define antes que nada como novelista—lo que significa, en sus propios términos, vivir con la cabeza en la luna, urdiendo vidas de otros, escribiendo hasta con puntos y comas[1]. Para él, cada libro es una revuelta contra uno mismo: “Trato de romper conmigo cada vez que escribo un nuevo libro”, dice.

No le interesa ser un “estilo”—menos aún un personaje para la posteridad—, sino seguir siendo un extraño a sí mismo, descreído de la fama y convencido de que la búsqueda del clímax es la única brújula posible para el que escribe.

Egolatría y disidencia: el autoanálisis sin concesiones

Velasco acepta la condición ególatra del escritor, pero se burla de su propio ego: “Es un animal demasiado voraz, nunca está satisfecho, así que mejor lo ignoro porque siempre me lleva donde no quiero ir y me convierte en estúpido”[1]. No busca redimirse ni “ser una mejor persona”—le basta con ser más profesional y, tal vez, un disidente perpetuo.

Ser disidente, aclara, no es oponerse por sistema ni buscar club. “Como Groucho Marx, no estaría en ningún club que me acepte como miembro”, suelta, y añade que no sabe si la disidencia se aprende o se padece, pero nunca ha podido salir de ahí.: “Para mí, el mejor texto es siempre el que estoy escribiendo: el más apasionado y el más peligroso.”

Con informacion: FERNANDO DEL COLLADO/LATINUS/

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