En medio de una clase virtual a través Zoom, Andra Escamilla, una persona identificada como de género no binario, hizo un reclamo a uno de sus interlocutores. “¡No soy tu compañera, soy tu compañere!”, exclamó sollozando para después apagar de inmediato su cámara.
El video con esta participación que apenas supera los diez segundos, ha sido reproducido decenas de miles de veces en redes sociales. Tan solo una de las versiones de este hecho en Facebook alcanzó las 348.000 reproducciones en las siguientes 24 horas tras su publicación y se convirtió en tendencia en Twitter desde la tarde del miércoles.
Según un análisis del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey, el lenguaje inclusivo o lenguaje no sexista se refiere a la creación y uso de términos que visibilicen a los grupos demográficos con identidad de género y orientación sexual diferente a las masculinas o femeninas. “Cuando aprendimos la lengua, el masculino nos lo enseñaron como un género que hace referencia a entidades masculinas, pero también en el caso de los colectivos puede incluir a las mujeres, como cuando decimos todos”, dice en entrevista Georgina Barraza Carbajal, doctora en lingüística y gramática de la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
Sin embargo, la generalización del masculino como una forma de plural se ha puesto en entredicho para los hablantes mexicanos. “Invisibiliza a las personas, en principio mujeres, pero no este grupo, sino todo el que esté entre ser hombre y ser mujer, un campo muy heterogéneo”, refiere Barraza.
En el lenguaje incluyente promovido por grupos de personas que se identifican como de género no binario (ni de rasgos femeninos o masculinos), o algunos miembros de la comunidad LGTBIQ+, propone que de manera verbal se use un modo neutro, sustituyendo las vocales oy a, por una e, como en todes y compañeres. En el campo gramatical, estas vocales pueden ser sustituidas también por una e o por otros caracteres como la equis y la arroba.
Para Verónica Lozada Martínez, catedrática en el área de lingüística de la FES Acatlán de la UNAM, si pensamos que la lengua cambia en relación con su contexto social, es normal que la lengua cuestione la identidad de género de las personas. “No sabemos si esta variación se va a consolidar como cambio lingüístico, aunque no es bien visto entre muchos académicos, porque se le ve como una deformación del lenguaje”, señala Lozada.
La Real Academia Española (RAE) ha expresado su rechazo ante el uso de palabras aceptadas en el lenguaje inclusivo o no sexista. Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, dijo en una entrevista con EL PAÍS Semanal que el desdoblamiento gramatical del lenguaje inclusivo altera la economía del idioma. “Y yo añado: y la belleza. Este tipo de variantes la estropean. Es una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué tiene que venir usted a estropearla?”, comentó el jurista.
También Concepción Company, miembro de El Colegio de México y de la Academia Mexicana de la Lengua, ha expresado su rechazo a este tipo de variaciones. “Aunque no sabemos si los cambios se consoliden, estas variaciones hacen visible y manifiestan la preferencia de un grupo de personas”, comenta Lozada.
La discriminación empieza en el lenguaje
Ninguna palabra expresa el machismo como una palabra muy usada en el español de México: verga. “No es gratuito que se use una forma tan falocéntrica como un insulto, además de otras construcciones que se usan para discriminar”, dice Barraza. Lo mismo pasa con algunas palabras que al ser cambiadas de masculino a femenino, cambian su semántica. Las diferencias parecen sutiles, pero son abismales. Mientras que golfo puede ser una persona deshonesta, golfa refiere a una mujer promiscua.
Según la Encuesta Nacional de Discriminación del Inegi, más del 66% de las mujeres y más del 70% de las personas de la comunidad LGBTIQ+ han sido víctimas de algún tipo de discriminación, principalmente verbal. “No creo que una variación morfológica de género modifique cómo son tratadas las mujeres o las personas no binarias, pero la variación morfológica hace que las personas sean más conscientes de la diversidad”, expresa Barraza.
Sin embargo, el género neutro que termina casi siempre en artículos o sustantivos terminados en e proviene del latín e incluso se mencionaba una gran cantidad de géneros además del masculino y el femenino en el libro Gramática Castellana, del lingüista español Antonio de Nebrija, publicado en 1492. La adopción consciente de nuevas formas de expresión tanto en lenguaje hablado como escrito no es sencilla. “El cambio consciente genera un rechazo, mientras que otras palabras pueden cambiar de modo inconsciente sin que se perciba”, dice Barraza Carbajal.
Para las expertas en lengua, para que un cambio de esta naturaleza pueda tener efectos en los corpus o documentos de instituciones de la lengua como la RAE o la AML, se debe esperar varias décadas. Solo el uso constante de las variaciones lingüísticas pueden asegurar su preservación y adicionalmente, su estudio.
fuente.-Diario Español/
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