Visitanos tambien en:

sábado, 21 de noviembre de 2020

"ESTA es la ESTACION del DOCTOR GOMEZ": ASI LLEGO la RADIO a los HOGARES de MEXICO...insolito y novedoso.

Hasta cierto punto, Porfirio Díaz acertó cuando, en 1909, en su carta sonora a Tomás Alva Edison, aseguraba que la felicidad, el bienestar y hasta la riqueza del género humano podían surgir de lo que en esos días calificó como “las fuerzas más poderosas conocidas”, que eran la luz, la electricidad, el trabajo y el genio, es decir, el pensamiento. No vivió para verlo, mejor dicho, para escucharlo, pero la radio empezó a abrirse paso en la vida cotidiana de la gente, que no se cansaba de escuchar el prodigio.
Aunque la radiodifusión llegó a tierras mexicanas para integrarse a las operaciones de guerra, su paso a los hogares ocurrió hasta los años veinte, cuando ya se sabía de algunas experiencias interesantes en el extranjero, como la transmisión de un recital de Enrico Caruso en 1910, y presentaciones musicales en algunos países europeos. Sí: don Porfirio había acertado. En la medida en que la energía eléctrica se integró a la vida diaria, la posibilidad de que la radio como instrumento de entretenimiento “atrapara” la atención de las familias, fue convirtiéndose en una realidad.
La información llegaba desde lejos: era posible construir radios. Los aficionados a la tecnología, de los que siempre ha habido en cualquier época, veían con franco interés el asunto de la radiodifusión, y para empezar, casi jugando, a experimentar sobre la materia, le metían mano a las bobinas de los automóviles Ford, para ensayar receptores de manufactura casera. Allí, haciendo experimentos, es que nos encontramos con un par de hermanos, los Gómez: uno médico militar, otro dentista. ¿Qué hacían metidos en el asunto de la radiodifusión? Eran, así se definieron a ellos mismos, un par de enamorados de la ciencia y la técnica. A uno de ellos, Enrique, le tocaría entrar, por la puerta de los pioneros, a la historia de la radio mexicana.
DAMAS Y CABALLEROS: CON USTEDES, LA RADIO. Corría septiembre de 1921 cuando la radio, como instrumento de solaz, información y entretenimiento, tocó a las puertas de los hogares de México. En la capital reinaba un curioso ambiente de fiesta: se conmemoraba el centenario de la consumación de la Independencia, con el cual, y después de que ciertos diputados expulsaran, en fast track, a Agustín de Iturbide del muro de honor de la Cámara de Diputados, se había desplegado un programa de actividades que iban desde una breve temporada operística hasta combates de flores, verbenas y una transmisión de radio, organizada por el gobierno obregonista.
Se instalaron transmisores y receptores en el bosque de Chapultepec, en el aeródromo de Balbuena, en la estructura del inacabado Palacio Legislativo, que hoy es el Monumento a la Revolución. En aquella explanada se colocaron cientos de sillas, y se montó una exposición comercial, donde se exhibían aparatos de radio traídos de Estados Unidos; de la Unión Americana habían traído, también, a una docena de tiples de primer nivel de las revistas musicales neoyorkinas. La jornada comenzó, el 27 de septiembre, con una transmisión de radio: Rafael Zubarán era el nombre del caballero que dio el mensaje inaugural. Mientras, en el Castillo de Chapultepec, el presidente Álvaro Obregón, ante un aparato receptor, escuchaba la ceremonia.
Quienes visitaron aquella exposición veían receptores y transmisor: el progreso había llegado. En los días que siguieron, cientos de curiosos se apersonaban ante el puesto aquel donde se exhibían los aparatos y tenían, ¡maravilla!, la posibilidad de escuchar mensajes transmitidos desde Veracruz. Los radios que allí se exhibieron podían captar frecuencias estadunidenses y europeas, que estaban al alcance de la mano, “a toda hora y en todo momento”.
El Estado mexicano veía en la radio un asunto estratégico y de gran interés, y, a la larga, de utilidad más allá de las estrategias militares.
En la misma Ciudad de México, ese mismo 27 de septiembre, el doctor Enrique Gómez organizaba su propia transmisión radiofónica.
POEMAS Y MÚSICA. Asociados con un empresario, Francisco Vilela, aquellos hermanos Gómez gestionaron un permiso para realizar transmisiones radiofónicas. En aquella primera transmisión, siguiendo los formatos de las funciones y conciertos a los que estaba acostumbrado el público mexicano. El escenario, el Teatro Ideal; hubo diversos números de canto, incluida una niña que ese día cumplía años, María de los Ángeles, hija del doctor Enrique Gómez.
¿De dónde sacaron la infraestructura? Los aparatos habían sido incautados a un barco pesquero, y después se habían puesto a la venta. Los Gómez vieron la oportunidad dorada con la que soñaban. Los hermanos no eran ricos, y nunca hicieron dinero con su naciente estación, pero estaban felices y nerviosos. Habían construido una cabina de cristal que montaron en el teatro, y allí colocaron los transmisores. Docenas de curiosos asombrados no perdían detalle.
Entraron al aire a las 8 de la noche, y ahí permanecieron por espacio de una hora. Por absurdo que parezca, el nacimiento de la estación del Doctor Gómez pasó casi desapercibido aquella noche, y sólo un puñado de receptores captaron aquellos sesenta minutos. Se sabe que el doctor Gómez fungió como locutor, que se cantó “Tango Negro” y algunos cuplés de moda. Un joven de voz privilegiada, que poco después se convertiría en estrella de cine, José Mojica, cantó una melodía llamada “Vorrei” y un violoncelista, M. Rayas, trabajó ante los micrófonos.
La estación no tenía nombre; se le conoció como “La estación del Doctor Gómez”, y transmitió todos los sábados y domingos, desde octubre de 1921 hasta los primeros días de 1922. La radio como fuente de entretenimiento había llegado, muy pronto se convertiría también en un canal de información.
LA PELEA POR EL MERCADO. Si la radio servía para divertirse, era lógico que se pensara en sus utilidades como transmisora de información, y muy pronto comenzó a haber contacto entre las nacientes estaciones y la prensa mexicana.
A la vuelta de un par de años, en 1923, la radio era ya una realidad. Cualquiera que pudiera disponer de 12 pesos, podía hacerse con un aparato receptor. Hablaban de la radio los estridentistas, y hasta la tabacalera más importante del momento, El Buen Tono, había sacado al mercado los cigarrillos “Radio”. La potencialidad del medio atrajo a un periodista, Martín Luis Guzmán, quien en las paginas de su periódico El Mundo anunció que, muy pronto, el periódico podría ofrecer a sus lectores amenas sesiones de entrenamiento radiofónico.
La salida al aire de la Emisora de El Mundo se planeó para abril de 1923; cuestiones financieras y el compromiso del presidente Obregón de participar en la ceremonia, postergaron cuatro meses la inauguración. El Mundo debutó en las ondas hertzianas después de un par de aplazamientos más, el 14 de agosto de ese año, sin la presencia de Obregón, y cuando ya le llevaban la delantera la estación de El Buen Tono, que pagó abundante publicidad en la prensa para anunciar su estación. Otra publicación, El Universal Ilustrado, estaba al aire desde mayo.
Se competía por el mercado y por las preferencias. Las transmisiones solían tener el formato de una tertulia, con concierto, charlas, información y conferencias; al día siguiente, se reseñada en las páginas de la prensa.
La competencia era intensa: el Buen  Tono canjeaba una planilla debidamente llena con etiquetas incluidas en algunas presentaciones de sus cigarros, por un aparato receptor. El Mundo, arriesgando e invirtiendo, le obsequiaba, a quien se suscribiera al diario, por la suma de 15 pesos al semestre, un “aparato de radiotelefonía” que los indecisos, podían ver funcionar los martes y los viernes, a partir de las 7 de la noche, en el domicilio de las oficinas y talleres del periódico, en el número 9 de la calle de Rosales.
Por los micrófonos de El Mundo pasaron lo mismo la joven actriz y cantante Delia Magaña que la asombrosa Nahui Ollin (Carmen Mondragón). Manuel M. Ponce dio conciertos en Rosales 9, y Gerardo Murillo, El Dr. Atl, Miguel Teja Zabre y el talentoso y joven médico Ignacio Chávez, además del columnista Mateo Podán. fueron algunos de los personajes que impartieron conferencias al auditorio, que se estimaba, por lo menos, en 5 mil hogares dotados de aparato receptor.
Así nacía la radio; así empezaba a ejercer su encanto. Así comenzaba a abrir un universo insólito, completamente novedoso, a las emociones de los mexicanos.
Fuente.-

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tu Comentario es VALIOSO: