De pronto, Walmart, Sam’s y otros comercios bajaron sus cortinas. Los clientes quedaron encerrados, y muy pronto, hundidos en el pánico. Fue el sábado pasado, a las tres de la tarde: familias enteras habían ido de compras. Afuera se oía el tableteo de armas largas.
Por WhatsApp había circulado entre la población de Córdoba, Veracruz, este mensaje: “Detuvieron al segundo del Cártel Jalisco Nueva Generación y los malandros van a seguir su desmadre hasta que no lo suelten, van a hacer lo mismo que hicieron en Sinaloa… así que a quien tengan que recomendarle, si no tiene qué estar haciendo afuera, guárdense por favor”.
Había rumores de enfrentamientos entre policías y grupos armados en las colonias El Barreal, Unidad San José y San Marcial. Ahora, miembros del crimen organizado atacaban con armamento pesado una torre de vigilancia ubicada en el bulevar Córdoba-Fortín. Dos policías municipales perdieron la vida.
Poco antes había llegado al 911 una llamada que alertó que en el camino real a Chocamán, sujetos con armas largas a bordo de un Ibiza habían asesinado a dos agentes de la policía estatal.
“Cuatro horas de pánico y enfrentamientos”, publicó un medio local. Agentes policiacos informaron que desde el gobierno del estado se les había prohibido difundir audios, fotografías y videos de los hechos violentos. Pero las redes daban cuenta del traqueteo de las armas, y de los gritos de pánico que envolvieron las calles.
A Córdoba y municipios aledaños los sacude una guerra entre cárteles. Los Zetas y el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG, ejecutan, secuestran, extorsionan, queman vehículos, atacan policías, bloquean carreteras.
La vida de la población se ha transformado. La gente evita salir de noche, los comercios cierran temprano, todos intentan estar en constante comunicación con sus familiares. Se instalaron como parte de la vida diaria la angustia, la incertidumbre, el miedo. En varios hoteles hay mensajes de advertencia para los huéspedes: informan qué hacer en caso de que llegue una llamada de extorsión: “Lamentablemente cada día son más comunes estas llamadas en los hoteles de nuestra zona. Si le hacen una diciendo que llaman de la gerencia no dé datos o información personal. Le deseamos feliz estancia”.
Tras los sucesos del sábado, la Iglesia se pronunció para que la población hiciera… ¡una semana de oración! Una semana de oración “para que se acaben los hechos violentos”.
Encomendarse a Dios. La única respuesta que se ofrece en una ciudad en la que violencia se ha desbordado
En marzo de 2019 diversos bares de Córdoba decidieron cerrar sus puertas, “por precaución”. Se habían registrado cinco ataques —que dejaron once muertos— en poco más de un año. Había un estado de paranoia generalizado. Las redes decían que los cárteles iban a imponer un toque de queda. Había registros que hablaban de 1,539 tomas clandestinas en los gasoductos cercanos.
Ese mes un convoy formado por 15 camionetas atacó con granadas y armas largas unas instalaciones de la Fuerza Civil. Atravesar camiones en las carreteras, y prenderles fuego, pasó a formar parte del paisaje cotidiano.
Desde julio de 2018 Córdoba fue considerada la ciudad más violenta de Veracruz. En los primeros cinco meses hubo 604 homicidios dolosos. La extorsión y el robo a negocio figuraban entre los delitos más cometidos. En el estado más violento para la mujer (114 feminicidios en cinco meses de 2019), Córdoba le disputaba a Xalapa y Coatzacoalcos el primer lugar entre los crímenes de odio.
En marzo de ese año, cinco agentes de la Fuerza Civil tropezaron de frente con un convoy de 27 camionetas tripuladas por hombres que portaban insignias del CJNG. Los agentes huyeron. Los sicarios los alcanzaron, ejecutaron a uno y quemaron su patrulla. En solo tres meses el CJNG había participado en 13 agresiones en contra de las fuerzas estatales y municipales. Hoy responde con ataques a cada detención de sus hombres.
En los primeros 100 días del gobierno de Cuitláhuac García se cometieron 450 asesinatos. Muy pronto, el promedio de homicidios subió a 5.2 diarios. No cesan desde entonces las balaceras, los enfrentamientos, los homicidios, las ejecuciones, los ataques a instalaciones policiales.
La Iglesia pide una semana de oración. Y el gobierno estatal también pide: que nadie circule fotos, audios, videos del horror que viven los veracruzanos.
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