El presidente López Obrador repite con gran insistencia una frase: “El Ejército no va a reprimir”. Que corresponde a sus años como luchador social, a su filiación contestaria, a su vocación rebelde. Y, también, a un tiempo que lo formó. A un tiempo lejano en que las fuerzas armadas eran utilizadas, por los gobernantes en turno, contra grupos sociales, que calificaban como peligro para la “paz social”. Etiqueta que AMLO recibió a lo largo de muchos años.
El país ha cambiado. No es lo mismo un México de unos cuantos millones de mexicanos, con poblaciones dispersas, con instituciones muy nuevas, con mandatarios que tenían un poder infinito, que lo que vivimos hoy, con una sociedad enterada y participativa, que vive mayoritariamente en ciudades.
A imaginar qué apoyo o persecución recibiría el López Obrador que tomaba carreteras, que llevaba a petroleros a vivir al Zócalo. ¿Sería recibido en Palacio Nacional por López Obrador?
En el primer mandatario sigue vivo, vigente, aquel López Obrador desafiante de lo establecido, para muchos fuera de la Ley. Y, también, sigue vigente su antigua “relación” con el gobierno federal, con las fuerzas armadas.
Hoy tiene obligaciones como gobernante que necesita conciliar con su visión cosmogónica de entonces.
Por eso su aferramiento a no utilizar las fuerzas del orden para lo que él visualiza, entiende como “reprimir”.
Días antes de la tragedia de Tlahuelilpan, hubo una confrontación entre militares y ladrones de gasolina, a pocos kilómetros. Que terminó con el secuestro, los golpearon brutalmente, de varios militares, de esos que López Obrador sabe, entiende que son también “pueblo”. Tuvo que haber una negociación, digamos que poco ortodoxa, para los dejaran en libertad.
Estos hechos influyeron para la actuación del Ejército la tarde de la tragedia, antes del incendio. Una y otra vez se ha repetido que eran apenas 25 soldados los que tuvieron que confrontar a más de 800 habitantes de esa localidad que robaban gasolina. Como sabemos, estos hicieron lo que tenían que hacer: retirarse. Actuación ha merecido, el apoyo incondicional del primer mandatario, incluso frente a la CNDH.
¿Pudo haber habido una orden presidencial para que llegasen dos o tres mil militares, número que hubiese podido controlar a una población exaltada y actuando fuera de la Ley? Sí, pudo haberla habido. No la habrá porque, insisto, López Obrador no enviará a militares a una situación donde necesariamente deben actuar con la fuerza. Es decir, de acuerdo con los pensamientos de la generación de López Obrador, “reprimiendo al pueblo”.
Por eso la necesidad de contar con una Guardia Nacional. Que, de existir, seguramente pudo haber hecho presencia con esos dos o tres mil efectivos y confrontar a los pobladores que robaban gasolina. Lo que hubiese sucedido, entre la gente y los “guardias”, no tiene la connotación de “represión militar”.
Para entender las razones y las acciones del presidente López Obrador hay que voltear la mirada hacía el rebelde, el líder social que tomaba instalaciones, que encabezaba marchas, que actuaba para muchos “al margen de la Ley”…
fuente.-Isabel Arvide/@isabelarvide
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