De Ciudad Victoria en el sur de la entidad
a Nuevo Laredo en la frontera con Texas, las escenas de cuerpos abatidos a tiros
o calcinados, se multiplican en Tamaulipas como señales de una guerra que no
tiene visos de terminar.
El mes de julio ha sido en particular crítico para la
población civil en la capital del estado. El patético caso de un general que se
desempeñó como coordinador de la zona sur de la policía estatal, refleja no
solo la ignorancia sino la incapacidad de las autoridades para detener la ola
de violencia que ha tenido ya momentos simbólicos.
A dos meses que haya cambio
en el gobierno del estado, donde por vez primera el PRI deja la gubernatura, la
situación en esta región del país no deja de empeorar.
Eran
imágenes con un mensaje de la marina a la delincuencia organizada, como pocas
veces se ha visto en los últimos tiempos en Tamaulipas. Fue después de una
persecución por un camino que comunica al poblado de Valedeces con el ejido
Lucio Blanco, en el municipio fronterizo de Gustavo Díaz Ordaz. Poco después
del medio día del viernes 22 de julio, por lo menos cinco sospechosos de formar
parte de una banda de secuestradores, murieron calcinados al enfrentarse con un
comando de la armada de México que patrullaba la zona.
Los
individuos fallecidos que estaban sin identificar transcurridas las primeras 48
horas tras del choque, fueron sorprendidos por elementos de la Secretaría de
Marina en el momento en que arrojaban el cuerpo sin vida de un hombre joven, al
que tenían maniatado, y a quien presumiblemente habían plagiado.
Cuando
se percataron de la presencia de los marinos, abrieron fuego e intentaron darse
a la fuga a bordo de una camioneta pick up doble cabina y un Mercury gran
marquis. Hubo una persecución “que duró pocos metros”, según un comunicado el
Grupo de Coordinación Tamaulipas, “el personal de la Marina repelió la agresión
en defensa de sus vidas y cuando trataban de interceptar los dos vehículos,
estos estallaron y se incendiaron por completo, lo que provocó la muerte de los
agresores por calcinación”.
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Lo
que el boletín no consignó fue que la detonación se debió al impacto de
lanzagranadas, según reportaron medios fronterizos.
Apenas
en abril pasado en Nuevo Laredo, seis presuntos integrantes de los “Zetas”
murieron calcinados al impactar el vehículo en el que viajaban durante un
enfrentamiento con la policía federal. Las imágenes de las seis osamentas
chamuscadas colocadas sobre una lona, daban cuenta del nivel de los
enfrentamientos en la zona donde también se usaron lanzagranadas.
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Díaz
Ordaz donde fueron los últimos calcinados, es un municipio que se localiza a
las afueras de Reynosa, sobre la línea fronteriza en dirección a Camargo,
Miguel Alemán y más al norte Nuevo Laredo. Es un territorio controlado por la
facción de los “Metros” del Cartel del Golfo y forma parte del corredor que
entró en disputa en los últimos meses entre dos facciones del grupo paramilitar
conocido como los “Zetas”.
La disputa por los
bastiones.
Los
dos grupos que surgieron a finales del año pasado a raíz de una división al
interior de la banda, fueron el “Grupo Bravo” también autodenominado “Zetas
vieja escuela”, con sede en Ciudad Victoria; y el que tiene su base en Nuevo
Laredo ahora llamado “cartel del Noreste”, que de acuerdo a reportes del
gobierno federal, estaría encabezado por antiguos lugartenientes de los
hermanos Miguel y Omar Treviño Morales, alias Z-40 y Z-42. A ellos se les
atribuye en principio la responsabilidad en las tácticas de terror contra la
población civil en la capital tamaulipecas.
Para
las autoridades federales quienes estarían disputando el terreno en Victoria al
“Grupo Bravo” son los de Nuevo Laredo, el “cartel del Noreste”; y viceversa,
los de la capital del estado incursionarían en el puerto de entrada de
mercancías más transitado en toda la frontera.
En
Victoria murieron 16 personas inocentes en menos de una semana en dos ataques
diferentes a familias en sus casas en barrios de la periferia, donde siete de
las víctimas eran menores de edad, entre ellos un bebé de cuatro meses de
nacido. El segundo atentado del jueves 14 de julio, ameritó que el gobierno
federal enviara al día siguiente un batallón del ejército a la capital para
intentar disuadir los actos de terror que se sucedieron.
En
este contexto el pasado jueves 21 de julio, la Policía Federal detuvo sobre la
carretera Ciudad Victoria-Monterrey, en el tramo que va de la capital de
Tamaulipas a Linares, un tráiler donde encontraron un cargamento de armas
largas, equipo táctico y pertrechos que viajaba oculto rumbo a Nuevo Laredo,
presumiblemente para los testaferros del llamado “cartel del Noreste”.
La
corporación federal informó que detuvieron a dos choferes cuando revisaron una
caja que remolcaba el tracto camión color negro con naranja que conducían, y
donde hallaron el arsenal compuesto de 10 fusiles, chalecos, cascos y cientos
de cartuchos de diferentes calibres.
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Horas
antes la tarde del miércoles 20, en el ejido Raúl Muñiz, en el municipio de Río
Bravo al sur de Reynosa, agentes federales chocaron contra un grupo armado
donde murieron siete presuntos integrantes del Cartel del Golfo.
El
tiroteo inició, según las autoridades, cuando las fuerzas federales patrullaban
la zona que va de Reynosa a San Fernando y avistaron a un nutrido grupo de
hombres que estaban en cuatro vehículos sobre la carretera. Comenzó una
persecución sobre la vía que siguió por caminos ejidales. De uno de los
vehículos descendieron un grupo de sujetos que enfrentaron a tiros a la Policía
Federal. Al desatarse el tiroteo los agentes abatieron a siete individuos,
presuntamente integrantes del Cartel del Golfo, mientras el resto logró darse a
la fuga. Hubo un patrullaje por aire sin que se lograra dar con ellos en las
horas posteriores.
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La
fiscalía de Tamaulipas informó que en el encontronazo varios pistoleros se
dieron a la fuga en tres vehículos y otros a pie. Los fallecidos fueron
llevados al forense por la policía para la necropsia de ley, a la espera de que
sus familiares los reclamaran.
El general que
hizo el ridículo
En
los días de zozobra que vive la población civil en varias regiones de
Tamaulipas, el coordinador de la delegación sur de la Policía Estatal,
encargado de la seguridad en la zona conurbada de Madero, Tampico y Altamira,
declaró ante los medios y la televisión locales que la población no debería
tener miedo a los delincuentes y debería enfrentarlos, porque también eran
capaces de someterlos y entregarlos a las autoridades.
El
general brigadier José Marines Juárez quiso dar una recomendación y terminó
enredado. Aludió a que en días pasados se habían detenidos a individuos que
asaltaban utilizando armas de plástico. Fue su argumento para decir que la
población no debería de tener miedo y podía hacerles frente.
Las
declaraciones de Marines Juárez, un oficial de infantería retirado de carrera
gris sin cargos o misiones de importancia en el ejército, generaron polémica no
solo por tratarse del responsable de la coordinación sur de la secretaría de
seguridad pública de Tamaulipas, sino porque reflejaban una profunda ignorancia
sobre la naturaleza de la inseguridad. Medios locales como TV Azteca,
criticaron al militar por su marcado desdén hacia la ciudadanía que padece de
años atrás la complicidad policiaca con los criminales.
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Era
pasar por alto lo que ha ocurrido en Victoria, en Nuevo Laredo, o lo más
reciente en Río Bravo y Gustavo Díaz Ordaz.
El
pasado sábado 23 de julio, Marines Juárez fue destituido de su cargo y su lugar
fue ocupado por el coronel José Adolfo González Valentín, quien hasta ese día
era subsecretario de operación policial en la dependencia que encabeza el
general retirado Jesús Martínez, un militar que llego al cargo en septiembre
del 2015 sin que a la fecha la seguridad pública haya mejorado. Por el
contrario, visto lo que ocurre entre los grupos que se disputan la capital del
estado y Nuevo Laredo, la situación se ha agravado.
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Fuente.-Juan Veledíaz
@velediaz424
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