La
mañana del 27 de septiembre de 2014, ante personal de la Procuraduría General
de Justicia del Estado de Guerrero (PGJEG) y a quien identifica como de
“derechos humanos”, Alex, un sobreviviente del ataque a los normalistas de
Ayotzinapa, declaró lo sucedido durante la noche anterior con el quinto autobús
que tomaron 14 estudiantes en la Central Camionera Estrella Blanca de Iguala.
El
joven estudiante, entonces de primer grado de la Escuela Normal Rural Raúl
Isidro Burgos, llevó personalmente a las autoridades y a quienes se
identificaron como defensores de derechos humanos hacia la salida a
Chilpancingo, frente al Palacio de Justicia, para indicarles cómo llegaron
hasta ahí en un autobús Estrella Roja y la forma en la que desapareció antes de
las 11 de la noche.
“Fui yo y otro compañero
sobreviviente quienes declaramos y llevamos a personal de derechos humanos a
una reconstrucción. Ellos, los de derechos humanos, se llevaron las
declaraciones, los informes, todo lo que declaré en la Procuraduría, por eso se
me hace extraño que no se haya investigado eso”, dice en entrevista con SinEmbargo en una visita a la Normal de
Ayotzinapa.
El
6 de septiembre, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI)
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentó un informe
final sobre sus investigaciones en México en torno al caso y reveló que la
Procuraduría General de la República (PGR), entonces bajo el mando del priista
Jesús Murillo Karam, pasó por alto y omitió en el expediente la existencia del quinto
autobús en el caso Ayotzinapa: un Estrella Roja con 14 normalistas, que fue
vaciado a punta de balazos por elementos de la Policía Federal (PF) a la altura
del Palacio de Justicia, en la salida Iguala-Chilpancingo.
Lo
omitió bajo el pretexto de que ese camión fue abandonado por los normalistas
inmediatamente después de sacarlo de la Central de Camiones de Iguala, porque
se pusieron nerviosos y pensaron que no servía, de acuerdo con la declaración
del chofer.
Esa
declaración bastó para que la PGR desechara ese quinto autobús como evidencia y
no consignara el hecho ni considerara ese autobús como escena del crimen,
reveló el informe.
Pero
Alex estuvo ahí esa noche y sobrevivió junto con sus otros 13 compañeros que
tomaron el autobús Estrella Roja alrededor de las nueve de la noche en la
central camionera.
El
joven normalista fue uno de los ocho estudiantes que en un primer momento
arribaron a la central de autobuses en un Costa Line y que fueron encerrados
por el chofer del vehículo.
Luego
de que el resto de los normalistas arribaran al lugar en dos autobuses Estrella
de Oro en apoyo de sus compañeros, decidieron llevarse otros tres autobuses.
Uno de ellos un Estrella Roja que estaba a punto de salir de la terminal sin
pasajeros.
“El Estrella Roja ya
había prendido, se estaba empezando a mover cuando lo paramos. Yo fui el
penúltimo en subirse. El chofer nos dijo: ‘Sí vámonos. Yo tengo familia en
Tixtla, ahorita nos vamos’”, relata.
Los
estudiantes se relajaron. Empezaron a bromear, iba contentos. Entonces el
chofer recibió una llamada, afirma Alex:
“Nos
vamos para Tixtla con los chavos de la escuela de Ayotzinapa. Me agarraron y
llevo un Estrella Roja”, dijo al teléfono.
Después
de la llamada, el chofer les dijo a los 14 jóvenes que debía detenerse para
entregar unos documentos. Llevaba un sobre de papel manila cerrado.
“Ya
no voy a ir a donde iba. Les pido un favor: va a venir una persona por estos
documentos”, les indicó.
–Está
bueno, le damos cinco minutos parece por ahí, esperamos que vengan–, respondió
el líder del grupo de los estudiantes.
Una
mujer y un hombre llegaron enseguida en una motoneta, recogieron el sobre
cerrado y se retiraron.
–Ahora
sí vámonos. Yo tengo familia en Tixtla. Vámonos ya quiero tomar unas
vacaciones–, les dijo el chofer, de acuerdo con lo que ahora cuenta Alex.
El
autobús Estrella Roja siguió su camino y tomó Periférico Sur. Antes de llegar
al Palacio de Justicia el chofer se detuvo. A unos 500 metros había alrededor
de 10 patrullas y uno de los autobuses Estrella de Oro detenido. Varios
policías municipales bajaban a los estudiantes y se los llevaban en las
unidades.
En
ese momento los 14 normalistas del Estrella Roja ya sabían que uno de sus
compañeros estaba muerto.
EL AUTOBÚS QUE SE HIZO HUMO
El
chofer se detuvo y se bajó del autobús para hablar con los policías que se
encontraban en el lugar. Mientras ellos hablaban, los municipales apuntaron con
sus linternas y sus armas a los rostros de los estudiantes. Empezaron a
insultarse mutuamente.
–Son unos perros, ya
mataron a uno de nosotros. Jálale, jálale, a ver si van a matarnos a nosotros
también–, les gritó uno de ellos.
Los
jóvenes empezaron a retroceder y a alejarse poco a poco del autobús. Caminaron
dos cuadras. Los policías no los siguieron en ese momento. Entonces echaron a
correr por el periférico y luego se escondieron en el monte. Empezaron a
caminar alrededor y un poco antes de las 11:00 de la noche bajaron de nuevo a
la carretera. El autobús Estrella Roja ya no estaba. Sólo permanecía en el
lugar el Estrella de Oro con los cristales rotos y no había ni un alma.
Se
reunieron los 14 estudiantes y decidieron caminar hacia el escenario de la
Bodega Aurrerá, en donde fueron detenidos tres de los autobuses.
Caminaron
sobre la carretera y vieron pasar las dos camionetas tipo van que entraban a
Iguala para apoyar a los normalistas y ofrecer una rueda de prensa, en donde
serían asesinados dos de ellos más tarde a quema ropa.
Entonces
miembros de la Policía Federal vieron a los normalistas a bordo de sus
patrullas y empezaron a perseguirlos a punta de balazos.
“Nos alcanzaron las
patrullas. Luego llegaron camionetas de Protección Civil y se nos pusieron a
los lados. Por detrás llegaron otras tres patrullas. Quedamos encapsulados en
un espacio de 50 metros”, narra Alex.
Había
entre los policías, hombres armados vestidos de civil apuntándoles, afirma el
joven.
A
un lado de la carretera había un arroyo y unas tablas. Los estudiantes se
echaron a correr en medio de los vehículos.
–¡Ahora sí ya valieron
madre! ¡Pinches chamacos cabrones!–, les gritó uno de los federales.
Alex
relata: “Empezaron a aventar piedras y corrimos. Hubo insultos de ambas partes
y nos empezaron a tirar y corrimos. Había un callejón y nos metimos por ahí,
apenas alcanzamos a salir del callejón porque venía otra patrulla para
encapsularnos, pero no alcanzó a llegar”.
Los
normalistas corrieron despavoridos hacia un cerro y empezaron a subir unas
gradas como pudieron. Se empujaban, gritaban, el miedo se apoderó de todos.
Una
mujer gritaba desde los lejos: “¡No les hagan nada, los muchachos son inocentes
no les están haciendo nada!”, recuerda Alex.
Entonces
pasaron frente a la casa de la mujer que lloraba y gritaba y le pidieron
auxilio. La mujer abrió la puerta y 10 de ellos se refugiaron, los otros
cuatro, presos del terror, continuaron corriendo.
–
¿Por qué vinieron a Iguala muchachos? No hubieran entrado aquí. Ese
pendejo del Presidente [el perredista José Luis Abarca Velázquez] tiene bien
vigilado todo. No hubieran entrado a Iguala–, les dijo la mujer.
Entonces
les ofreció agua y accedió a que los jóvenes se quedaran hasta las cuatro de la
mañana, escondidos en su casa.
Había
un ventanal y desde ahí se podía ver hacia la carretera. Había patrullas
rondando. Los estudiantes se acostaron en el piso. Algunos se quedaron
dormidos, otros se mantuvieron en vela. A las cuatro de la mañana Alex se puso
en pie y salió a buscar al monte a los cuatro normalistas que hacían falta. No
los encontró y regresó.
A
las cuatro y media de la madrugada salieron de la casa que fue su escondite y
bajaron las gradas.
Caminaron
agotados, hambrientos y asustados por la carretera, cuando sonó un celular.
Era
uno de los normalistas que le avisaba al líder del grupo que una patrulla
blanca los recogería y así fue. La unidad pasó delante de ellos y se estacionó
20 metros después. Luego dio reversa.
–¡Súbanse
chavos!–, les dijo un oficial.
“Teníamos miedo. ¿Cómo
nos íbamos a subir a una patrulla si nos habían perseguido? Luego vimos que
venían otros dos compañeros nuestros ahí y nos subimos. La verdad yo tenía
mucho miedo y mientras avanzaba yo pensaba en cómo le haría si nos querían
hacer algo. Me iba a tirar de la patrulla”, dice Alex.
Los
jóvenes fueron trasladados a las instalaciones de la PGJEG para que rindieran
su declaración.
Ahí
había sólo 60 de los más de 100 estudiantes que habían salido de Ayotzinapa el
26 de septiembre por la tarde.
Les
dieron café y pan. Alex empezó a declarar lo sucedido en el quinto autobús. Más
tarde empezaron a llegar los padres a preguntar por sus hijos.
Muchos
se dieron cuenta, entrada la mañana, como a las nueve –doce horas después de la
persecución–, que sus hijos estaban desaparecidos.
Cuarenta
y tres normalistas que viajaban en los dos autobuses Estrella de Oro, se
esfumaron esa noche.
UNA OPORTUNIDAD, PERO BAJO AMENAZA
La
vida de Alex después de esa noche cambió. Hoy sigue en la Normal de Ayotzinapa.
Ahora está en segundo grado y casi la mitad de su generación está desaparecida.
“Yo tengo metas, tengo
sueños, siempre he tenido el objetivo de estudiar, salir adelante. Ese día fue
algo feo y pues hay que sacar lo bueno de cada experiencia. Marcó mi vida y la
de todos los compañeros. A lo mejor un día se me olvida, quien sabe, pero hoy
me siento afortunado de vivir”, dice.
El
28 de septiembre Alex regresó a su comunidad y labró la tierra con su padre.
Todo el día estuvo pensando en lo sucedido.
“Estuve
pensando en mis compañeros y que yo tuve una nueva oportunidad más para seguir
aquí. A veces pienso que cualquier cosa que me pueda pasar, son pequeñeces
porque mis compañeros quisieran estar aquí, aunque les pasaran pequeñeces”,
dice.
Cualquier
situación es mejor que estar desaparecido, indica.
Aunque
hace unos días recibió unos mensajes amenazantes de números desconocidos.
–
No que muy cabroncito. Déjate de tus cosas, no vas a ser el primero, ni el
último de Ayotzi–, le escribieron a través de Whatsapp.
Alex
borró los mensajes.
“Me
trataban de sacar información, me preguntaban que si de donde era. Aquí hay
mucha gente que está amenazada”, dice.
El
joven omite su lugar de origen y se cubre el rostro con un paliacate para
tomarse una fotografía. No da apellido, ni apodo. Nada que lo pueda
identificar.
No
le gusta cubrirse el rostro, dice. Pero en esta ocasión, tiene miedo. Ha tenido
miedo desde que sus 43 compañeros desaparecieron.
Miedo,
tristeza y mucho dolor.
EL QUINTO AUTOBÚS EN EL INFORME DEL
GIEI
El grupo de expertos de
la CIDH presentó el pasado 6 de septiembre el informe del caso Ayotzinapa.
Foto: Luis Barrón, SinEmbargo
El
quinto autobús que desapareció de la escena, que nunca investigó la PGR, ni
consignó en su expediente, pudo ser el detonante de la agresión a los
estudiantes, al ser un vehículo posiblemente cargado con droga o con dinero,
según el informe de los expertos.
“La
acción de tomar autobuses por parte de los normalistas, a pesar de que tenía
otros objetivos, como era obtener transporte para que los normalistas
provenientes de diferentes escuelas normales pudieran participar en la marcha
del 2 de octubre, podría haberse cruzado con dicha existencia de drogas ilícitas
(o dinero) en uno de los autobuses, específicamente en ese autobús, Estrella
Roja”, dice la investigación.
El
experto Francisco Cox explicó que fuentes de Estados Unidos se refieren al
menos a una investigación en curso, una declaración jurada de un agente de la
Administración para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), en
donde se ordenaron escuchas a miembros del grupo de Guerreros Unidos, que
coinciden con la desaparición de los normalistas.
Los
fiscales de la DEA indicaron a los expertos que no hay antecedentes que apunten
a los jóvenes, pero sí sobre la utilización de autobuses para movilizar droga
según una causa iniciada en Atlanta.
“Según
las informaciones recogidas, Iguala es un lugar de tráfico de heroína muy
importante y, según la información pública, una parte de ese tráfico se haría
mediante el uso de algunos autobuses que esconden dicha droga de forma
camuflada”, dice el informe.
De
acuerdo con el informe de GIEI la declaración del chofer del autobús Estrella
Roja, contradice la versión del grupo de normalistas sobrevivientes.
“Los testimonios de los
sobrevivientes son consistentes entre sí, en que fueron obligados a bajar del
bus, estando a unos 100 metros del autobús, Estrella Oro, y que huyeron a
un cerro. Existen varias evidencias en el C-4 de llamadas sobre
movimientos de jóvenes en dicha zona y la colonia Pajaritos y la colonia
24 de febrero que concuerdan totalmente con las declaraciones de nos
normalistas y que fueron finalmente confirmadas ante la propia PGR en
declaración nuevamente rendida en julio de 2015. Un testigo señala que en
ese escenario, a unos 100 metros del autobús, antes de donde se encontraba
el autobús, Estrella de Oro, el autobús, Estrella Roja fue detenido por
una patrulla de la Policía Federal. Una declaración manuscrita en el
expediente de otro testigo lo señala también. Estas circunstancias no se
han investigado hasta ahora”, dice el informe.
El
transporte existió, aceptó después de la PGR, pero no fue escena del crimen
porque fue abandonado por los estudiantes, casi inmediatamente después de
sacarlo de la Central de Autobuses.
Al
presentar el autobús Estrella Roja que habría sido abandonado, los expertos del
GIEI determinaron a través de un peritaje, que podría no tratarse del mismo
camión que fue tomado por los 14 estudiantes y que aparece en un video que
lograron recuperar del momento en que salen los autobuses de la central
camionera de Iguala.
“El hecho de que el
autobús no apareciera registrado en la investigación y se hubiera narrado
sobre el mismo un suceso que no ocurrió (que fue destruido a la salida de
la estación) es en sí mismo un elemento de sospecha. ¿Por qué se omitió?
¿Por qué no se procesó, por qué no se tomaron evidencias? ¿Por qué no se
identificó hasta que el GIEI señaló su existencia?”, cuestionan los
expertos.
INCONSISTENCIAS SOBRE EL BUS IGNORADO
En
síntesis los expertos encontraron siete contradicciones graves y omisiones en
torno al quinto autobús:
1) La
inexistencia de un autobús Estrella Roja en la historia oficial y el expediente de
la PGR, a pesar de que los normalistas habían informado en sus
declaraciones iniciales sobre ello y había sido recogido por la primera
consignación elaborada por la PGJ. No se ha proporcionado ninguna información
oficial de esta omisión.
2) El
señalamiento en el mismo expediente de un autobús, que fue tomado, salió de
la central de autobuses y posteriormente fue inutilizado por los
normalistas, del que no se tiene conocimiento ni se dan más detalles, ni
se analiza como escena. En las consignaciones del 20 de diciembre de 2014
y del 2 de enero de 2015, se afirmó que: “(…) y el tercer camión el cual
fue destrozado y dejado a las afueras de la Central Camionera”.
3) Las
enormes diferencias en el trayecto y circunstancias del autobús
Estrella Roja, entre el testimonio del chofer incluido en la declaración
ante la PGR, y que finalmente fue tomado en junio de 2015, y los
testimonios recogidos de los normalistas y sus declaraciones ante la PGJ y
PGR tanto en el momento de los hechos (27 de septiembre de 2014) como
meses después (octubre y julio 2015).
Además
del video solicitado por el GIEI a la PGR de la Central Camionera del
Sur donde se recoge dicha salida, y de una inspección in situ del GIEI
sobre el trayecto posterior de los normalistas.
4) Las
diferencias evidentes entre el autobús, presentado como el que salió esa
noche con normalistas de la estación de autobuses de Iguala y las imágenes
tomadas por el GIEI en la inspección de dicho bus, diferencias señaladas
por un peritaje especializado y por el grupo de normalistas que lo
tomaron.
5) Las
contradicciones entre el testimonio del chofer sobre su recorrido
posterior, yendo a Jocutla, y la hoja de registro de esa noche del
trayecto de dicho autobús, que señala que salió 10 minutos antes de lo registrado
en el video de la estación de autobuses, y cuya hora fue comprobada por el
GIEI, que en la hoja de incidencias no se señala que dicho autobús fue
tomado por un grupo de normalistas, así como que refiere que el autobús,
se dirigió normalmente a Cuautla que sería su destino y no a Jocutla como
señaló el chofer en su declaración.
6) La
existencia en el expediente de dos declaraciones contradictorias sobre
estos hechos, con dos firmas diferentes, una declaración y un manuscrito.
Todas esas inconsistencias y contradicciones evidentes muestran la
sospecha de que bajo esas circunstancias se esconden aspectos importantes
a considerar. Y que estos pueden tener que ver con el modus operandi y la
motivación de la agresión.
7) Se
da la circunstancia de que dicho autobús, fue el único que no fue
atacado violentamente esa noche (lo fueron los Costa Line 2012 y 2510, los
Estrella de Oro 1531 y 1568 y el autobús Castro-Tours de Los Avispones).
Fuente.-
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