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miércoles, 28 de enero de 2015

MICHOACAN: "Armado y Peligroso"...ya "tenian armas" y el Estado les "doto" de mas.


Primero como autodefensas y después como fuerzas rurales, Alfredo Castillo Cervantes dejó en Michoacán decenas de “civiles armados” por el propio Estado. El ex-comisionado otorgó personalmente armas y permitió que decenas de autodefensas mantuvieran armas de uso exclusivo del Ejército Mexicano.
Michoacan,MX.-28/Ene/2015 La estrategia implementada por Castillo consistió en contener a las autodefensas desde su inicio, por un lado evitar que se expandieran al norte del Estado de Michoacán y por el otro impedir que tomaran la ciudad de Apatzingán.
Apatzingán es el corazón de la Tierra Caliente michoacana, era la joya de Servando Gómez Martínez alias La Tuta, capo que utilizó la ciudad como centro neurálgico de las operaciones de Los Caballeros Templarios.
Fue en Apatzingán donde gobernó el presidente municipal concebido en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Uriel Chávez Mendoza, famoso entre otras cosas por estar coludido con dicho cártel del narcotráfico.
Los miembros de las autodefensas cuentan que Uriel Chávez cobraba “moches” de 20 mil pesos a sus propios regidores y permitía el reclutamiento de jóvenes en escuelas como el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) de la mano del ex-director, Juan Polvos Mancilla, personaje que era llamado “el doctrinario de Los Templarios” y de quien actualmente se desconoce su paradero.
Tomar Apatzingán era clave para los movimientos de autodefensas en 2013 por ser la ciudad terracalentana más grande y estratégica. Sin embargo no lo hicieron, al menos no solos; para cuando la tenían rodeada, la Policía Federal ya había tomado el control de la ciudad y desde entonces siempre lo ha tenido.
Con la llegada de Alfredo Castillo Cervantes, el 15 de enero de 2014, Apatzingán se convirtió en una zona de conflicto, por un lado ahí radicaban miembros de todas las fracciones en las que se dividieron tanto Los Caballeros Templarios como las autodefensas.
Por el otro la ciudad está infestada de militares, marinos, policías federales y miembros de la recién creada Gendarmería Nacional. Hipólito Mora, líder de las autodefensas en La Ruana, solía decir que Apatzingán era una “bomba de tiempo”.
Sin embargo, en la ciudad también se realizaron acuerdos, el 17 de diciembre de 2014, por ejemplo, se convino de desaparición de la Fuerza Rural, el organismo que supuestamente iba a acabar con la violencia en la Tierra Caliente del Estado de Michoacán.
A pesar de ser eliminada, el gobernador interino, Salvador Jara Guerrero, aseguró al día siguiente que no desaparecerá “porque es fundamental para la implementación del Mando Unificado”. La corporación solamente se transformará en Fuerza Ciudadana, la otra policía creada por Alfredo Castillo para sustituir a los grupos de autodefensa.
“Estábamos mejor como autodefensas”
La Fuerza Rural no alcanzó a cumplir ni siquiera un año de vida, comenzó sus operaciones el día de las madres de 2014, con 120 elementos e igual número de rifles, pistolas y uniformes, y culminó con un carpetazo de Castillo, el 16 de diciembre, cuando las balaceras de La Ruana y Apatzingán develaron su fracaso.
El 10 de mayo inició en Tepalcatepec con un acto formal, presidido por el ex-comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral, donde estuvieron presentes Juana Reyes “Juanita” y Estanislao Beltrán “Papá Pitufo” perfectamente uniformados. Los extintos policías estatales les gritaban “aprendan a formarse bien cabrones, ahora ya son la ley” a antiguos cortadores de limón y papaya que tomaron sus armas en contra de los templarios.
Después del acto, en palabras del comandante rural, Felipe Díaz Ávila, “las cosas fueron de mal en peor”. Felipe fue líder de las autodefensas en Coalcomán y se inscribió en la Fuerza Rural sólo para decepcionarse, “solamente 36 de mis hombres andan armados, a los demás les quitaron sus rifles y sus camionetas, ahora andamos en dos [camionetas] decomisadas y no nos dan pa´ gasolina”.
Otro de los problemas fue la simpatía con la gente, tras pactar con el gobierno los pobladores comenzaron a desconfiar de los rurales, no sólo por el acuerdo con Castillo sino porque éste permitió la entrada de “templarios arrepentidos” en las filas de la nueva policía comunitaria.
El 27 de septiembre, tras cinco meses sin armas ni vehículos ni la confianza de su pueblo, Felipe Díaz Ávila exclamó “estábamos mejor como autodefensas” y se convirtió en un crítico de la policía creada por el ex-comisionado Castillo.
Un mes después, el 16 de octubre de 2014, Felipe Díaz llegó a visitar el aserradero de uno de sus amigos a las afueras de Coalcomán, platicó con ellos y ahí lo sorprendió Jorge Lizandro Castrejón. Lizandro le disparó en varias ocasiones al comandante y lo dejó herido.
Felipe Díaz murió en Morelia después de agonizar por dos días, su asesino confesó que le pagaron 200 mil pesos y una grúa de arrastre por matarlo, sin embargo se desconoce por qué  lo querían muerto quienes lo habían contratado.
La Ruana sitiada
El 16 de diciembre del año pasado, la tenencia de Felipe Carrillo Puerto fue rodeada por un grupo de fuerzas rurales conocidos como los H-3, “Papá Pitufo” asegura que el nombre viene de la clave que se les daba a las camionetas para evitar que los autodefensas se dispararan entre ellos cuando atacaban a los narcotraficantes.
El mecanismo funcionó muy bien durante las balaceras contra gente de los Caballeros Templarios pero después del 10 de mayo cambió el esquema. Los H-3 están bajo las órdenes de Luis Antonio Torres, alias ‘Simón el Americano’, y desde que son rurales no sólo atacan a otros ex-autodefensas sino que lo hacen selectivamente.
“El Americano”, acorde con testimonios de la cuenta Valor Por Michoacán, busca tener el control de Buenavista Tomatlán para quedarse con la parte de Tierra Caliente que le corresponde.
Por sus condiciones geográficas, Buenavista y su tenencia Felipe Carrillo Puerto mejor conocido como La Ruana, son propicias para la instalación de “cocinas”, es decir, laboratorios donde se fabrican drogas sintéticas.
Varias veces han acusado al “Americano” de ser “templario arrepentido”, sobre todo el fundador de los movimientos de autodefensa, Hipólito Mora Chávez, quien vivía y se desempeñaba en La Ruana, población en la que se atrincheró tras la llegada de los H-3.
Los enfrentamientos se registraron por la mañana y por la tarde del 16 de diciembre, en el lugar estaban apostados efectivos de la Gendarmería Nacional y al ver la situación se alejaron de la zona dejando a su suerte a los comunitarios.
Acorde con “Simón el Americano”, los H-3 iban en contra de la gendarmería y la gente de Hipólito se metió en un pleito que no les correspondía, acorde con Hipólito la corporación dejó pasar al Luis Antonio Torres para que los H-3 masacraran a los seguidores de Mora, un personaje que se convirtió en alguien incómodo.
Hipólito Mora junto a Manuel Mireles Valverde y Felipe Díaz Ávila cuestionaron a Alfredo Castillo por distintas razones. Los dos primeros líderes están presos en correccionales federales y el tercero fue asesinado.
En el enfrentamiento entre los H-3 y los rurales de Hipólito Mora cayeron muertas 11 personas, entre ellas el hijo de Hipólito, Manuel Mora.
Tras lo sucedido, Alfredo Castillo convocó a una reunión y dio por terminado el experimento; tanto la Fuerza Rural como el grupo táctico G-250 fueron desmembrados.
A la reunión, según confirmó el propio Castillo, asistió Nicolás Sierra Santana alias ‘el gordo’ o ‘el coluco’, jefe de Los Viagras, una célula criminal que se separó de los Caballeros Templarios después de trabajar para ellos.
Ningún rural fue desarmado, a ellos no se les quitaron las 1,200 armas que les entregó el comisionado ni los fusiles que ya tenían desde que eran autodefensas. “Nos permitieron conservarlas siempre y cuando las tuviéramos guardadas” señalan los propios integrantes.
Armados indiscriminadamente
Alfredo Castillo desmovilizó a su nueva policía con la anuencia del “Gordo”, de “Simón el Americano”, de “Papá Pitufo” y otros miembros de los Viagras, los H-3 y demás fracciones de la Fuerza Rural.
También acabó con la labor del G-250, una rama dedicada exclusivamente a moverse entre la sierra para “cazar a los Caballeros Templarios”, eso significa que, desde el 17 de diciembre, nadie está buscando a personajes como Servando Martínez alias la tuta.
Hipólito Mora y el “Americano” se entregaron a la federación en los últimos días del 2014, actualmente cada uno recibió auto de formal prisión por homicidio calificado. Sin embargo, con su encarcelamiento el conflicto en Tierra Caliente no termina.
Dos semanas después de los “arrestos”, el seis de enero de 2015, un grupo de policías federales acribilló a alrededor de 10 personas en Apatzingán y tan sólo una semana después, el 11 de enero, 13 personas emboscaron una camioneta pick up matando a cinco y dejando a ocho heridas, la mayoría fueron miembros de las autodefensas e, inclusive, de la Fuerza Rural.
En Tierra Caliente hay tantas armas que incluso el gobernador interino, Salvador Jara Guerrero informó que en 2015 se haría un desarme, “se armaron indiscriminadamente tanto a civiles como a policías, esto es peligroso en cualquier lugar del mundo” señaló.
No obstante, el verdadero encargado de la seguridad en Michoacán, el ex-comisionado Alfredo Castillo Cervantes, nunca mencionó nada acerca de un posible desarme.
Incluso, durante las horas posteriores al enfrentamiento del Día de Reyes se enviaron a Apatzingán a unos 100 efectivos del Ejército Mexicano sin que oficialmente se haya dicho nada.
Tanto la Policía Federal como el Ejército, en Antúnez y en Apatzingán, demostraron que no les tiembla la mano cuando de disparar a una multitud se trata. En 2014, las corporaciones policiacas como la Procuraduría General de Justicia en el Estado y Secretaría de Seguridad Pública fueron las que más derechos violaron acorde con cifras de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH).
A pesar de los nulos resultados, tan abruptamente como llegó, el pasado 22 de enero Alfredo Castillo Cervantes fue retirado de Michoacán junto a la Comisión que precedía. Tras un año y siete días y con un carpetazo del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, Castillo Cervantes se fue dejando a cientos de “civiles armados” detrás de sí.
Se trata de un número desconocido de personas armadas por el propio Estado, primero como autodefensas y después como rurales, que nos hace preguntarnos dónde quedaron las armas de la extinta Fuerza Rural y cómo afecta a la ecuación michoacana aumentar el número de militares y gendarmes en el lugar que Hipólito Mora llamó una “bomba de tiempo”.
fuente.-@RodCaballero.

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