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miércoles, 28 de enero de 2015

El "GENERAL GUTIERREZ REBOLLO"...de las historias de CORRUPCION y TRAICION".


Extracto del LIBRO "Mis GENERALES"......Generales que suelen obedecer en la guerra y en la paz.  Generales que se suicidan en la puerta de una funeraria. Generales que nunca se divorcian de la mujer ajena.  Generales que pululan por los pasillos del poder como fantasmas.  Generales plenos de medallas que  ganaron  detrás de un escritorio.
Generales que traicionan a su compadre y lo encarcelan.  Generales que son encarcelados injustamente.  Generales que dirigen bancos con excelencia. Generales que son gobernadores.
Generales que son leyenda.  Generales venerados por sus subordinados. Generales arquetipo de generosidad humana. Generales que son padres ejemplares. Generales asesinados por narcotraficantes.
Generalato nacional donde están apenas los que lograron esquivar las traiciones a golpe de odio y negación.  Diciendo que sí.  Callando.  Y volviendo a callar.  También trabajando, duramente, por muchas horas, todos los días.
Misterio para millones, generales que lloran como cualquier mexicano,Generales a los que la escritora ha conocido desnudos,los padecio en sus peores horas,los levantoo de sus amaneceres y los  corrio de sus noches.
Los reconoce como seres excepcionales que se rigen por otras reglas, que caminan por veredas prohibidas haciendo lo correcto y también lo incorrecto,tal vez única, su historia ejemplifica los sitios más oscuros y más luminosos del ser militar,en singular y en plural.

Mexico,D.F 28/Ene/2015 Una y otra y otra vez más escuché al General Riviello, siendo titular de la Sedena, decir que bajo su mando había mejores resultados que en cualquier otra zona militar. Que no podía cambiarlo de adscripción porque rutinariamente entregaba a algún criminal, capturaba droga, tenía un éxito.
Conocí a Jesús Gutiérrez Rebollo, escuché su nombre por primera vez a través los desmedidos elogios de su jefe.  Esto lo recordaría, textualmente, durante una de las largas entrevistas que tuvimos años después en Almoloya:
“Que no se hagan… todo consta en mi expediente…con que quieran verlo… a todos agarré, de todos colores y sabores, de todos los carteles, me cansé de dar buenos resultados, ahí están de todos…me fui contra ellos. Mi general Riviello decía: usted se mete demasiado a fondo, allá usted sabe… Por igual contra unos y otros.  O ya se olvidaron de que yo agarré al “güero Palma”.  ¿Y de quien era el segundo ese cabrón?… Pues de Amado… y luego, que no se hagan si la única vez que agarramos a Amado fui yo…“¿Qué el “Güero Palma” no era gente de ese Cártel… que no fui yo quien tuvo detenido al mero jefe, como decimos nosotros así porque se me… si todos empezaron a presionar a mi general  después del atentado en el restaurante Bali Hai, cuando le encontraron a su gente credenciales de la policía judicial militar y de la PGR… mi jefe me decía ya suelte a ese hombre para qué lo quiere tener ahí y se lo traje a Coello menos la pistola que tenía más brillantes en las cachas que… y luego, que ya se les olvidó que yo maté… bueno en un enfrentamiento con mi gente, se murieron Magdaleno Coronel Villarreal y su sobrino en Zapopan, gente de Amado, su hermano es uno de los narcotraficantes importantes ahora, de los independientes que nadie menciona… a poco iban a estar conmigo si yo los mataba… que me iban a ofrecer dinero ni madres, qué me iban a ofrecer… se corrió la voz que no aceptaba… la única vez que me dieron una lana por los narcos fue Petriccioli, entonces en Hacienda, que porque habíamos agarrado no sé qué de lo del contrabando, un chequezote con muchos ceros que sirvió para construir casas… yo doné esa lana para viviendas de mi gente… los gobernadores, ya sabe usted cómo es esto con los jefes de zona, me llegaron a ofrecer pero yo les decía que mejor los molestaba para otras cosas y luego, pregúntele a su cuate Labastida, ya no me aguantaban porque yo sí les pedía pero para mover a la tropa, para cosas oficiales… lo que sí me mandaron, los mismos del atentado en el Camino Real de Guadalajara, fue un carrito de paletas pero lleno de explosivos.
Y sobre los Arellano Félix, existe una relación de documentos que aseguraron de la que  fue mi oficina en el desaparecido instituto nacional para el combate a las drogas, ahí están los expedientes con toda la información escrita y gráfica del Cártel de los Arellano. En mi archivo del grupo de informadores de la Quinta Región estaban los originales, entre más de mil expedientes que teníamos, en la Sedena existe otro tanto de toda esa información. Samuel González informaba a los gringos puras mentiras, los operativos contra los Arellano no los hizo la policía judicial federal, sino en noventa por ciento personal de la Quinta Región Militar”. 
Así recordaría el apoyo de Riviello y se  quejaría como en recitación escolar de corrido, sin tomar aire para escupir su exasperación.
Antes, mucho tiempo antes, lo vi uniformado cruzar el patio, inmenso bajo los rayos del sol, del H. Colegio Militar el día que lo condecoraron precisamente por estos logros en el combate al crimen organizado. Ultimo año del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, meses antes de que el General Antonio Riviello dejase de ser titular de la Secretaría de la Defensa Nacional. Rebollo tenía, creo que sigue teniendo en su uniforme carcelario, el aire de prepotencia castrense que parece comprado en la misma botica, que se ajusta a sus cuerpos como si fuese parte del uniforme.  Muy moreno, calvo, la cabeza rasurada, igual tenía muchos más años que los aparentaba.  El típico general tropero me recuerdo haber pensado.
Era, en ese entonces, antesala de su trágico final, una leyenda dentro de las fuerzas armadas.  Un ejemplo que el entonces titular de la Sedena ponderaba ante propios y extraños, un hombre en quien podía se podía confiar afirmaba, lo que viniendo de Riviello era un todo grande como edificio.
No cruzamos palabra. Obviamente ambos sabíamos de la existencia del otro.
Y así, con ese conocimiento que es piedra rodante en los caminos militares, nos encontramos en su oficina precisamente la víspera del “juicio sumario” a que fue sometido en la oficina del general Secretario Cervantes Aguirre, el martes 4 de febrero de 1997. No había posibilidad de adivinar el drama que vendría. Recién había tomado posesión como responsable del combate al narcotráfico, todavía sin desempacar sus archivos, sus armas, sus escudos castrenses, sus cuadros de caballos. Porque Rebollo, como le han llamado siempre sus compañeros, es un orgulloso “Dragón”, es decir que su “arma de origen” es la caballería,  la que se asocia con viejas y pistolas y, redundante, con las bestias de cuatro patas más bellas del planeta.
Yo iba por instrucciones de Jorge Madrazo Cuéllar, entonces Procurador General de la República, su jefe directo, con mis expedientes sobre la desaparición de Heidi, mi amiga victimada por los narcotraficantes en Ciudad Juárez dos años antes.  Llevaba, también, la certidumbre de que él, Jesús Rebollo, habría de resolver el misterio de su desaparición. No en balde había detenido a tantos, incluido “el Güero” Palma”.
Desayunamos en su reducida oficina con la confianza de los compinches, de los compañeros de ruta, de los pueblerinos que comparten el mismo origen.  Fue una mañana fácil en que todo estuvo dicho, a veces con palabras.  En su severidad, en su altanera sequedad, el General Rebollo resultaba, sigue siendo un hombre de diálogo tan fácil como fresco, sin hormigas en el cerebro ni vericuetos verbales.
Diría, en mi recuerdo intencional, que salí de su oficina con la seguridad de que nos habíamos entendido plenamente.  Y, también, con la certidumbre de que no le gustaban los civiles, de que tenía muy poco espacio en la cercanía del procurador Madrazo Cuellar, por quien no sentía simpatía alguna.  No había punto en común con el estilo imperante en esa institución entonces.
Días después me preocupé al no encontrarlo en su oficina. Comiendo en la oficina del procurador Madrazo Cué llar, a solas, exactamente la víspera de que se hiciera pública su detención, finales de febrero de 1997, me informó que le había dado un infarto y estaba en el hospital militar.  Me preocupé doblemente, por él y por el poco futuro que tendría en su ausencia la investigación de Heidi. No había, eso lo tengo muy presente, ninguna preocupación por parte del Procurador más allá del tema “salud”. Conmigo era especialmente transparente, la comida se prolongó, no había llamadas ni tarjetas ni nada que señalase actividad extraordinaria.  Tampoco me pidió discreción al respecto ni le concedió dimensión al tema.
Me consta, pues, que su jefe, el procurador Madrazo, no estuvo enterado del operativo militar que tenía “detenido” al general en el Hospital Militar, ni tampoco de otro operativo que dejaría víctimas, torturados, desaparecidos que se llevaba a cabo en Guadalajara simultáneamente donde el general Miguel Yánez Bonilla (como consta en la denuncia que levantaron el 18 de febrero de 1997 ante el delegado de la PGR en Jalisco, Marco Antonio González Báez, el agente del ministerio público Luis Crisanto Aguirre y ocho compañeros de la policía judicial federal) ilegalmente privó de su libertad a la mayor parte de los colaboradores del Instituto para el Combate a la Droga, aunque ni siquiera hubiesen cruzado palabra con Rebollo.
La pesadilla inmensa de Jesús Gutiérrez Rebollo comenzó al ser citado a La oficina del general Enrique Cervantes Aguirre donde, en presencia de varios generales, Tito Valencia y Tomás Dauahare, fue prácticamente sometido a un consejo de guerra isofacto.  Con el agravante,  dirían muchos, establecería la leyenda militar, de que el mayor error de esta detención fue que Cervantes no tuvo el valor para matarlo.
Porque eso, justamente, fue lo que más escuché en los días posteriores a su captura.
Años después la conclusión, diría que trágica, de su juicio, sentencia y encarcelamiento de por vida en una prisión infrahumana es un retrato inaceptable, desde el punto de vista moral, de la “justicia mexicana”, para vergüenza de militares y civiles: “Yo estaba en el activo… por qué me iba a juzgar la justicia civil… no tuve abogado en mis primeras declaraciones aunque ahí pusieron que estaba uno que resultó ser militar … por qué no me puso la PGR a disposición de la Defensa si era acusado como militar… los jueces me sentenciaron por exhorto, jamás los conocí… Nunca citaron a mis testigos… tengo una condena de dos meses por abuso de autoridad y cuarenta años por protección a un narcotraficante que yo fui quien lo detuve”.
Jesús Gutiérrez Rebollo fue acusado de protector de narcotraficantes, concretamente de Amado Carrillo porque en el departamento que compartía con Lilia Priego, su compañera, a cuyos hijos adolescentes adoptó, encontraron diez mil dólares, un cuerno de chivo, una carta dirigida al “Señor de los Cielos” y una botella de tequila con sus iniciales.  No hubo más pruebas.
Se había olvidado que el único que detuvo a Amado Carrillo, porque sí, sin orden de aprehensión, por un tema militar de “huevos”, fue precisamente el general Rebollo.  Así en una paradoja incalificable el que lo persiguió vive en prisión por haberlo “protegido”.
En 1989 el general ahora preso, sentenciado, era jefe de la zona militar en Sinaloa,  donde sin existir orden de aprehensión en su contra ni tratarse de un asunto de su ámbito, dentro de su estilo, detuvo a Amado Carrillo Fuentes. Simplemente por tener la convicción de que se trataba de uno de los jefes de los carteles del narcotráfico que operaban en la zona.
Ese fue, justamente, el problema. No existían ilícitos ni flagrancia, nada más que la certidumbre del General Gutiérrez Rebollo.  Bajo ese razonamiento, de alguna manera no ortodoxa ni  apegada a las reglas, durante varias semanas buscó de qué acusarlo, mientras lo mantenía ilegalmente en las instalaciones militares. Lo que saben, recuerdan quienes tuvieron conocimiento.  No había nada en su contra más que la pistola con cachas taponeadas de brillantes que le encontraron al detenerlo.  Al no encontrar mayor evidencia, arraigo en el antiguo estilo, por órdenes superiores Rebollo lo entregó a Javier Coello, entonces Subprocurador federal.
Quien detuvo, el primero y único que colocó detrás de las rejas a Amado Carrillo así fuese por poco tiempo fue Rebollo.  Eso es parte de la historia pese a quien le pese.
Una vez que el poderoso delincuente llegó a la PGR se le recluyó por varias semanas. En total Amado permaneció, entre la zona militar de Sinaloa y la calle de López, Amado Carrillo estuvo aproximadamente tres meses en cautiverio.
Coello pretendió apegarse a la Ley, encarcelarlo legalmente, para lo que no encontró ningún elemento en su contra.  Se llegó a excarcelar a alrededor de 60 delincuentes menores (burreros, etc.) para intentar obtener algún testimonio en su contra.  Al no producirse éste no hubo más remedio, ante lo prolongado de su detención, que consignarlo por portación de armas, concretamente por una pistola 45 con cacha de oro y diamantes. El juez lo dejo en libertad casi de inmediato.
Es a partir de esta detención del “Señor de los Cielos”, que el general Gutiérrez Rebollo se da a conocer como su enemigo, tanto entre los narcotraficantes como en las filas del Ejército.  Para muchos de quienes habitan en inframundo criminal Amado Carrillo se la tenía jurada. Y no le habría enviado una “botella de tequila” con su nombre.
En los  días posteriores a la detención del general Rebollo el amarillismo de los medios amplificó las fotografías del departamento, magnifica la mesa de billar, la tina del baño, el comedor, la “casa chica” que rentó en mil trescientos dólares mensuales en la calle Sierra de Chalchihui # 215, Lomas de Barrilaco. Todo tan idéntico a como viven otros altos jefes militares, por no citar a los miembros del Gabinete.
Juan Galván, subteniente con 42 años de servicio en el Ejército, que se desempeñaba como conductor de Rebollo, aseguró ante las autoridades que tenía una “relación habitual y directa” con Amado Carrillo, que dicho delincuente lo citaba vía telefónica para platicar con él, que en enero de 1997 recibió como “regaló” 50 mil pesos de sus manos, que antes le habría dado por Navidad otros 300 mil. Por eso “se enteró” de la relación de protección que le proporcionaba su jefe. Misma que no han logrado poner en acciones concretas en el expediente, y menos encontrar alguna cuenta o indicio del beneficio económico que debió acarrear para el general Rebollo.
Este testimonio es una de las “pruebas” contundentes en su contra.  Utilizadas en un doble proceso, tanto militar como civil, que el general Rebollo considera además de ilegal “único en el mundo, yo soy el único juzgado dos veces, por los dos fueros, por los mismos delitos, con las mismas pruebas… a eso hay que agregar el juicio en los mediosSoy un narcopendejo, eso tengo que ser porque no tengo dinero… o si prefiere, para no oírme tan fuerte, soy un narcofilántropo. Estoy condenado a cuarenta años de prisión por cohecho pero no dijeron, no pueden decir en qué consistió”
De los muchos absurdos del juicio en contra del General Gutiérrez Rebollo uno de los que más lastiman la piel militar, todavía hoy, es la inclusión de un delito más que inmoral dentro del código de convivencia entre ellos y que se refiere a los cocineros… porque además de un cargo por “Acopio de Armas”, que podría victimizar a todos los militares mexicanos, hubo  otro por “Desobedecer órdenes superiores contenidas en el radiograma 42669 del 18 de octubre de 1991” en que le fueron prohibidos, a todos los generales, utilizar a soldados como cocineros en sus casas.  Esta es una de las razones por las que un general de división debe padecer el resto de su vida en la más inmunda de las prisiones.
Adentrarse por los caminos del horror que ha vivido Rebollo estos años sería conformar una narración por el lado  fácil.  Pero lo que hace falta es escudriñar  los verdaderos motivos de su aprehensión. En lo que cientos de jefes militares se preguntaron entonces y se siguen cuestionando.
Se lo pregunté varias veces a Cervantes y cuando pude hacerlo, en Almoloya, directamente al general Rebollo: “Yo le estorbaba, ahí está la información concreta de una relación nunca investigada a fondo, que se da entre la familia Velasco, el suegro del Presidente Zedillo, con los Amezcua… su familia, el suegro del Presidente se reunía con ellos, yo había comenzado a buscarle
Esto se dijo mucho.  Me lo negó Liébano Sáenz.  Y Cervantes Aguirre asumió, coloquialmente, que ningún jefe de zona, ningún general tenía los tamaños para atreverse a hacer una investigación como esa, y muchos menos sin su autorización, que bien debía yo saberlo porque los conocía.
Lo cierto, regresé muchas veces al tema frente a Rebollo, es que no existieron pruebas contundentes en este sentido: “No hay pruebas concretas, yo sólo estuve dos meses ahí, antes no tuve nada que ver en eso…fue una investigación que me pidió la DEA directamente, ellos querían que yo la hiciera desde mi oficina porque en la PGR, la gente de Madrazo se había clavado la lana que les daban los gringos para hacer ese trabajo… A mí me dio vergüenza… antes de eso había rumores, yo no los trabajé, no me correspondía”.
Se dijo, se sigue diciendo tanto sobre el general Rebollo que lo difícil es resumir.
Sin referirse al horror de creer que tanto pudo ser verdad. Porque una vez que fue cuestionado por el General Cervantes en su oficina, desarmado (según me dijo fue porque se temía que pudiese “suicidarse”), se le obligó a internarse en el Hospital Militar o tuvo que hacerlo porque es diabético y se sintió mal.
Lo cierto es que esta versión tuvo tal efecto entre los militares que años después también le advertirían al Gneral Salvador Rangel que no permitiese que lo hospitalizaran ahí por un “infarto” según relata Juan Veledíaz en su libro.
“Asesino… supongo que así se les llama a quienes intentan matar a otro ser humano…Cervantes Aguirre intentó matarme en el Hospital Militar donde fui llevado contra mi voluntad, donde se me practicó un cateterismo para que muriese, sin existir motivo médico alguno… de orden superior”,  fue una de las primeras declaraciones que me hizo en Almoloya.
Y junto a esto hay que destacar las casualidades castrenses que nutren odios y desencuentros. Porque el General Tito Valencia, presente en la “detención” del general, su amigo muy cercano por cierto, Rebollo fue quien le informó a la familia, la esposa legal y Teresita su hija (quien tendría mucho protagonismo frente al encarcelamiento de su padre) que éste se encontraba en el Hospital Militar, en terapia intensiva y sin recibir visitas por orden médica.  A partir de ahí las esposas se comunicaron con otras esposas… y el General Antonio Riviello llegó a visitar a su subalterno, como corresponde en la costumbre militar.
Se dice que un médico intento negarle el paso y que recibió un mal descontón, lo cierto es que el General Riviello llegó hasta donde estaba “aislado” Rebollo… a partir de ahí la “leyenda” militar, que será lo que permanezca, afirma que gracias a esta “acción” de mi general fue que Rebollo no está muerto.
Solamente pensar que un titular de la Sedena puede “asesinar” a un general incómodo en las instalaciones de un hospital bajo su mando, y que dicho asesinato puede ser evitado por otro general con el mismo rango que lo antecedió en la responsabilidad es escalofriante.  Tanto como la versión misma de Rebollo que agrega, además de lo muy dicho, que el propio Cervantes le pidió perdón en su cama de hospital: “Yo sentía que me moría por los medicamentos que me habían puesto, estaba muy mal cuando abrí los ojos y vi a Cervantes, pidiéndome perdón, diciendo que me iba a mandar al extranjero porque ya investigamos”.
De ser cierto esto, pudo haber sido el delirio de su estado físico, me resulta poco asible qué pudo hacer que Enrique Cervantes titubease…
La revista “Proceso” 1082 del 27 de julio de 1997 reproduce una supuesta tarjeta informativa, del General Cervantes Aguirre al Presidente Ernesto Zedillo, fechada el 7 de febrero de 1996 donde se describe el encuentro en las oficinas de la Sedena, y asegura textualmente: “… El General Gutiérrez Rebollo vive actualmente en un departamento marcado con el número 2-A, ubicado en Sierra Chalchihui No. 215… departamento que habitó el narcotraficante Amado Carrillo Fuentes en el mes de noviembre de 1993.
Al preguntarle al respecto, el general Gutiérrez Rebollo manifestó que el departamento fue rentado por la mujer con quien actualmente vive, Lilia Priego y que él desconocía esta situación.
Le hice ver la gravedad de su error y las repercusiones que éste pudiese tener. ASIMISMO DISPUSE QUE FUERA CONDUCIDO AL HOSPITAL CENTRAL MILITAR, DONDE PERMANECERA, CON LAS SEGURIDADES DEBIDAS, A DISPOSICIÓN DE ESTE ALTO MANDO, POR CONSIDERARLO RAZÓN DE ESTADO”.
Ya en su día los absurdos de esta “detención” llamaron la atención de muchos periodistas que no son precisamente partidarios de lo castrense.
El columnista Miguel Ángel Granados Chapa, en su espacio de “Reforma” el miércoles 26 de febrero de 1997, se refiere a lo anterior.  De la manera más acertada resumió que una declaración tan completa, como la del chofer que llevó a encarcelar al General Rebollo más bien parece un “lavado de información”.
Con inteligencia y sentido común el analista político calificó entonces sus declaraciones como un guión de mala telenovela, y se burló afirmando: “En la jefatura del Estado Mayor de la Sedena o tienen muy poco trabajo o son muy acuciosos en el cumplimiento de sus deberes . . . una acusación así de informal sirvió para poner en acción hasta al propio titular, que esa noche, ya a deshoras, hizo venir hasta su oficina al inculpado por un telefonema de alguien en ese momento todavía no identificado”.
El sentido irónico ejemplifica la falta de credibilidad que despertó la versión oficial.  Hacía dentro fue peor, porque no hay forma para que un asunto así pueda llegar al escritorio del general secretario, o que éste ponga atención a lo que puede decir o dejar de decir un subteniente comisionado como chofer.
Hasta aquí yo estaba ajena.
Asombrosamente para mi estilo ya muy publicitado yo no había comprado esta guerra en las horas siguientes a su detención.  Fue hasta que Marta Anaya publicase en Excélsior el primer testimonio de ello, después de cenar juntas, sabedora ella de mi vinculación militar, que conocí a la hija de Rebollo. Lo demás es historia conocida.
Cervantes me pidió que dejase el tema.  Le interesaba saber cuánto tenía de interés el general Riviello en mi defensa, en un posible libro, del General Rebollo, yo entendí que detrás de todo había más un asunto militar de poder, una “intentona” de derrocar a Cervantes que explicaría (no justificaría) el “juicio sumario” en su oficina.  Pasaron muchos días y sus noches hasta que a principios del siguiente sexenio decidí, víctima del síndrome del desempleo, que sería buena idea escribir un libro sobre la corrupción militar.

Dauahare presente en el improvisado “Consejo de Guerra” al detener al general Gutiérrez Rebollo.

Primero fue la entrevista de “Reforma” a su hijo, que en realidad lo es de Lilia Priego su pareja sentimental, la que estuvo imbricada en el escándalo de la renta del departamento presuntamente de Amado Carrillo.  Ahora es Carmen Aristegui quien insiste en “develar” secretos familiares, también con éste y con su madre como “fuentes de información”.
Lo que sorprende a propios y extraños.
Seguramente no en Los Pinos, de donde tuvo que venir la aprobación para que mi general Rebollo pudiese estar confinado primero al Hospital Militar y, ahora, en su casa por razones humanitarias.
Lo que en lo personal, hay que hacer definiciones, me alegra infinitamente.
Rebollo dijo, perdón hay que ser precisa, me dijo todo lo que ahora es “nota” hace muchos años. Y yo, puntualmente, lo publiqué, lo magnifiqué en medios de comunicación escrita, en libros, en artículos, en entrevistas, pero sobre todo en mis diálogos intensos y complicados, cabrones habría que decir en buen español, con el General Cervantes.
A la fecha no puedo entender, examinar mi relación con el General Enrique Cervantes Aguirre sin la presencia de mi acercamiento, intencional, al General Rebollo.  Uno determinó la furia, el enojo, la reacción violenta del otro.  Fue, siempre, imperdonable el tema de Rebollo para Cervantes.
Y me consta que, todavía hoy, tiene una factura pendiente en mi contra por lo que sustenté abiertamente la defensa del General Rebollo.  Otra hubiese sido su historia si yo no me hubiese metido en medio, la de Cervantes Aguirre obvio.
En ese contexto la “resurrección”, a través de terceras personas, del general Rebollo diciendo terca y congruentemente lo mismo que me dijo y yo reproduje hace años, insisto en ello, no es nueva su denuncia al contrario sus familiares se están a quedando cortos, está inserta en la detención del General Tomás Ángeles Dauahare.
No solamente porque la cercanía del hoy “detenido” en un centro de arraigo federal con el extitular de la Sedena, sino por un factor importantísimo que yo reseño en mi libro “Mis Generales”.
Y que es su presencia, testigo ejecutor interesado, para decir lo menos, en el apurado “Consejo de Guerra” a que fue sometido Gutiérrez Rebollo en la oficina del general Cervantes Aguirre..
Quiero decir Consejo de Guerra por no llamarlo juicio sumario donde fue condenado con la presencia de varios generales en la oficina de Cervantes, uno de ellos Dauahare. A fuego matas, a fuego mueres dice el augurio.
Esto en el inicio.  En la noche de su detención, donde Dauahare representó un papel vital.
Del principio hay dos versiones, la que pretende documentar que el alto mando de la Sedena se enteró de que Rebollo vivía en un departamento propiedad del “Señor de los Cielos” por medio del chofer de mi general, y otra que es la que vamos a volver a encontrarnos estos días en los medios si sigue el interés mediático y la familia Gutiérrez Rebollo insiste en dar su versión, que nos refiere a la vinculación de Cervantes Aguirre con el crimen organizado.
Y esto es muy importante.
Preguntas,  muchas, que tienen que surgir con las declaraciones años después.
La primera de ellas, si existe una autorización tácita del actual alto mando militar, léase Galván Galván, al respecto.  Y por tanto, permiso presidencial, para que esto suceda.
Lo que el General Tomás Ángeles Dauahare tendría que estar analizando con un extremo cuidado igual que su defensa.
Porque nada es casual y menos todavía inocente.
Detrás de todo está Cervantes Aguirre.
En su momento, están los datos, los documentos, las fechas, todo, en los capítulos tanto Rebollo como de Cervantes Aguirre, de mi libro “Mis Generales”, existió la denuncia de Gutiérrez Rebollo contra negocios, relaciones, vinculaciones y demás del ex titular de la Sedena. Que van desde el decomiso de cientos de miles de dólares que éste no entregó a Hacienda en su momento, después de recibirlos de manos de Rebollo, hasta el multicitado encuentro o intento de encuentro para negociar su impunidad de Amado Carrillo con el ex secretario de la Defensa Nacional.
Donde el primer enviado, interlocutor, habría sido el general Jesús Estrada Bustamante “El Átomo”, que fue quien cruzó el umbral de la Sedena con el encargo de la “negociación”.
De alguna manera esto, gran escándalo hacía dentro del Ejército, pero nada nuevo para los militares, incide en el tema electoral. Y si me apuran, en la gran baja de aceptación pública que lleva –según las últimas encuestas- Enrique Peña Nieto.
Lo de Dauahare, golpeando al hijo del General Rebollo, que creo que fue todavía peor de la descripción porque recordemos, existe la denuncia, que Rebollo fue enviado al Hospital Militar con afanes poco claro por lo menos, está en la contabilidad del pasado priísta. Guste o no. Fueron los jefes militares, los protagonistas de sexenios priístas.  Y hoy son un gran escalofrío en la conciencia colectiva.
Rebollo está, simplemente, sentado en la puerta de su casa… viendo pasar el cadáver de sus enemigos.
Esto es el principio.  Lo sabe él.  Lo sabe Cervantes Aguirre… Me preguntaba si también lo sabia Galván Galván...."
Fuente.-libro "Mis Generales"/Autor.-Isabel Arvide/

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