Claudia Shienbaum,la Presidenta que presume de estar repleta de pueblo probó ayer el verdadero sabor de la plaza cuando se le atraviesan las rechiflas. En Juchitán, durante la inauguración de la cuarta estación del ramal del Tren Interoceánico —ese tren que estira promesas de polo industrial y conexión transnacional como si Oaxaca y Chiapas llevaran prisa—, por primera vez la inquilina de Palacio Nacional tuvo que escuchar cómo el “¡Fuera Claudia, fuera Claudia!” retumbaba entre vallas y bocinas. Le llovió la consigna que se convirtió en eco tras las marchas contra la inseguridad y la violencia, ahora instalada en la propia gira de la mandataria, tan solo la primera, de muchas.
“Que viva Juchitán, que viva Oaxaca, que viva la 4T”, replicó Sheinbaum, como si acallando con vivas se conjuraran la realidad y las cartulinas llenas de reclamos ondeando al frente del pasillo donde intentó saludar como si aquí no pasa nada.
Pero sí pasa, y mucho: de ese suelo que aplaude en actos controlados, también brotan ya las protestas. Porque ni la operación acarreo, ni el guion con gobernadores bien formados a la derecha y la izquierda, impedirá que el hartazgo metido en el bolsillo termine por gritar en el peor momento.
El desencanto se palpa, el cansancio de escuchar el mismo discurso que promete trenes hasta Guatemala mientras la pobreza, la violencia y el olvido siguen estacionados en el andén. Esta vez, la Presidenta ya no pudo caminar sólo con aplausos —le tocó saborear, aunque no respondiera, el ácido verdadero de un pueblo que no olvida ni perdona fácil. A los que todavía festejan, bien por ellos. Al resto, que nunca pidió permiso para gritar: el mito de la presidenta popular encontró su primer bache, y el tren de la 4T, antes invencible, se descarrila un poco ante la realidad.
Con informacion: ELNORTE/
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