El Gobierno de Donald Trump volvió a apuntar sus radares hacia México, y esta vez el objetivo tiene nombre, apellido y pinta de película de acción: Ryan Wedding, un ex atleta olímpico canadiense reciclado en capo del polvo blanco, según la Fiscalía estadounidense. Washington asegura que el Cártel de Sinaloa lo tiene guardado como si fuera uno más de sus trofeos, y por si alguien quiere tentar a la suerte, ofrecen 15 millones de dólares por su cabeza.
Pam Bondi, la Fiscal General estadounidense, salió ante las cámaras con el libreto en mano: Wedding sería responsable de mandar 60 toneladas de cocaína a Canadá, con la logística siempre eficiente del Cártel de Sinaloa, que ahora lo estaría protegiendo “con cariño”. Dijo que México está cooperando, incluso con los militares, para capturarlo.
El FBI describió al prófugo como un tipo de casi dos metros de altura y más de cien kilos: difícil que pase desapercibido en México, aunque ya se sabe que aquí hasta los elefantes se pueden esconder si tienen los contactos correctos.
Akil Davis, director interino del FBI en Los Ángeles, aseguró que Wedding es “extremadamente peligroso, extremadamente violento y extremadamente rico”. Un combo tan hollywoodense que sólo faltan las explosiones y la música de fondo.
El expediente federal en California pinta una novela negra: Wedding y siete cómplices acusados de narcotráfico, asesinato de un testigo en Colombia, y toda la gama de delitos que da prestigio en el submundo criminal. Estados Unidos ya lo tenía en la mira desde 2024, pero el hombre sigue libre, quizá disfrutando de un atardecer sinaloense mientras su recompensa sube, y su leyenda también.




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