Luego de llegar a un acuerdo con la Oficina Federal de Investigación (FBI) y enfrentar en libertad su proceso por vínculos con el narcotráfico, el cantante Gerardo Ortiz finalmente obtuvo su sentencia en Estados Unidos ayer miércoles.
El juez encargado de su caso le impuso tres años de libertad condicional luego de que aceptara su culpabilidad y colaborara con las autoridades pertinentes en el caso en contra del productor Ángel del Villar.
Tres años de libertad condicional suenan a poca cosa para un hombre que acostumbraba medir su vida en corridos y aplausos. Gerardo Ortiz, el juglar del peligro, firmó un pacto con la justicia: cantar menos de lo que sabe, hablar justo lo necesario y abrir la chequera cuando el juez lo indicò. “Tal como eres”, le diría cualquier abogado sensato, pero el artista aprendió que, en los tribunales, la autenticidad no se cotiza tan alto como la cooperación con el FBI.
Su historia tiene ritmo de narcoballada, aunque sin guitarras ni palmas. En lugar de luces, reflectores y sombreros al viento, hubo papeles sellados con el logotipo del Departamento del Tesoro. Entre líneas, el eco de viejas presentaciones organizadas por quienes no se anuncian en cartelera, sino en comunicados de la OFAC.
Con tan solo abrir la boca, cambió el tono de una investigación que hundió a su viejo socio, el productor Ángel del Villar, en un catálogo de cargos tan extenso como un setlist de palenque.
Habia pagado diez mil dólares para llevar su proceso en libertad y poder seguir seguir cantando —una cifra modesta si se piensa que algunos versos suyos han sonado entre camionetas blindadas para ensalzar capos con «Doble RR» y arremeter contra los «envídiosos».
Hoy, Ortiz ya no atraviesa la frontera como antes; prefiere el anonimato de California a los reflectores mexicanos, donde la fama suele costar la vida.
En el fondo, el músico que alguna vez glorificó al hombre armado terminó entonando su corrido más improbable: el del testigo protegido. Tres años para pensar, para escribir, quizá para reinventarse. Porque, a fin de cuentas, nadie sale “tranquilito” de un pacto con la ley, y menos cuando la justicia suena a balada en tono menor.
Tras revelarse su sentencia, medios aseguran que Ortiz está considerando no regresar a México en un futuro próximo, ya que teme por su vida, en especial luego del asesinato de su ex representante, Jesús Pérez Alvear, asesinado en Polanco.
«Por su colaboración, Gerardo ha tenido dificultades para programar conciertos en México debido a que cooperó en contra de su ex mánager y productor, José Ángel del Villar», declaró Werksman.
«(Ortiz) asumió un riesgo significativo y se expuso a posibles daños personales al testificar en contra de su ex mánager, quien tenía intereses alineados con el Cártel Jalisco Nueva Generación».
Con informacion: ELNORTE/
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