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domingo, 16 de marzo de 2025

UN “VOLANTAZO y un RETEN SIN SOBORNO”: AQUEL DIA que TERMINO la BUENA SUERTE de Z-40 el TAKUACHE MAS SANGUINARIO VENIDO de MENOS a MAS”…ahora dispuesto a morir en una tumba de cemento.


El hombre más temido de México está enojado. Son las 11:45 de la noche y recibe visitas indeseadas: dos agentes del ministerio público del fuero común de Coahuila tocan la puerta y él les deja pasar a regañadientes. No tiene opción. Si estuvieran en Tamaulipas, los correría a balazos por molestarlo tan cerca de la medianoche, pero Miguel Ángel Treviño Morales, mejor conocido como El Z40, está en la Ciudad de México, donde su poder se reduce con cada hora que transcurre.

“¿Ustedes quiénes son?”, pregunta molesto el líder de Los Zetas, cabecilla entre 2007 y 2013 del grupo que militarizó el crimen organizado. Los agentes Ángel y Juan toman asiento en una oficina del segundo piso del edificio 73 en Paseo de la Reforma, la sede de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada. Es 17 de julio de 2013 y Treviño Morales lleva apenas 48 horas detenido. Su mal carácter se ha ido transformando en un humor tétrico.

Dos días antes, el lunes 15 por la mañana, tomó una decisión aparentemente banal, pero que cambió para siempre su vida: frente a una bifurcación en una brecha en la ciudad de Nuevo Laredo, El Z40 eligió el camino de la izquierda. Si hubiera tomado la desviación contraria, él y sus escoltas seguirían libres, pero decidió ahorrarse cinco minutos hacia su destino. El trayecto lo llevó directo a un retén militar, donde no había soldados en la nómina de Los Zetas. Quedó detenido.

El gobierno mexicano presumió su aprehensión como resultado de un operativo diseñado a partir de información recabada con tecnología de punta e inteligencia criminal. Pero El Z40 lo llamó, simplemente, mala suerte. Un volantazo desafortunado.

“El motivo de nuestra presencia consiste en tomarle una declaración en relación a las desapariciones de personas ocurridas en el norte de Coahuila”, dice uno de los agentes, según la averiguación previa 045/2012 de la entonces Procuraduría General de la República. Este agente carga con una revista y en la portada se lee “Masacre de Allende” con la fotografía de un pueblo arrasado.

Las visitas quieren hablar de una de las matanzas en Coahuila más terribles en la llamada “guerra contra el narco”.

El Z40 elige el camino que todos los capos quieren evitar

Una infiltración de la DEA en Los Zetas provocó que los hermanos Treviño desataran un infierno en Allende, Coahuila | EFE / Juan Cedillo

En la primavera de 2011, El Z40 y su hermano Omar, El Z42, recibieron información de altos mandos del gobierno mexicano sobre tres infiltrados de la agencia antidrogas DEA en su organización criminal –fundada como brazo armado del Cártel del Golfo que terminó por emanciparse–. Los traidores eran Mario Alfonso Cuéllar, Héctor Moreno y Luis La Güiche Garza, quien vivía en Allende, a 40 minutos de la frontera con Texas.

Para castigarlos, El Z40 y El Z42 ordenaron a sus sicarios ocupar el pueblo el 18 de marzo y asesinar a quienes se cruzaran en su camino, especialmente si se apellidaban Garza –algo muy común en Allende–. Por dos días, Los Zetas violaron, secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a decenas de personas, sin que el país supiera que un pueblo se convertía en un campo de exterminio. La cifra de víctimas permanece incierta, aunque usualmente se reporta que murieron 300 personas.

La mención de la masacre incomoda al Z40, quien está esposado de manos y pies en ese edificio de la colonia Guerrero, en el centro de la Ciudad de México. El criminal lanza un gruñido y voltea ver a su abogado, Antonio Aguilar Domínguez, quien intenta aplacar esa furia creciente con un tono de voz calmado.

“Ya conoces lo que tienes que decir”, recomienda el abogado, moviendo la cabeza. Entonces, El Z40 repite de memoria un mantra que le enseñaron hace apenas unas horas: “No es mi deseo declarar y me acojo al Artículo 20 constitucional”.

La entrevista, al parecer, va a concluir antes de empezar. El Z40 no debe hablar. Tampoco está de humor para atender a las visitas. Y si los agentes del ministerio público insisten en interrogarlo, la defensa legal del líder de Los Zetas puede argumentar que Treviño Morales fue presionado indebidamente, tras confirmar que no va a incriminarse.

Incluso, un abogado ingenioso puede transformar esa insistencia en una acusación de tortura psicológica. Así que los agentes se alistan para abandonar la oficina, derrotados… hasta que Morales Treviño, inesperadamente, comienza a hablar, desoyendo los consejos de su abogado. No está acostumbrado a recibir órdenes.

“Ustedes no son pendejos cualquiera. Son los únicos en todo el país que han venido a platicar conmigo. Sólo los marinos me han interrogado y ustedes”, dice y suelta una frase que no se dice entre criminales mexicanos: “Yo los puedo ayudar: voy a solicitar que me extraditen a Estados Unidos”.

El segundo piso de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada queda en silencio. El Z40 está frente a otra bifurcación, quedarse en México o irse a Estados Unidos. Morales Treviño elige el camino que todos los capos quieren evitar. ¿Por qué?

Elegir entre la muerte o una celda en Estados Unidos

Hace 15 años, el periodista Julio Scherer entrevistó a Ismael El Mayo Zambada y en la conversación quedó expuesto el mayor miedo que tienen los criminales temidos como él: no es morir, sino estar preso. Un temor que han expresado otros capos como Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, o Miguel Ángel Félix Gallardo, El Jefe de Jefes.

“No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar que sí, que me mataría”, dijo Zambada en 2010, ante la pregunta de qué pasaría si lo detuvieran, sin imaginar que a los 76 estaría preso en Nueva York, donde espera ser juzgado por 17 cargos, entre ellos, lavado de dinero, narcotráfico y delincuencia organizada.

Pero no es el encierro lo que aterra a un narcotraficante, sino la ubicación de la celda, tal y como dijo el fallecido líder del Cártel de Medellín, Pablo Escobar: “Prefiero una tumba en Colombia que una mazmorra en Estados Unidos”.

Porque no se trata sólo del cautiverio en suelo extranjero. Ser trasladado hacia la Unión Americana implica para un líder criminal quedar incomunicado, porque la mayoría no habla inglés; aislado por la falta de visitas, porque a la mayoría de los seres queridos se les revoca o rechaza una visa; o vivir angustiado, porque la familia está desprotegida frente a enemigos y el propio gobierno mexicano. Peor aún: el poder que tanto trabajo costó amasar se pierde cada día sin libertad. Un capo extraditado es como un rifle Barret 50 que rápidamente se queda sin municiones.

“En México no existen tarifas para estos procedimientos, así que los abogados aplican el ‘principio jurídico’ que dice ‘de acuerdo al sapo es la pedrada’. Estos trámites ya se cobran en dólares. Un amparo contra la extradición puede empezar en 100 mil dólares [unos 2 millones de pesos] y de ahí puede subir hasta lo que el cliente quiera y pueda”.

“Y se hacen cobros extra, si se necesitan tramitaciones sucesivas de amparos, aportar pruebas de inocencia o incluso si el tema se quiere llevar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ahí se van ajustando los precios, pero sí… estamos hablando de millones”, asegura Gabriel Regino, uno de los abogados penalistas más influyentes de México y exsubsecretario de Seguridad Pública del entonces Distrito Federal.

Algunos derrochan una fortuna en un instante, como Ovidio Guzmán, miembro de Los Chapitos, cuyos cientos de miles de dólares apenas le “compraron” nueve meses en la prisión de máxima seguridad del Altiplano en el Estado de México y luego fue extraditado sorpresivamente a Chicago, Illinois. Otros administran su fortuna a lo largo del tiempo y “adquieren” hasta 12 años fuera de una cárcel estadounidense, como pasó con Adán Salazar Zamorano, Don Adán, fundador de Los Salazar, quien fue llevado en 2023 a Texas tras perder todos sus amparos.

Desde 2006 hasta la fecha, más de mil 500 delincuentes mexicanos han dilapidado su patrimonio malhabido sólo retrasando lo inevitable: unirse al club de los extraditados.

“Si lo que esa persona quiere es estar en México el mayor tiempo posible, también puede pagar una ‘iguala’ mensual por promoverle sus recursos. Dependerá del abogado y la empresa legal, pero ese pago cada 30 días puede empezar en 200 mil pesos fácilmente”, cuenta Regino.

Un gasto que parece valer la pena, excepto para un capo: El Z40, quien el 17 de julio de 2013 sorprende a las autoridades mexicanas admitiendo que quiere ser extraditado a Estados Unidos lo antes posible.

Los caballos de carreras del ‘Z40’ competían en prestigiosos eventos

En uno de los primeros interrogatorios, los ministeriales se enfrentaron a la cólera del Z40 | Cuartoscuro
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​“Todo eso es un mito”, dice El Z40 y apunta a la revista. El reloj ya pasa de la medianoche. “No es cierto que hayan desaparecido a 50 familias ni de 200 a 300 gentes. Tampoco que se hayan destruido 80 casas. En Allende sólo había tres casas destruidas. Una más en Nava, Coahuila. La prensa hizo mucho pedo y eso [la incursión armada al pueblo] era una bronca de una lana que unos cabrones me habían agarrado”.

Treviño Morales sube el tono de voz. En sólo unos minutos ha pasado, de nuevo, de molesto a colérico. Ante su furia, los agentes ni siquiera hacen el intento de hablarle de informes como “En el desamparo”, publicado por El Colegio de México, que retrata a un pueblo asolado, o del reportaje de la periodista Ginger Thompson, de ProPublica, que comprueba que las víctimas se cuentan por “cientos, hombres, mujeres y niños”.

“Lo que conozco es por los mismos medios de comunicación y, si van a estar en ese plan, mejor ahí la dejamos. Ya no tengo nada que hablar con ustedes y su pinche gobierno, que me ha madreado y no me ha dejado jalar y todo porque me andan buscando”, sigue furioso, porque nadie cree en su versión.

Los agentes Ángel y Juan están, otra vez, muy cerca de ese punto sin retorno que es el silencio del Z40. Una palabra mal elegida o un tono de voz ligeramente alto y ese mitad hombre, mitad bestia de 43 años se callará para siempre. Si no vuelve a hablar, estos ministerios públicos no serán los únicos que se quedarán sin respuestas: cientos de familias de desaparecidos también habrán perdido una gran posibilidad de tener información que los lleve a encontrar a sus hijos e hijas.

Con un recurso desesperado, cambian el tema. “¿Cómo le ha ido con sus caballos?”, pregunta Juan, sabiendo que al Z40 le gustan tanto las carreras de caballos como traficar droga y matar personas. Tal vez, de eso sí quiera hablar y la entrevista tenga una oportunidad, después de todo. 

Sorpresivamente, la distracción resulta. El líder de Los Zetas cambia su tono de voz y su gesto adusto se relaja.

“Mis mejores caballos… Mr. Piloto ha ganado en el All American Futurity, Tempting Dash ganó el Texas Classic Futurity y el Coronita Cartel es uno de los mejores caballos, con él se han obtenido muy buenas crías y me han dejado mucho dinero… Pero esa es otra bronca que traigo con otros cabrones, porque me pusieron el dedo por lavado con los gringos”.

El enojo está de regreso. Parece imposible entrevistarlo sin caer en el hoyo de la ira o la venganza. Los agentes lo saben y deciden ya no rodear el tema. “¿Qué sabe usted, señor Miguel Ángel Treviño Morales, de Mario Alfonso Cuéllar, Héctor Moreno y Luis La Güiche Garza?”, preguntan, asombrados por la violencia del detenido.

“Ellos sí son malandros, investíguenlos. Yo tengo controlado de Monclova para el norte. En esas regiones del estado ya no hay secuestros, porque yo no los permito, a pesar de que en Monclova hay mucho dinero por las empresas asentadas ahí.”

“Yo no levanto, no secuestro, no mato, no cocino y no desaparezco gente”, dice, quien está acusado de todo lo contrario: raptar, asesinar y ordenar la desaparición y disolución de cientos de personas, acaso miles, durante seis años de un liderazgo criminal caracterizado por el exterminio.

El reloj avanza hacia la madrugada. El cansancio hace estragos en esa oficina, pero El Z40 está listo para una última sorpresa. Una demostración final de poder: contar sus planes para demostrar que, incluso revelando las cartas que le quedan, puede ganar el juego al gobierno mexicano. “Voy a solicitar que me extraditen a Estados Unidos, donde máximo me van a dar 20 años de prisión y los años que voy a estar en la cárcel los voy a tomar como un descanso. Ya estoy muy cansado de huir, al cabo no tengo de que preocuparme por mi familia. Tengo suficiente dinero para mantenerla por, al menos, tres generaciones.”

“Sí, voy a pedir la extradición para hacerme testigo protegido y eso me va a ayudar”. Fin de la conversación.

El tiempo demostró que El Z40 perdió la partida. Contrario a lo que dijo en la Ciudad de México en 2013, Miguel Ángel Treviño Morales siguió el camino de los otros capos y abrió la cartera para pagar a influyentes abogados para que impidieran su extradición a Estados Unidos. Por 12 años retrasó lo impostergable desde siete cárceles federales.

Debido a su personalidad sanguinaria, al Z40 se le aplicó un régimen de rotación por los Centros Penitenciarios Federales de Sonora, Jalisco, Chihuahua, Michoacán, Chiapas, Estado de México y Nayarit. Impedir que pasara más de dos años en una misma cárcel fue crucial para restarle poder y capacidad operativa dentro y fuera de las celdas.

La madrugada del 27 de febrero de 2025, mientras dormía en el área de máxima seguridad de la cárcel federal de Tepic, la capital nayarita, fue despertado por los custodios con una orden de traslado. Probablemente, El Z40 pensó que iría a su octava parada en su recorrido por el sistema penitenciario mexicano, pero el capo recibió una inesperada noticia: a pesar de los amparos tramitados por otro de sus abogados, Juan Manuel Delgado  –también defensor del Mayo –, un avión lo esperaba para llevarlo a Washington D.C.

El ‘Z40’ y ‘Z42’ se declaran no culpables de cargos de tráfico de drogas en corte de EU

El gobierno mexicano, técnicamente, no lo estaba extraditando, sino que lo “trasladaba” a la ciudad de la Casa Blanca argumentando razones de seguridad nacional junto a 28 cabecillas del crimen organizado, incluido su hermano, El Z42. Ni siquiera un recurso legal presentado ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aún pendiente de resolución, impidió que esa misma tarde arribara a la capital estadounidense donde se le juzgará por tráfico de drogas, lavado de dinero y homicidio.

Su estrategia de convertirse en testigo protegido parece ahora improbable. Lo mismo esos 20 años de prisión. Ahora que es considerado un terrorista, Z40 está frente una posible una inyección letal que acabe con su vida lejos de su natal Matamoros, pues la fiscalía estadounidense ha contemplado su ejecución como castigo por su vida delictiva.

Los planes que ideó para sí mismo el 17 de julio de 2013, aún en la cúspide del poder criminal, están ya muy lejos de la realidad. Un doble castigo se avecina: morir en una celda en Estados Unidos.

Con informacion: MILENIO/

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