“Destruyeron mi vida, me arruinaron… y el gobernador Cabeza de Vaca no hizo nada porque no podía acusar a sus socios, los mismo que me quitaron mi casino”, dice Dionicio Poli vía telefónica.
Su historia se remonta a abril de 2009, cuando Dionicio Poli abrió su segundo casino, a 150 metros del puente fronterizo entre Reynosa, Tamaulipas, e Hidalgo, Texas; mientras Cabeza de Vaca, quien había sido alcalde de Reynosa (2005-07), buscaba ser gobernador de su estado.
Era un año difícil para hacer inversiones en esa ciudad fronteriza: el gobierno de Estados Unidos tenía abierta una investigación contra Cabeza de Vaca por supuestamente haber “entregado” la ciudad al Cártel del Golfo, en agradecimiento por el financiamiento a su campaña electoral para convertirse en alcalde. Y el Cártel tenía aterrorizados a empresarios de todos tamaños y giros económicos.
El Cártel del Golfo era –y aún es en ciertas regiones– el verdadero poder en Reynosa, Tamaulipas, que comenzaba a vivir una escalada de violencia por la fractura entre ese grupo y su guardia armada, Los Zetas. Y, para financiar esta guerra interna, se necesitaba dinero.
Nueve meses después de la apertura del casino, en enero de 2010, Dionicio Poli recibió una llamada que cambiaría su vida: un empleado suyo le avisó que afuera de La Isla del Tesoro había personas armadas que demandaban hablar con el socio mayoritario, es decir, con él.
El empresario fue despojado de su casino y no recibió ayuda de las autoridades.
EL MONOPOLIO DEL CÁRTEL DEL GOLFO
El empresario acudió al casino, donde se encontró con un comando armado liderado por Emeterio Salinas Ulloa y Armando Guerrero Chapa, quienes se presentaron como altos miembros del Cártel del Golfo; Armando es hermano de Juan Jesús Guerrero Chapa, asesinado en 2013 en Texas y abogado del fundador del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén.
“Fue una escena muy desagradable… La delegación de la policía estaba a 60 metros y nadie hizo algo. Estos señores me dijeron que, a partir de ese momento, el casino sería de ellos, por órdenes del señor Osiel Cárdenas Guillén, porque él era el único que podía tener esos negocios. Y así, como cualquier cosa, me despojaron del negocio”.
Dionicio Poli se resistió tanto como se puede hacer en una ciudad dominada por el crimen organizado: intentó denunciar ante la entonces procuraduría tamaulipeca, la Procuraduría General de la República, la Secretaría de la Defensa Nacional y hasta la Secretaría de Marina. En todas las instancias le sugirieron no ir detrás de un grupo criminal tan violento y enquistado en el gobierno municipal y estatal.
Pese a las amenazas veladas, Dionicio Poli insistió en recuperar su casino… hasta que el peligro se volvió inminente. Él y su familia debieron abandonar México casi inmediatamente, seguros de que quedarse en su país significaría morir a manos del cártel.
Pero el empresario tamaulipeco no estaba dispuesto a bajar los brazos e ideó una estrategia para recuperar su negocio desde Estados Unidos, creyendo que su conocido, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, exalcalde de Reynosa, le ayudaría.
“Evidentemente, me equivoqué. Yo pensé que era un hombre decente… pero resultó ser el peor gobernador en la historia de Tamaulipas ¡y eso es mucho decir en ese estado!”.
El empresario también narró en Facebook la injusticia en su contra.
CABEZA DE VACA NO MIRA NI ESCUCHA
Al huir de México, Dionicio Poli no sólo dejó su país y su familia en Tamaulipas. También dejó una inversión cercana de 60 millones de pesos en manos del Cártel del Golfo, que cambió chapas, personal y hasta el nombre del casino para manejarlo a través de testaferros para lavar dinero. Bajo el mando criminal, aquel establecimiento se renombró “21 Black”.
“Es impresionante cómo pueden unos criminales simplemente despojarte de tus propiedades y con ayuda de sus contactos en el gobierno te cambian papeles, facturas, recibos, todo”, dice el empresario tamaulipeco. “Pero yo tengo todos los documentos para afirmar que era un casino de mi propiedad bajo la sociedad civil Valpolisan Juegos S.A. de C.V.”.
Desde el extranjero, Dionicio Poli vio avanzar la carrera política de Cabeza de Vaca: se hizo senador y, luego, el primer gobernador de Acción Nacional en Tamaulipas. Con la llegada de un conocido suyo en la gubernatura, parecía que había esperanza para recuperar el casino.
En 2017, el gobernador tamaulipeco tuvo una reunión con empresarios texanos en el Embassy Hotel de McAllen, Estados Unidos. La idea del panista era llevar inversión privada a México, mientras que la de Dionicio Poli era entregarle personalmente una carta a Cabeza de Vaca solicitándole ayuda, después de que varios de sus colaboradores no habían podido ayudarle.
“Yo soy del mismo municipio que el secretario general del gobierno de Tamaulipas, César Augusto Verástegui, ‘El Truco’. Los dos somos de Xicoténcatl, Tamaulipas. Y yo cuando le pedí ayuda me dijo que ni le moviera, que no podía ayudarme. Pensé que si él no podía, el gobernador sí, quien conocía mi caso, porque muchos amigos en común le hablaron de mí”.
El empresario acudió al encuentro y cuando le cedieron la palabra, contó, de nuevo, lo que le había sucedido. Era un relato poco alentador, pero realista, para inversionistas. Su intervención concluyó cuando le entregó al incipiente gobernador un legajo de documentos que detallaban el despojo, así como los posibles nexos del crimen organizado dentro de su administración estatal.
“Por supuesto, ya te imaginarás la cara de Francisco… estaban ahí también su mamá y sus tías. Y cualquiera que lo conozca puede adivinar su reacción: altivo, soberbio, muy enojado. Mi tema nunca avanzó”.
“ME ABANDONÓ”
Hoy, Dionicio Poli tiene tres certezas en la vida: la primera, que su inversión está destruida. Ese mismo año, 2017, el gobierno de Cabeza de Vaca clausuró el 21 Black y otro casino, El Rey, acusando que detrás de sus operaciones estaba el crimen organizado.
“Fue una manera de fingir que él no estaba coludido con esa gente. Ya le habían sacado todo lo que podían a mi negocio. Ya no lo necesitaban… me enteré que sacaron mis máquinas y me las destruyeron por completo”.
Segunda, que el actual gobernador de Tamaulipas no quiso ayudarle, ni como exalcalde, ni como diputado local, ni como senador ni como mandatario, porque los que lo despojaron son sus socios en negocios ilícitos de Cabeza de Vaca con el crimen organizado.
“Todo esto pasó bajo la complicidad indignante de autoridades judiciales y federales con pleno conocimiento de los exgobernadores priístas y también del actual gobernador Francisco García Cabeza de Vaca. Con una clara protección a un grupo delincuencial.
“Esos criminales son los socios del gobernador. Y nadie lo dice porque le tienen miedo, porque te encarcela o te manda a matar. Pero yo no tengo miedo. Yo lo digo con mi nombre y mi honor al frente: es un criminal”, dice el empresario.
Tercero, que su vida se arruinó por esta complicidad entre el poder criminal y el poder político que encabeza Cabeza de Vaca.
“Me alejó de mis raíces, me desintegró de mi familia. Ya no me puedo acercar a mis hermanos que viven en Tamaulipas, ni puedo volver a México, porque no quiero que los vinculen conmigo para que los criminales no tomen represalias contra ellos. Tuve dos infartos, cuatro bypass a consecuencia de la impotencia, el coraje, el resentimiento.
“Es un cleptómano puro, un delincuente natural. Esto es una porquería, él sabía todo… pero me abandonó frente a ellos”.
Su real esperanza, dice, es la justicia divina. En la terrenal, la de la instituciones, Dionicio Poli cree muy poco. Ni siquiera el proceso de desafuero contra el gobernador panista le devolvería la calma o la paz. El daño, asegura, ha sido demasiado.
“(Si lo viera ahorita, le diría que) Yo jamás te lastimé y tú desgraciaste mi vida y la de mi familia. Por eso cada vez que me veas no podrás ver a la cara miles de tamaulipecos que confiaron en ti para que fueras justo”, remata Dionicio Poli. “Hoy te espera la cárcel, espero en Dios que haya justicia”.
Fuente.-@oscarbalmen/
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