Estamos requetebién, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando le preguntaron sobre la cifra de crecimiento del PIB para el primer trimestre que fue en realidad de decrecimiento: -2 por ciento. El peor trimestre desde 1995, cuando Ernesto Zedillo se inauguró con el tristemente famoso error de diciembre.
Compararnos, como lo hizo AMLO, con ese año resulta por sí solo indicativo del delicado momento por el que atraviesa el país. Pero por si esto no fuera suficiente, el presidente agregó —y ha repetido casi a diario— que la prueba de que estamos requetebién es la estabilidad cambiaria.
Y es cierto. El tipo de cambio peso/dólar está estable, pero lo está por la política monetaria del Banco de México que ha decidido mantener tasas de interés elevadas a la vez que las tasas de interés en Estados Unidos, fijadas por la Reserva Federal (la FED), están bajas. Tasas bajas que en el corto plazo no hay señales de que vayan a incrementarse. Ambos factores atraen dinero para activos financieros.
Es decir, esa estabilidad de la que presume el presidente López Obrador no tiene nada que ver con ninguna de sus decisiones. En cambio, en donde sí ha tomado decisiones, el panorama está más complicado. Esto es una afirmación basada en hechos y en la realidad, no es un análisis.
Está complicado porque la economía se frenó como si le hubiesen puesto un freno de mano en terreno plano, o sea, sin necesidad de aplicarlo.
Se frenó porque la cancelación del aeropuerto, el desabasto que generó la lucha contra el huachicoleo, el anuncio de la construcción de la refinería de Dos Bocas y del Tren Maya han sido recibidos por inversionistas como una señal clara de que el gobierno está desarticulado.
Esto ha generado desconfianza en los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, así como en los consumidores. Y la economía ha reaccionado de manera inmediata y brutal.
Pero el presidente insiste, estamos requetebién. El tipo de cambio está mejor que en los últimos meses de la Presidencia de Enrique Peña Nieto, dice AMLO. Qué bueno que tengamos estabilidad cambiaria, pero quizás el presidente no sabe o cree que los demás no sabemos que las tasas de interés tan elevadas le cuestan al país.
Primero porque sigue creciendo el tamaño de la deuda pública.
Segundo porque desincentivan la inversión privada.
Tercero porque la combinación de ambos factores hace que el gobierno deba destinar más recursos para pago de deuda y para inversiones que podrían hacer los privados, pero el problema es que la cobija no da para tanto.
Ahora tenemos una economía parada que tiene solo dos mecanismos para ser reactivada: mediante la atracción de inversión privada o a través de un aumento a los impuestos. En esto último AMLO ha dicho que no habrá aumento de impuestos y en las inversiones privadas sus acciones las están desincentivando. Dado que las dos opciones se antojan poco viables, nos queda pensar en los imposibles, o en un milagro.
Y lo peor es que esto sucede en México frente a un panorama internacional prácticamente inmejorable. La economía de Estados Unidos está creciendo; la FED ha dicho que no aumentará las tasas en el corto plazo; la guerra comercial China-EU está beneficiando a México y el precio del petróleo está de nuevo al alza.
Todas estas variables están fuera del control del gobierno mexicano. Con que una de ellas cambie, la situación se complicará aún más.
Sr. Presidente, ¿en serio cree que porque hay estabilidad cambiaria estamos requetebién?
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